Apenas las palabras salen de mis labios, miles de emociones pasan por esos hermosos ojos azules que ahora están atravesando mi alma mientras me observan. Rezo porque Derek no me eche de su casa después de esto, igual no lo permitiría, él va a escucharme así tenga que amarrarlo a una maldita silla para que lo haga y más, después de haber visto esa escena por aquella ventana.
―¿Por qué, Gabriel? ―La pregunta me tomo desprevenida. ¿Qué quiere decir con Por qué?
―¿Por qué, qué? ―digo en un susurro, ambos seguimos en el suelo, estoy bastante segura que debo verme desastrosa con tierra en mi rostro y cabello.
Sus ojos me escrutan de tal manera que el pulso en mi cuello se dispara y mis manos están sudando. Estúpido castaño, ¿cómo es posible que pueda ponerme así con solo verme? Al final, Derek se levanta y comienza a caminar en círculos cual león enjaulado. Sus manos viajan una y otra vez a su cabello dejándolo perfectamente desordenado. Estoy bastante segura que está decidiendo si me atenderá o me sacara volando de su casa. Decido que antes que pueda inclinarse por la segunda opción, es mejor dejarle claro que no me iré sin hablar.
Apoyo ambas manos en la tierra y me dispongo por fin a levantarme del suelo y de paso recoger mi dignidad que estoy bastante segura quedó enredada en aquellos arbustos cuando me lancé. Antes de poder ponerme en pie, dos manos aparecen en mi campo de visión, mi cabeza se inclina para encontrarme con Derek. Observo mis manos llenas de barro y niego con la cabeza, lo voy a terminar ensuciando todo. Sin preguntar sus manos se ciernen en mis muñecas y con delicadeza me levanta del suelo.
―¿Por qué me estás buscando? ―Derek no ha soltado mis manos, su cuerpo está muy cerca del mío haciendo que todo en mi cerebro haga corto circuito―. Me dijiste que me alejara de ti. Entonces ¿Qué haces aquí?
Es cierto, hace unos días en el lago le pedí que se alejara y bueno no estoy exactamente poniéndolo distancia viniendo a su casa para espiar por su ventana… Oh Dios mío, soy una acosadora. Al pensar en eso, una pequeña sonrisa tira de mis labios. Al final el idiota si va a tener razón.
―Me equivoqué ―digo en un susurro, e inmediatamente su ceño se frunce, así que continúo antes que me interrumpa―. No quiero que te alejes de mí Derek. Quiero que me dejes entrar en tu vida, como yo te dejé entrar en la mía.
Él entiende perfectamente a que me estoy refiriendo. Quiero saber lo que le ocurre, necesito saberlo; sus cambios de humor, sus ojeras y las faltas constantes a clase están por volverme loca. Además, él está ayudándome a resolver mis problemas, lo justo sería que me deje ayudarle con los suyos.
Derek da un paso hacia atrás y cierra los ojos con fuerza, sus manos se hacen puños mientras trata de nivelar su respiración. No me gusta verlo así, es como verme a mí misma encerrada en otro cuerpo. Cuando has vivido tanto tiempo con dolor, es fácil reconocerlo en alguien más. Puede cambiar de piel pero su esencia siempre lo delata. Me acerco en silencio hacia él y cierro mis manos sobre las suyas, en un intento de tranquilizarlo.
»Déjame ayudarte, Por favor… ―Sus ojos se abren y puedo jurar que esta es la mirada más triste que alguien me ha dado en mi vida. No reconozco al chico frente a mí, no hay nada del jovial, coqueto y duro Derek, este chico es pura fragilidad, es dolor y es… real.
Sin pensarlo dos veces llevo mis brazos alrededor de su cuerpo y lo rodeo con ellos. Mi rostro queda escondido en el hueco de su cuello. Puedo sentir su cuerpo tensarse un instante bajo mi tacto, pero luego me rodea en brazos y su cabeza descansa sobre la mía.
―¿Qué voy hacer contigo, pequeña? ―Un escalofrío recorre mi cuerpo al sentir su aliento en mi oreja y sé que él lo nota. Pero no me separo, de alguna manera esto es un avance.
―Podrías confiar en mí y decirme qué es lo que pasa ―digo sin separarme de su cuerpo.
Escucho a Derek soltar un suspiro, siento como su agarre sobre mi cuerpo se aprieta un poco antes de separarse de mí. En este momento los nervios sobre todo esto yéndose a la mierda me invaden; no voy a irme sin una respuesta, no puedo. Y creo que él se ha dado cuenta de eso, pues niega con la cabeza y una pequeña risa cansada brota de sus labios.
―No vas a rendirte hasta que te lo diga, ¿no es así? ―pregunta. Y niego en respuesta.
Derek me queda observando por unos segundos que me parecen años, hasta que por fin toma mi mano entre la suya y camina conmigo hasta el porche de la entrada de su casa. Me indica un sillón para que me siente y lo hago, mientras él se recuesta en la baranda frente a mí.
El silencio se ha instalado entre los dos, Derek parece estar buscando la manera adecuada de iniciar, así que le doy su tiempo. Yo más que nadie, entiendo perfectamente lo difícil que es abrirse con las demás personas, así que si él necesita toda la noche para organizar sus pensamientos, entonces yo esperaré.
Después de varios minutos en los que ninguno de los dos dice nada, Derek se aclara la garganta y desvía la mirada hacia el interior de la casa.
―¿Qué viste por la ventana? ―pregunta en voz baja, pero firme y yo agarro con fuerza el cojín que tengo en las piernas.
Trato de organizar mis pensamientos para responder con claridad a lo que me pregunta y no decir nada que pueda hacer que se cierre. Otra vez.
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Editado: 18.05.2023