"El parque."
Hace una semana que leí las cartas de Erick y Santiago, analice bien todo lo que decía cada una. Las leí tanto que me las aprendí de memoria.
He citado a Erick en mi casa, Karina vendría a ver películas con Dylan por lo cual podría hablar con él.
Estaba nerviosa, jamás me había sentido así de ansiosa, supongo que es normal.
Después de darle como 10 vueltas a mi habitación escuché el sonido de la puerta abrirse, baje corriendo las escaleras y ahí estaban parados.
— ¡Hey! Luces muy linda —dijo Karina.
— Gracias, supongo que igual.
— Karina siempre se ve hermosa —aclaro Dylan.
Karina se sonrojo y junto con Dylan fueron a la sala, mi madre permitía que ella viniera siempre que quisiera solo tenía una regla, no pueden estar encerrados solos en una habitación.
Erick se rasco la nuca algo incómodo y fui yo la que decidió hablar.
— ¿No piensas entrar?
— ¿Puedo? —pregunto algo dudoso.
— No te lo preguntaría si no pudieras.
El pasó a la casa y se quedó parado a un lado mío, entiendo, no sabía porque lo había invitado.
— Tenemos que hablar.
— Okey.
— Ya leí la carta.
— ¿Eh?
— Karina me la dio.
— ¿Y qué opinas?
— Erick esto lo llevo pensando varios días, él también me escribió una carta. Como los pusieron, tenía que elegir entre alguno de los dos. Mira tú eres muy lindo y divertido, no te conozco del todo pero enserio me agradas...
— ¿Pero?
— No eres él, enserio eres perfecto para cualquier persona, eres inteligente, divertido, extrovertido, atleta, caballeroso cuando quieres. Eres un gran chico, pero no eres él, lo siento.
— Yo entiendo.
— En otra vida tú y yo seriamos perfectos juntos.
— Lo se Elena, incluso somos perfectos juntos en esta, pero tú ya tienes a alguien y yo lo respeto. Solo dime, ¿lo amas?
No me amo ni a mí misma, ¿cómo esperan que ame a alguien más? Eso es imposible.
— Yo... lo quiero, amar es una palabra bastante fuerte; pero sé que lo quiero, te quiero también a ti pero de una manera diferente. Enserio me gustaría que pudiéramos ser amigos, como ya te dije me has caído bastante bien y bueno quiero conocerte.
— ¿Solo amigos?
— Solo amigos —confirme.
— Bien.
— Gracias.
Hubo unos segundos de silencio, ninguno quería hablar aunque no era incómodo, de hecho se sentía bien, estuvimos así hasta que el decidió romper el silencio.
— ¿Y qué esperas Elena? Ve a decirle a Jones que lo elegiste —rio entre dientes—. Está claro que él no tiene ni idea ya que me hubiera hecho un comentario al respecto en el entrenamiento.
— ¿Te acepto?
— Si, lo dices como si fuera malo jugando, ¿acaso me has visto? Soy un puto dios; aunque la verdad no sé cómo es capitán de equipo, es bueno jugando pero cuando se frustra o algo es malo, malo, maloooo, igual yo no juzgo, todos tenemos días buenos y bueno días así... de todos modos tienes que ir a decirle.
— Oh claro, gracias Yael.
— ¿Yael? —dijo divertido.
— Pues así te llamas, Erick Yael Walsh.
— Nadie me dice Yael.
— Pues ahora yo seré la única que te dirá así.
— Vale.
— Bueno, iré a hablar con él...
— ¿Necesitas que te lleve?
— No, tranquilo.
Tome mis llaves y mi teléfono y salí de la casa. Estaba haciendo mucho frio ya que estábamos en invierno, deducía que nevaría en unos días.
Camine lo más rápido que pude a la casa de Santiago ya que no quería congelarme y morir afuera echa un hielo.
Cuando llegue note que había una chica en su puerta tocando el timbre, espere detrás de un coche para ver quién era. El abrió la puerta solo en un pants y cuando la vio los ojos se le iluminaron, la abrazo como si su vida dependiera de ello.
Ella le devolvió el abrazo bastante afectuosa y ahí fue cuándo sentí que yo sobraba.
Entraron a la casa y yo me quede parada sin saber qué hacer. El menor de mis problemas ahora era el frio.
Me acerque a su puerta para tocar el timbre pero no hice nada, me quede ahí parada como una idiota.
No sé cuánto tiempo estuve así pero cuando me iba a dar la vuelta para irme la puerta se abrió, era la chica.
— Hola —saludo muy amable—. ¿Vienes a ver a Jones?
— Eh, s-sí; pero puedo pasar después, no era importante.
— Oh, ¿segura?
— Si, vendré otro día.
— Si me pregunta quién era, ¿quién le digo...?