Indescriptible

CAPÍTULO 22

Personaje oculto

Verla crecer desde lejos no fue nada satisfactorio. Ver a Blanca sufrir por no poder cargar a nuestra pequeña, por no ver sus primeros pasos, o sus primeras palabras, partió mi corazón.

A pesar de la llegada de Brunna, tantos años vi la tristeza en sus ojos. Culpándome por mis malas acciones, queriendo proteger a mi familia termine dejando a mi hija mayor en manos de su tía.

Alexa ha hecho un gran trabajo con ella, no le quitamos mérito. La protegió, la cuidó y crio como su propia hija. Incluso le forjó un carácter de hierro.

Mi niña, mi pequeña, es un yegua indomable.

Esos ojos cafés idénticos a los de su madre, al igual que esa mirada penetrante que es capaz de calar al interior.

Desde siempre sabemos sus pasos, qué come, qué viste, cómo se encuentra. Hasta el mínimo resfrío lo sabemos, muy aparte de las cartas mensuales que Alexa envía a su hermana.

Se niega a decirle la verdad por temor que no soporte el dolor…

Contrario a mí, sé que es capaz de obtener y sobreponerse a lo que sea. Es tenaz, y me siento orgulloso de decir que sacó mi carácter.

—Papá, ¿Ya estás listo? —La sonrisa de mi hija me trajo a la realidad.

—Tu madre nos espera, ¿cierto? —Negó rodeando mi cintura.

—Dijo que se iba a encargar de hacer el seguimiento al prototipo que trajeron. Ya sabes lo quisquillosa que se pone.

—Son iguales en eso. Vamos, Marco debe estar esperando. —Sus ojos brillaron, un gesto que no pase por alto. Me desagradaba la idea de qué mi mano derecha y mi hija se involucrarán, y Brunna apenas es una niña.

—¿Ya está aquí? No me digas que me vaya de la reunión.

—Avanzando, no quiero hacerlo esperar.

—Ni yo… —Hasta el humor le cambió.

—Brunna…

—Sé lo que dirás. Y no papá, siempre he sido buena en todo lo que tú y mamá me piden, obedezco, estoy aquí con ustedes. Ahora no me pidas que de un paso al costado con Marco. Soy menor, eso lo tengo claro. Pero si él me acepta, lucharé, En serio me gusta papá.

—No te voy a prohibir nada, y no quiero que eso que intentas interfiera en los negocios, ¿queda claro? —Asiente complacida.

Ambos nos montamos a las camionetas con los escoltas manejando. Teníamos un estatus en Suiza, desde que llegamos comenzamos a forjar nuestro apellido.

El que menos reconoce a los Vanetto, sobre todo a Brunna, que posa como modelo en diversas revistas y campañas a nivel mundial.

Recorrimos las calles hasta llegar a Berna, nuestra fortaleza está a dos horas. Afortunadamente no había tráfico por la hora supuse.

Marco estaba en un restaurante leyendo un periódico. Cubría sus ojos con unas gafas negras, se le veía ligeramente relajado.

—Ya llegamos, esperaste mucho. —Se adelantó Brunna.

—No, ¿cómo están? —Me dio un asentamiento de cabeza como muestra de respeto.

—Bien… —Y empezó como cotorra a contar sobre los últimos meses.

Él solo la escuchaba y me preguntaba si, él la veía con los mismos ojos. Si alguna vez quiso desnudar a mi hija, o solo la ve como la hija de su jefe.

—Y cómo están las cosas por allá. —Interrumpí para que comenzará a contar lo que me importaba.

—Ella está bien. Se mudó a un departamento, la veo casi diario, a veces suelo llevarla a la Universidad…

Me dio un informe mensual de Aria, con lujos y detalles. Al parecer ahora tenía que investigar a un tal Seth.

Desde que se fue a Argentina le perdí los pasos a los compañeros de escuela, sin embargo, siempre tenía en mi lente al exnovio y las mejores amigas. Estaba informado, que sabía exactamente cuando ese imbécil volvió a Lima, que la amiga se había metido en líos.

—Los vi juntos, supongo que tienen algo —dijo con algo de amargura en la voz.

—¿Y eso te molesta? —Ella también lo notó.

—Si la desestabiliza emocionalmente sí, la necesitamos bien en todos los sentidos. ¿O me equivoco? Y vulnerable se convierte en blanco de sus enemigos señor. Solo me aseguro de que su bienestar. —Vi como Brunna rodó los ojos hastiada, y rogaba que eso no trajera problemas cuando su hermana estuviera con nosotros.

Algo que ella no sabía.

—Sigue estando cerca, y quiero que sigas buscando al cóndor. Lo necesito, vivo de preferencia. —Sonrió complacido por mi sugerencia.

—Si las cosas se ponen feas…

Brunna no dijo ni una palabra más, se veía algo triste.

—Nos vemos en 30 días.

—Sí señor. Me tengo que ir, mi vuelo sale en una hora.

—¿Ya te vas?

—Si… No puedo desaparecer mucho rato. Cuídate y prometo traerte algo la próxima vez. —Sus ojos grises cautivaban a mi hija.

Ambos nos quedamos aún en la cafetería.

—¿Quieres hablarlo?

—No. Mamá ya debe estar esperando noticias de Aria.

—Tu hermana.

—Si Aria, no me pidas que destile amor por alguien que solo trae desunión a la familia. El que me haga la tonta, no significa que no sepa la realidad papá. Ustedes pelean, en toda mi vida los he visto amorosos veces contadas. Mi madre te culpa por su ausencia, y yo los culpo a ambos.

—Ambas son nuestras hijas, y ni pienses por un segundo que hay una preferida. Solo te pido que entiendas que a ella la cazan a ti no.

—Aún está a salvo, nadie sabe quién es. Y si la traes, la pondrás en peligro. Lo sabes, pero te niegas a aceptarlo.

Intuye que deseamos tenerla de vuelta.

—Eso es algo que conversaré con tu madre.

Durante el camino de regreso no hablamos. Comprendía su molestia, pero no justificaba sus celos.

—Los esperaba para cenar —dijo blanca bajando las escaleras.

Se acercó a ambos para plantar un beso, a mí en los labios y a Brunna en su cien.

—¿Todo bien? —preguntó al ver nuestros rostros.

—Por supuesto mamá, papá te contará cómo está mi hermana mayor. —Ambos nos quedamos callados—. Estaré en mi cuarto por si me necesitan.

Seguí a mi esposa a mi despacho, cerrando la puerta con seguro.

—¿Qué ocurrió? Brunna está… molesta. ¿Por qué?



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 05.10.2024

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