Inesperadamente Usted

CAPÍTULO 2: LA ESPINA

-Voy a formar equipos de 3 personas al azar, conforme salgan sus nombres reúnanse con sus compañeros (dijo el profesor). Daniel, Luis, Antonio ustedes son el equipo uno. Yaolin, Alejandro y Maeve son el equipo dos. Equipo 3: David, Joel y Jesús…

Prácticamente así fue que nuestras vidas se cruzaron en lo que yo creí era el destino perfecto. Dejé de llevarme el automóvil a la escuela porque a partir del segundo semestre tendría laboratorios por la tarde, sumado al trabajo en equipo con Yaolin y Alejandro. De poco me fui adaptando, aunque solo me dirigía a Alberto. Yaolin se fue acercando a mí, comenzamos a conversar, nos hicimos amigos y guardé cuanto pude mis sentimientos por él.

A mi vista seguía siendo el hombre perfecto al que me límite a observar el semestre pasado. Ahora el también dejo de llevar su auto y comenzó a tomar el mismo autobús que yo, aunque no el mismo camino. Descubrí que él vivía en otra ciudad dentro del mismo estado y todos los días regresaba a su casa, que el autobús que yo tomaba lo conectaba con el único autobús que llegaba a su ciudad. No era muy lejos prácticamente era la misma distancia que a mi casa y con el continuo crecimiento de la ciudad era para el más rápido llegar a la universidad que para mí.

En cuanto a la tarea, él no era tan inteligente como Alberto y como yo pero el simple hecho de ser hombre le daba una ventaja sobre mí, en la que delante de nuestros profesores yo era solo una alumna más que se aventuró a estudiar una ingeniería y que su capacidad intelectual "no contaba" pues probablemente sus compañeros le hacían el trabajo intentando "quedar bien".

Debo confesar que me incomodaba que nadie fuera del grupo conociera mi valor intelectual pero estaba totalmente feliz de estar con él. Tanto que a final del semestre estaba lista para confesar mi amor. Pero cierto día algo pasó:

-Hola Maeve (dijo Yaolin). Estaba pensando que como el viernes no tenemos ningún laboratorio y casi nada de tarea, tu y yo podríamos salir a tomar un café o al cine.

Y mi corazón se salió de control se veía algo imposible que el chico que me gustaba me hubiera invitado a salir no podía contener mi emoción y por supuesto dije que sí.

Lo que verdaderamente no podría adivinar era la serie de tormentos y frustraciones que esa invitación me ocasionaría en un futuro no muy lejano. Pero en ese presente solo quedaba una cosa. Y era disfrutar del amor como si estuviéramos entrando a la adolescencia, aunque este durara menos que un amor de secundaria.




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