Capítulo 11
-Más elegidos-
Elizabeth
Hoy salí a recorrer, a buscar suministros y rastros de personas, cosas que hayan dejado. Encontré ropa de mi talle y algo de comida en buen estado, me siento una intrusa al vestir ropa que no me pertenece, como si robara parte de la identidad de alguien que ya no existe. Sé que es tonto pensar eso, a nadie le importa después de todo, pero es extraño.
Encontré una veterinaria que aún tenía bastante comida de gato, hoy el sr. Michu tendría un festín. También revisé una farmacia, y tomé todo lo que podría nesecitar en un futuro. Mi casa estaba llenandose de cosas, cual refuguo. Por suerte, no había sido destrozada, es como si la tierra supiera que aún es habitada.
Y justo cuanso creía que el diía no podía mejorar, regresé a casa y salí al patio trasero, casi por costumbre, y vi algo cerca de uno de los árboles. Me acerqué despacio a ver que era, y me arrodillé al llegar. Era una hoja de papel doblada prolijamente. Lo tomé entre mis manos. La letra... era la de Dagan.
Lo abrí de inmediato.
“Elizabeth:
Leí tu carta. ¡No sabes lo feliz que me hizo saber que mis cartas te llegaron!
Pensé que nadie me iba a responder nunca. Es extraño como unas palabras pueden iluminar un día gris. Gracias por escribirme, de verdad.
Quiero saber más de ti, todo lo que quieras contar, sobre lo que estás descubriendo, lo que sientes, y demás.
Yo también estoy tratando de entender esta conexión con la Tierra. A veces parece que me oyera, ¿te pasa lo mismo?
Perdón si sueno muy caótico, o bueno, si me leo de esa forma. Estoy muy emocionado.
Espero tu próxima carta con ansias.
-Dagan. :)”
No pude evitar sonreir tontamente.
Sentí un calorcito en el pecho que hacía mucho no sentía. Era aliviante que hubiera respondido, temía que mi mensaje no hubiera llegado. Pero no solo las recibió, sino que me hablaba con entusiasmo, como si realmente quisiera conocerme. Y eso fue muy aliviante.
Entré a casa con la carta abrazada al pecho, acaricié distraidamente al sr. Michu y me dejé caer en el sofá, soltando un suspiro.
—No estás sola, Elizabeth, él quiere conocerte. — me dije a mí misma.
Me quedé durante unos minutos recostada en el sofá, había caminado demaciado hoy y mis piernas aún dolían. No pude evitar leer la carta otra vez, y empecé a escribir una respuesta. Michu se acostó a mi lado, apoyando su cabeza en mi abdomen.
—¿Debería responderle ahora mismo—le pregunto a mi gato, quien solo me observa. — Tu solo quieres tu comida, ¿no es así? —pregunto acariciando su cabeza, y él maulla. Me pongo de pie con él en brazos y le doy de comer. Cuando iba a regresar al sofá noté que en la maceta de la sala había un papel.
¿Otra carta? Pensé. Y me acerqué a tomarla.
Esta era distinta, no era la letra de Dagan, ni alguna que conociera, la letra era cursiva y desprolija. La leí.
“Hola a quien sea que le llegue este papel, si estais leyendo esto, significa que sois otros elegidos, igual que yo.
Mi nombre es Mateo, hace un tiempo estaba con mi esposa en España cuando todo comenzó, estabamos buscando tener hijos, pero ella enfermó de un día para el otro, y en cuestión de semanas la vi partir en mis brazos.
Hace un mes me harté de quedarme en aquella casa, tomé todo lo que pudiera necesitar y emprendí viaje. Me he encontrado con un niño, casi se siente como si fuese el destino disculpandose por arrebatarme a mi esposa y a ese bebé ue no pudimos concebir.
Nos encontraremos viajando por las costas, tengo un yate, suministros, y de vez en cuando vamos a tierra firme. Llevamos dos semanas de esta forma.
Buscamos señales de vida, cualquier cosa, a cualquier persona.
Así que, si leeis esto, espero su respuesta.
Saludos cordiales, Mateo”
Terminé de leer con una sensación de opreción en el pecho, su historia logró ponerme sensible, además de que, se acercaban esos días del mes, y mis hormonas estaban alborotadas.
No imaginaba el miedo que debió pasar ese niño estando solo tanto tiempo, ni el dolor que debió sentir ese hombre al ver morir a su esposa entre sus brazos. Sollozé, todo esto se sentía tan injusto.
Escribí una carta para Dagan, contándole todo, también le envié la carta de Mateo. Y escribí una respuesta para el hombre, tenía la esperanza de que la reciba, le envié mis buenos deseos de que encuentre a más personas en su viaje. Después de escribir ambas cartas salí al jardín, la brisa de la tarde acarició mi cabello. Me arrodillé frente al árbol, clavé un pequeño hueco y coloqué ambas cartas, luego lo tapé ligeramente.
—Llévalas, por favor... — susurré, sabiendo que la tierra haría su trabajo como mensajera. Cuando volví a entrar a casa, el sr. Michu ya había comido, y se encontraba recostado en el sofá. Lo tomé entre mis brazos y fuicon él hacia el cuarto de mamá, lo había hecho mío desde que todo esto ocurrió, es algo así como... mi lugar seguro, como un ancla, que me impide olvidar todo lo que fue.
Esa noche me costó conciliar el sueño, pensando en quienes más podrían estar por ahí, ¿habrían más niños solos que necesitaran ayuda?
La preocupación por ellos era abrumadora, incluso sin saber siquiera si estaban en algún lado o no. Los niños de que habían aparecido en un sueño aparecieron vagamente en mi mente antes de dormir, como si mi subconciente quisiera darme respuestas que no comprení en ese momento.
Finalmente me dormí acurrucada al sr. Michu, con la esperanza de que mis cartas lleguen bien y la promesa de seguir pensando en esto luego.