Tiempo después
Gregos.
Sentía que había pasado tanto tiempo.
La mañana se encontraba fresca, con el cielo un poco nublado. El olor a café inundaba mi habitación, se había vuelto una costumbre en los últimos 6 meses.
Tenía 45min para llegar a tiempo, no quería más tardanzas en este semestre.
—El desayuno está listo, ¿demoras? —Me gustaba como le quedaba mi camiseta.
—Justo iba a ir por el café, hasta aquí llega el aroma. —Su cuerpo encaja perfectamente con el mío, su cintura, sus caderas. Era perfecta.
—Lo sé, y sé qué amas mi café. —Sus besos calman mis tormentas.
—Gracias. —Sus ojos miel contrastaban con el tono claro de su piel, me encantaba todo en ella.
Sin embargo, seguí este vacío en mí. Solo cuando estaba con Abril podía olvidar todo, podía olvidarla a ella.
¿Ya había olvidado todo? ¿Había superado a esa chica de miranda profunda y carácter indomable?
—No tienes que agradecer nada, me gusta pasar tiempo aquí, rodeada de tus libros y tu música rara.
—Lo digo enserio. No comenzamos con el pie derecho, igual tú creíste que yo valía la pena.
—Porque lo vales Gregos, conmigo tu coraza indestructible no funciona. Pensé que ya lo había dejado claro.
—Eres perfecta. —Ella siempre encontraba lo mejor en mí, desde el principio fue así.
—Ya vete, llegarás tarde.
—Nos vemos para la cena.
Hace dos años me mude a Madrid. Algunos lo vieron como una decisión precipitada, yo lo vi como un escape.
Quería huir, quería olvidar, quería sanar, quería dejar de odiarme por herir a la chica que confío en mí.
Rompí todas mis promesas, todos los sueños se esfumaron.
Huí como un cobarde. Tal vez lo era.
Aria marcó un antes y un después en mí.
Los primeros seis meses, me torturaba viendo su foto, viendo sus estados. Preguntando a Leonardo por ella, incluso conversaba con Seth y siempre salía ella en nuestras conversaciones.
Me sentía culpable, y de una u otra forma lo era.
A los 12 meses, me resigne. Tenía que continuar, no volvería a verla. No podía vivir en el pasado. Tenía que borrarla de mis recuerdos.
Luego conocí a Abril. Mi vida cambió por completo, llenó de color el gris de cada día, sus bromas, sus ánimos. Toda ella era de color, poco a poco fue ganándose mi cariño, me acostumbre a ella tan fácilmente.
Sabía que la realidad golpearía en cualquier momento, sin embargo, no quería despertar.
Aún quería café por las mañanas, aún quería verla con mi ropa, quería fines de semana de películas, quería más caricias y mimos de Abril.
Una vez prometí no mentir, sincerarme por completo, y no funcionó.
No podía volver a fallar, tenía que ser diferente.
—Camino acá estuve pensando si llegarías a tiempo, el profesor Deane no te iba a dejar pasar una más. —comentó Clarisse con su acento marcado.
—Me quedó claro la advertencia. —Ella y yo teníamos un sentido del humor peculiar.
Este último semestre me había ido de la mierda, tenía faltas, tardanzas. Y aún tenía 4 semanas para remediarlo.
—En una semana acaba el semestre y ya coloqué la lista para que postulen para le intercambio estudiantil. Deben cumplir todos los requisitos.
—¿Será solo por 6 meses? O habrá la posibilidad de quedarnos más tiempo. —Los abucheos no se hicieron esperar, Cam tenía miras de quedarse en Atlanta.
—Todas esas interrogantes serán el día de mañana.
—¿Ya tienes en mente el destino? —Clarisse llevaba su bandeja con dos almuerzos.
—No.
—Sigue con la idea de no irte de aquí. Deberías conocer otras fronteras, no necesitas ir a tu país. Sabes que tenemos 8 destinos para elegir, y tú sabes portugués, deberías conocer Brasil, quién sabe y te gusta.
—Clarisse… —Hace seis meses me convenció de lo mismo. Ella conoció tierra argentina, le fascinó el país, sin embargo, decidió volver después de tres meses.
—O déjame adivinar. No quieres dejar a la dulce y frágil Abril, sigues engañándote.
—No quiero hablar del tema.
Clarisse fue una de mis primeras amigas, le conté todo mi pasado. No me juzgó, me entendía, y justificaba algunas cosas. Aunque ella estaba convencida de que debería volver.
Marcelo pensaba diferente, él era de la idea de que cuando algo termina no hay vuelta atrás. Debes superar y enterrar ese pasado que quieres olvidar.
—Te traje esto. —Marcelo me ofreció dos pestiños. —Este año si quiero conocer nuevas fronteras, estaba pensando en Canadá o Colombia.
—Son países totalmente opuestos —comentó la parlanchina de mi lado.
—Lo sé. Tengo conocidos en ambos países. Ya saben, me gusta socializar.
Los tres empezamos a reír, Marcelo era poco sociable. Es más, creo que nosotros dos éramos sus amigos más cercanos.
—Miren. Ahí viene Luisa, espero que no sea mi mamá llamando de nuevo.
—Apuesto que tu mamá Clarisse quedrá impedir que vueles de nuevo.
—Oh callate. Gregos apóyame, odio ser la burla de este idiota.
En un inicio fuimos cuatro. Luego, Sergio se fue a Panamá y quedamos los tres.
—Gregos hay una persona esperando en la recepción. —Fruncí el ceño, no esperaba a nadie.
—¿Dijo quién era? —Dudaba que Abril viniera, ella llamaba antes de pasar. Y aún faltaba para ir a casa.
—Si, Leonardo Molina.
Todo mi cuerpo se paralizó.
Leonardo.
El que mi hermano viniera hasta aquí, significaba solo una cosa. Problemas.
***
Estaba en el sillón con un libro en mano. Ahora usaba lentes, se veía más grande. Maduro.
Una nostalgia me llenó, él me recordaba a mis padres. Levaba tanto sin verlos.
Sin embargo, estaba alerta.
Había un motivo que lo hizo volar más de 11 horas para llegar.
—Leonardo. —Alzó su rostro, una sonrisa se dibujaba y los hoyuelos que recordaba.
Extrañaba a mi hermano.
—Un abrazo no me vendría mal eh. —Sonreí y me acerqué.
Recuerdos iban y venían en mi cabeza. Él, Tadeo y yo; jugando Play, viendo películas, fútbol los domingos.