Aria
—Puntual como siempre. —Sonreí acercándome por completo para abrazarlo.
—Y tú hoy fuiste puntual, o ya lo eres. —Ambos nos subimos al auto.
—Digamos que en ocasiones sí. —Su risa inundó el auto.
—Iremos a un lugar donde encontraremos de todo un poco. ¿Aún te gusta de todo?
Mis gustos cambiaron un poco.
—Algo así, aunque mis favoritas son las pastas.
—Entonces cambiaremos de rumbo.
—Leonardo no es necesario. Es más, sorpréndeme.
—Me encantaría, pero de otra manera. —Claro que entendí su indirecta—. Aria, es broma, no debí… —dijo al ver mi silencio.
—Tranquilo, todo está bien.
—De acuerdo. Bueno, entonces cuéntame que tal estos años. Quiero detalles.
—No hay mucho por contar. Buenos Aires es una ciudad hermosa, tuve suerte de conocer gente espectacular y mi estadía fue más que buena.
—Estuviste dos años allá. Hiciste amigos, qué carrera continuaste. Desde que terminaron, te perdí de vista. Más bien, te fuiste y dejaste todo atrás.
Fue mucho después de terminar.
Mucho después de toda la mierda que tuve encima.
Mucho después de empezar a sanar.
Mucho después de que él se fuera.
Mucho después de que todo se fuera al carajo…
—Aria… Si quieres hablamos de otras cosas.
—Estoy bien. Deja de hablar como si todavía me afectara. No me afecta, hace mucho dejó de hacerlo.
—Me alegro de que ambos siguieron adelante. —¿Ambos? Quiere decir…
—Tú… ¿has hablado con él? —Voltee a verlo, estaba tenso. No pensó que preguntaría.
—Está bien. —Bien, no preguntaría más por él.
—Estoy estudiando diseño gráfico. Hice intercambio por 6 meses en un principio, ese era el plan. Luego, decidí quedarme hasta ahora. Si hice amigos, una en especial. Se llama Sam, ella es especial.
—Y qué te hizo volver. No sé, a mí me costaría acostumbrarme en un lugar e irme a otro.
—Extraño estar allá, obviamente me acostumbre. Pero era hora de volver, y también porque quiero trabajar en empresa de aquí. Conocí al gerente allá y digamos que hablamos. Le gustó mi trabajo, quiere que trabaje con él. Pese a eso, me puso condiciones y una de ella era volver. Él no entendía que me había hecho salir de un país tan hermoso como Perú.
—Osea que volviste por que te tocaba y no porque querías. —Si, fue así…
—No del todo. Extrañaba a mi mamá, a Cass, todo en general.
—Y a mí, ¿no me extrañaste? —Golpee suavemente su brazo.
—Claro que sí, solo no sabía como hablarte… —Él sabía a qué me refería.
—Ahora sí. Por cierto, cómo está tu mamá.
—Muy bien, más que muy bien. Tiene una pareja ahora, ya está acompañada.
—¿En serio? Se merece darse una oportunidad.
—Ella más que nadie. Quiero que sea feliz. —Me agarró entrelazando nuestras manos.
—Lo será y más teniéndote a ti aquí.
—Y tú, qué ha sido de ti en este tiempo.
—Llegamos. Adentro te doy detalles.
Al bajar del auto, pude apreciar mejor el alrededor. El lugar era increíble.
Por dentro seguro era mucho mejor.
—Ven. —dijo, mientras yo veía todo.
Se sentía el ambiente bohemio, tranquilo, era un restobar. Elegimos una de las mesas de al fondo.
—¿Por qué sonríes? Recordaste algo.
—Me gusta el lugar.
—Me alegra saberlo pequeña.
—Buenas noches, bienvenidos. Qué le traemos.
—¿Tiene pasta? —preguntó.
—Sólo contamos con Pizza y Lasaña. —Me observó como preguntando si estaba bien alguna de esas opciones.
—Me podría dejar la carta.
—Claro, regreso en 5 minutos.
—Pensé…
—Me gusta probar nuevas opciones.
—Muy bien.
Él pidió filetes de distintos tipos de carnes. Mientras que yo pedí, ceviche. Sí, llevaba un tiempo sin comerlo, y sorpresivamente mi cerebro lo pedía.
—Peculiar elección. —Sonreí ante el comentario.
—¿Sorprendido?
—Siempre causas eso en mí.
Y ahí está el Leonardo que recordaba. Coqueto, seductor, carismático, envolvente…
—Cuéntame de ti, anécdotas durante este tiempo. —pregunté luego de que dejaran vino en la mesa.
—Luego de que Gregos se fuera, yo me encargue de ayudar a mi papá. Aprendí del negocio familiar, fui su mano derecha todos estos años.
Si supe que él se fue mucho antes que yo. Y nadie sabía su paradero, se comunicaba muy poco y no daba señales claras.
—¿Fuiste? Ya no lo ayudas.
—Sigo siendo, aunque no por mucho.
—Y tus papás cómo están, la señora Martha y Tadeo. Debe estar grandote. —Siempre los tendría en estima, se portaron bien conmigo…
—Sí, Tadeo ya es un hombre. Estaba de viaje en un campamento, le interesa la vida militar. Así que estamos ayudándolo a cumplir sus sueños. Mi papá está mejor, estuvo delicado. Sufrió un accidente hace poco.
—¿Está bien?
—Si, ya salió de cuidados intensivos. Aún está hospitalizado, pero estable.
—Siempre me gustó su unión familiar. Se sentía un ambiente cálido cada que iba.
—Si. Sabes, Martha siempre preguntaba por ti, aún se acuerda de ti. Te vio como la hija que siempre quiso.
—Pues gracias. En verdad te eche de menos. Sé qué…
—Aria eso ya no importa. Estás de vuelta, y nosotros somos amigos. Recuerdo lo que una vez me dijiste. —Fruncí el ceño, tantas cosas había dicho—. Preferías ser mi amiga por siempre a cagarla a lo grande.
Sonreí, sí. Ese es mi lema, con los amigos no me involucro. Una amistad es eterna, una relación pasajera. Ese es mi pensamiento, o al menos lo era.
—Si, lo recuerdo. —Sostuvo mi mano, sonriendo como siempre lo hacía.
—Eso somos, amigos. De los reales. —Asentí viendo sus ojos miel.
—Y qué sabes de los chicos. De Nathan, Pedro, los demás. —Pregunté luego de que trajeran nuestros platos.
—No mucho, cada uno estudia. O al menos la mayoría, no los frecuento la verdad. Después de terminar el colegio, no los vi. Veo ocasionalmente a Valentina, Ingrid, Seth, y al resto del grupo. —No sabía que Seth lo frecuentaba.