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|MARILYN HARPER|
Presioné 'Stop'.
No tenía caso que siguiera tratando de desviar mi mente de Ethan viendo una película. Ethan. Ethan. Y más Ethan. Es una maldición el sólo hecho de estar pensando en él.
Me giro sobre la cama dejando caer a mi lado la tablet.
No puedo dormir. Y apesta saber que he intentado todo -tomar leche caliente, buscar recetas para cocinar mañana, leer temas aburridos de mi libro de 'Física', ver películas de terror y vídeos de paranormalidad, comencé a ver una nueva serie en mi Netflix pero ni siquiera llevo 10 minutos del primer episodio..., intentando todo lo anterior en lo va de la noche y Ethan sigue atascado en el primer lugar de mi mente.
Suspiro.
Necesito dormir. Lo que menos necesito es aumentar la visibilidad de mis ojeras en mi segundo día de clases.
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El agua fría recorre mi piel.
Son las 4 a.m y a pesar que las clases comienzan a las 7 a.m me conozco, y apresurarme en el baño y elegir mi ropa no son actividades de las que se me facilita hacer rápido.
Salgo de la ducha con mi bata cubriéndome y una toalla alrededor de mi cabello mojado. Me dirijo al armario y comienzo a buscar. Finalmente, opté por jeans azules oscuros y una camisa blanca de mangas cortas. Solté mi cabello rubio e hice un par de trenzas, atándose atrás. En el centro.
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Siento la constante mirada de la señora Harper sobre mí, pero yo continúo fingiendo que el aburrido paisaje de la ciudad que veo a través del vidrio polarizado de la ventana es más interesante.
Subo el volumen a la música que se reproduce en mis audífonos. El volumen nunca se me es suficiente.
Siento una palmada sobre mi hombro. Aún no hemos llegado al colegio, así que retiré mis audífonos y volví a verla.
—¿Uh?
Ella toma una respiración. Siempre lo hace antes de hablarme.
—Quería saber cómo te fue ayer —dijo deteniéndose ante la luz roja del semáforo.
—Um...
No hablo mucho con ellos. Y no es por el hecho de que ellos no sean mis padres biológicos, sino, es porque no soy buena exponiendo mis sentimientos. Cómo me siento.
Siempre ha sido así.
Y la única persona que me enseñó a hablar y demostrar mis sentimientos y el cómo me siento ya no está. Ya no está conmigo y tampoco en ésta vida. Un estrujamiento en mi corazón ataca, de nuevo.
Observé a la señora Harper. Caí en la cuenta que lo que ella ha hecho, antes y después de lo que pasó, es conectarse conmigo sin presionarme. Sin sofocarme. Sin hacerme sentir mal por no hablarle, ignorarla, alejarme y evitarla hasta cierto punto.
Merece un poco de mi respeto y admiración por aguantarme todos estos años atrás.
Ella me sacó de aquel orfanato, me ha dado y continúa dándome el cariño que yo no sé devolverle, me ha dado mi tiempo y espacio, lo que necesito y lo que le pido.
En definitiva, ella merece a alguien mejor que yo cómo 'hija'..., pero soy yo quién está en ése lugar.
Me impulsé a hablar cuándo recordé las palabras de Ethan. Y no sé el porqué.
«...tú..., eres digna de amada».
—Me fue bien —dije acomodándome en el asiento, guardando mi celular—. La peor parte no ha comenzado, entonces por el momento disfruto que sea tolerable.
Silencio. Ambas nos miramos, ella con una sonrisa y su mirada brillante -lágrimas en sus ojos-, yo confundida.
—¿Quieres... llorar? —Pregunté.
—Tú... —llevó sus manos a sus ojos—, es la primera vez que hablas conmigo con más de tres palabras.
Me reí en mi interior. Realmente lo he hecho, y no puedo creer que eso sea para ella mucho.
➢
Mirada en alto y hombros rígidos, es así cómo siempre tengo que dirigirme a mi casillero para luego ir al salón de clases. Abro mi casillero y comienzo a extraer mis libros. Lo cierro y...
—¿¡Cuál es tu problema!? —Pregunté sólo segundos después de sentir la bebida tibia derramarse sobre mi.
Una chica de ropa más grande que ella, un moño desordenado y lentes había derramado lo que percaté como café sobre mi camisa blanca.
—Perdón, perdón, lo siento mucho, yo...—la chica comienza a buscar algo en su mochila ignorando el hecho de que sus cosas estaban en el suelo, junto a las mías—, venía con la cabeza hacia abajo, no veía arriba y —saca una servilleta de su mochila y comienza a frotarla sobre mi camisa.
—¿Para qué haces esto? —Le arrebaté la servilleta de una manera poco amable, mi furia ya estaba presente en mí—. ¿Qué acaso no ves que es café? ¡Ya manchaste y arruinaste mi blusa!
—Yo... lo siento—
—¡Deja de decir que lo sientes!
Y eso había sido lo último que grité en medio del pasillo, antes de dirigirme a enormes zancadas al baño de mujeres.
La puerta se cerró detrás de mí y me dirigí al lavado. Me retiré la camisa y comencé a intentar disminuir la intensidad de la mancha con el agua. Estaba siendo estúpida, la camisa ya quedó manchada.
Escuché la puerta ser empujada, y volteé a ver hacia ésta dirección. La misma chica de lentes y moño desordenado aparecía en la puerta, con mis cosas en uno de sus brazos.
—En verdad siento haber arruinado tu camisa, yo...
—Deja mis cosas por ahí y lárgate. Ahora —pedí fría.
La observé mirarme y luego bajar la mirada, dejo mis cosas en el piso y volvió a buscar en su mochila. Esta vez la observé sacar una camisa negra de tirantes y una chaqueta azul marina más grande que mi talla o la de ella.
—Para que no uses una camisa manchada de café y —observa la camisa en el lavado—... y mojada, ten.
Tomé las prendas de mala gana, la observé apenada y mientras me colocada la camisa pronuncié ofuscada:
—No entiendo cuánta mala suerte debo tener para que me haya pasado esto a mí.
Editado: 01.06.2022