Los días sin el profesor trascurrían tan lentamente, que me aburría fácilmente así que comencé a seguir diariamente a Daly al hospital.
— Tú no eres una mujer dependiente Maeve— dijo Daly— De algún modo me decepciona lo dependiente que te volvió Gideón en menos de seis meses. Vuelve a casa son las siete de la mañana y es domingo. Tengo entendido que aun te quedan tres días antes de salir de vacaciones.
— El profesor no me volvió dependiente, es solo que he estado tan ocupada en mis clases que perdí el contacto con mis amigos— respondí justificando mi soledad.
— Hermanita seguro que cualquier persona entendería que tu amistad no requiere contacto excesivo. Además se de alguien se morirá por conocer los detalles de tu ilícito romance. Aunque sea domingo y el sol aun no salga.
— Veré si Luisa está despierta.
— Toma las llaves del auto, te llamaré cuando debas venir por mí— dijo Daly mientras extendía su mano.
Caminé hasta el estacionamiento mientas llamaba Luisa, cuando escuche una conocida voz dirigirse a mí.
— Tiempo sin verle, señorita intelectual.
— Solo han pasado unos días, David— respondí.
— Los días que no te veo parecen décadas, en mis ojos.
Ese comentario, viniendo de alguien completamente lejano, me hizo materializar las advertencias que anteriormente escuché de Daly. Así que fingí una risa y me despedí.
— Tengo que irme, alguien me espera— dije.
— Parece que me tienes miedo— respondió.
— Alguien me espera— me limite a reafirmar.
Entre al auto rápidamente y cerré la puerta con seguro, luego comencé a avanzar. Antes de salir del estacionamiento y viendo que David seguía mi auto a lo lejos, puse mi cinturón de seguridad y seguí mi camino. Era la primera vez que tenía miedo de una persona y ni siquiera sabía de qué. Llegué a casa de Luisa totalmente agitada que sentí que no tenía cabeza para hablarle de mi enamoramiento. Luisa me recibió somnolienta, en pijama y con el cabello completamente desordenado. Pero al verme asustada todo el cansancio en su rostro desapareció.
— ¿Por qué estás tan agitada?— pregunto Luisa.
— Hoy me persiguieron— respondí.
— ¿Esa belleza que tienes por profesor?— respondió coqueta.
— Hablo en serio Luisa, siento que alguien me sigue.
— ¿Daly sabe de esto?
— Supongo que no.
— Bien vamos a llamarlo y nos turnaremos con tu profesor para que no estés sola en ningún momento, sobre todo en los lugares donde sueles encontrarlo. Ahora dime, ¿cómo vas con la escultura que tienes como profesor? Tú eres sumamente respetuosa con tus mayores y aun así lo llamaste por su nombre así que intuyo que pasó algo.
— ¡Luisa!
— Cariño, yo me encargo. Probablemente tu hermano te paso un poco de paranoia.
— ¿Crees que solo sea eso?
— No lo sé, nunca vi a ese tipo y no minimizaré tus inquietudes. Así que te prepararé algo de desayunar y cuando sea el momento iremos a tu casa. Creo que si el hospital es donde te persigue no deberías visitarlo.
Luisa tenía razón aquel lugar era básicamente el único donde David parecía tener un comportamiento tenebroso, o bueno solo lo vi en el hospital y en la universidad.
— También debes contarme que pasa con tu profesor.
— Primero quiero saber si estoy loca yo o David.
— Esperaré pero no mucho.
— Tengo una idea…
— ¿Qué idea Maeve?
— Persigámoslo nosotras. Toma tus cosas iremos al hospital en tu auto...
Hice una pausa al verme en un espejo a la distancia, mi sencilla apariencia era algo fácil de reconocer para él al igual que mi peinado. Necesitaba verme distinta para no destacar en su visión. Y al ver a Luisa supe exactamente qué hacer.
—Espera un momento… Necesito verme igual a ti— dije.
— ¿Por qué no soy yo quien lo persigo? Si te da miedo que te vea— respondió Luisa.
— No es eso, es que quiero seguirlo sin que él se percate que soy yo. Pero quiero ser yo quien lo siga.
— Está bien. Te prestaré algo de ropa y voy a intentar hacer algo con tu cabello ¿Tienes algo en mente? Sabes te he imaginado muchas veces con falda.
— ¡No usaré falda para vigilar a alguien!
— De hecho tengo unas extensiones que se verían fenomenales— dijo Luisa eufórica— Siempre fue mi sueño…
— ¿Hacerme un cambio de imagen para acosar a un acosador?— dije sarcástica.
— No para eso
— ¿Sabes qué? Mejor vámonos así, nos iremos en tu auto.
— No me puedo ir sin maquillaje, tengo una reputación que cuidar.
— Daly no sabrá que fuimos antes a menos que sea necesario.
— ¿Daly?— dijo Luisa— No me refería él.