AVELINE
Mi mentón está apoyado sosteniendo el instrumento sobre mi hombro mientras mis dedos sostienen el arco que flota sobre las cuerdas sin emitir sonido alguno, trago al ver que sus ojos me observan. Vuelvo a leer la partitura donde las notas me indican el camino a tocar, sentado delante de mí con el violín sobre sus piernas la incomodidad se hace presente. Quiero ser tan buena como él, demostrarle que estoy preparada para tocar en la orquesta, probarle que puedo con la presión y la perfección que le exigen, ser la niña más joven en tocar.
—Que ocurre ángel –muerdo mis labios sin quitar el violín de mi hombro—, fallar es de humanos, si te equivocas solo puedes seguir hasta mejorar.
—Es difícil –murmuro viendo la partitura—, no creo que pueda.
—Dedos –los pongo sobre la primer nota—, arco – raspo las cuerdas—, dedos –cambio de nota y sin que siga diciéndome los pasos que conozco de memoria sigo con la canción leyendo la partitura.
Nota a nota me hago dueña de la canción, fallo, continuo, error y sigo, sin atreverme a parar con su semblante serio, sus brazos cruzados y sus ojos cerrados escuchando cada nota. Mis dedos tiemblan, calmando mi respiración, continuo, inhalo cambiando mis dedos de posición y exhalo al pasar el arco por las cuerdas, conozco como suena cada nota, como es la canción, pero tocar su canción es un privilegio que me altera cuando no le doy el debido respeto que merece.
—Detente –bajo el violín y el arco viendo como abre sus ojos sin emitir emoción alguna a lo que acaba de oír—, tomate un descanso estas nerviosa.
—Pero, puedo no es...
—Descansa lo hiciste bien para ser la primera vez –me corta haciendo que deje el violín sobre la silla detrás de mí y salga de la habitación.
Perfección, nada de nervios, si no puedo manejar un ensayo con mi padre como se supone que me enfrente a una multitud donde un simple error puede arruinarlo todo, no hay lugar para fallar, mis manos tiemblan presiono en puño y estiro mis dedos intentando deshacerme del incomodo temblor. Inhalo, exhalo, sacudo los hombros, estiro los brazos y muevo mi cuello de lado a lado eliminando la pesadez sobre mis hombros, entrar a la sala de ensayo siempre es una prueba, él sabe lo que quiero, pero no me lo hace fácil, me conoce, sabe de lo que soy capaz y cuando domino una partitura, otra más difícil ocupa su lugar.
Abro la heladera tomando jugo viendo que el bolso de mama ya no está donde lo había dejado, la mano de mi padre se posa en mis hombros dando suaves presiones para quitarme las tensiones de encima, besa mi cabeza, papa siempre fue quien me conoció. Trata de distraerme con la idea de la cena, aunque no tiene que aparentar nada cuando sé que mi madre volvió a salir dejándonos solos como si no importáramos, pido pizza quitando el imán de la heladera dejando que elija mi sabor favorito.
Me siento en la banca observándolo reír cuando confirma el pedido que adivinan tras oír su nombre, rio con él siendo normal que dos veces en la semana pidamos pizza al mismo lugar y el pedido sea igual en cada llamada. Vuelve el imán a la heladera y lo veo buscar los cubiertos para comer, ya no menciono la ausencia de mama, conozco las excusas que le da: trabajo, salida con las chicas, la abuela muerta, su hermana que no tolera, no quiero lastimarlo por su culpa. La verdad siempre resulta ser la misma el nuevo novio de mama, no entiendo porque no se separan y me lleva con él, creo que si le dijera lo que ella hace cuando no está aceptaría llevarme y vivir conmigo sin su existencia, pero la ama a pesar que ella lo ignora.
—Te gustaría acompañarme al ensayo mañana —asiento complacida de ver a la orquesta tocar, conociendo que sacarme de casa temprano es su forma de que no la vea.
Abro los ojos encontrándome en mi cuarto, resulta extraño volver a casa de Owen tras haber pasado toda la semana con Tadeo, el solo hecho de volver no me agrada, principalmente por tener que verle la cara a Sarah y su vida feliz con Angus. Me enferma, desearía que hubiera muerto, sin embargo, su perdida se siente como abandono, la única persona que estuvo en todas mis primeras veces no puedo verla.
Me saco el antifaz enredado en mi cabello mientras la frustración nace en mis ojos permitiendo que las lágrimas humedezcan mi rostro, respiro hondo viendo a Byron abrir la puerta y entrar para subir a mi cama apoyando su cabeza en mis piernas. Owen está loco si cree que me desahogaré con su perro, aunque no está de más admitir que el dóberman sabe cuándo alguien necesita su compañía y el silencio despejando todo tras acariciar su suave pelaje.
Observo la puerta donde Owen está apoyado con el plato de Byron que hace sonar llamando la atención del perro que se levanta corriendo a su lado, apoyo los pies en el piso viendo a Owen bajar la comida y entrar ocupando el lugar del perro. Se sienta a mi lado en la cama apoyando su mano en mi pierna mientras me dejo caer contra su hombro, un bostezo me invade, desde que me mude a esta casa todo vino en picada, con ello la vida que tenía.
—Soñé con papa–murmuro recibiendo el abrazo de Owen—, está mal que aún le desee la muerte a Sarah.
—Es tu madre Aveline, por más que a veces quiera lo mismo con Angus soy incapaz de hacerle daño.
No opino lo mismo, creo que de tener la oportunidad desaparecería a mi madre de mi vida, no puede comparar nuestras situaciones cuando jamás sufrió el abandono de nadie, distancia, distancia es lo único que tiene. Pero su padre, claramente lo quiere y le perdona todo al hijo impertinente que tiene, creo que la única razón por la que me permite estar fuera de casa es para que no discuta con mi madre y me vuelva a meter a la cama de su hijo.
—¿Por qué será que ninguno aguanta a sus padres? —pregunto separándome de él y verlo a la cara.