OWEN
Freno en seco en medio del patio dejando las llantas marcadas en el césped, bajo y rodeo el auto abriendo la puerta de Maia, tomo su brazo obligándola a bajar, me abofetea, contengo su enojo sabiendo que traerla a mi casa le trae recuerdos que no quiere revivir. La acorralo contra el auto y tomo su mentón viendo el golpe de Aveline dejo marcada su mano, sus ojos me observan con rabia y hace un gemido cuando presiono con mi pulgar su mejilla enrojecida, parece que en cada pelea ambas están dispuestas a matarse sin dar vuelta atrás con ello.
—Tengo a la arpía enloquecida y no pienso abandonarte de nuevo por culpa de ella –la encaro soltándola.
—No tengo nada que ver en su locura –espeta empujándome para apartarse del auto y pararse a ver mi casa—, porque no pudiste dejarme.
—Porque no tienes nada que ver en esto –le aclaro apoyando mis manos en sus hombros—, exactamente por eso no quiero que estés sola lastimándote por su culpa.
Caminamos hasta la casa donde al entrar encuentro el desastre del huracán Aveline el perchero tirado, el jarrón de flores que su madre se encarga de mantener vivo destrozado y las rosas desperdiciadas en el piso, los cojines tirados sobre el agua, las cortinas arrancadas, y los gritos provenientes del piso superior sonando a todo pulmón. Ignoro el desastre que es la sala para encontrar a Marta tomando las cosas para limpiar, dejo a Maia en la entrada y tomo las cosas de sus manos sonriéndole a mi antigua nana que me acaricia el rostro.
—Ayuda a Junior yo me encargo del desastre acá abajo.
—Y yo pensando que de grande serias más tranquilo –me abofetea con cariño provocándome una sonrisa—, que equivocada estaba.
Me entrega el trapeador y los guantes para no cortarme antes de voltear y ver a Maia, quien se rasca incomoda el brazo, viéndonos, intercala su mirada de uno al otro. Desde que dejo de cuidarme solo se encarga de vigilarnos y mantener en orden la casa por lo que confesarle lo que paso con Maia en un estado de borrachera junto a Tobías que se encargaba de traducirme y mostrar fotos de la mencionada, creo que sería extraño que no la recuerde.
—Te presento a Maia la novia de Junior –aclaro, ambas me miran sorprendidas.
Usar la palabra "novia" me crea un mal sabor en la boca, pero lo ignoro siendo una realidad que no puedo cambiar, tuve mi oportunidad y aunque trate de ir tras ella infinidad de veces Junior llego para sacarla del abismo en el que la sometí. No puedo hacer como si nada paso, no puedo estar cerca de ella cuando todo lo que pasamos vuelve a mí, duele despedirse de alguien, pero lo que más duele es decirle adiós a un imposible que pudo ser, palmeo el hombro de Marta quitándola del trance que sigue mirando a Maia dejándonos solos cuando sube las escaleras.
Le indico a Maia que me siga a la cocina, veo por la ventana a Byron acostado en una tumbona en el sol, no sé qué esperar de tenerla de nuevo en mi casa la fiesta, su rostro, el miedo, la decepción, la vergüenza todo lo que le hice pasar aquella noche se reproduce en un bucle interminable. Oigo el ruido de la silla y volteo a ver a Maia sentarse con la vista fija en mí, ambos nos debemos una conversación real y honesta de lo que paso, siempre la postergamos y volver al origen de nuestra pelea parece traerla.
—Junior no es mi novio –hago una mueca observando como su vista se pierde en sus manos bajo la isla.
—Me pareció lo más lógico cuando se comportan como tal –aclaro.
Me separo de la encimera sacando del congelador hielo, me siento frente a ella, no quiero verle la cara a ninguno de los dos necesito un lugar tranquilo en el que Maia no me aparte, donde Junior no esté en medio y en donde Aveline no se entrometa, me paro frente a ella levantando su rostro y ver la marca de los dedos en su mejilla izquierda. Bajo su atenta mirada aplico frio, no sé cuántas veces presencie peleas entre ellas acabando a golpes, rasguños y gritos donde atacaban como fieras desesperadas sin dar tregua a la otra, no termino de comprender el origen de todo el odio entre ellas ya que cuando las conocí ya existía la rivalidad viéndome enredado al elegir estar con mi nueva hermanastra.
—¿Puedo saber que le paso a la arpía? –pregunta a lo que apartando mi mano me separo de ella—. Antes de que llegaras el rubio estaba precavido y tu cara parecía anticiparse.
Tomo su mano intentando encontrar las palabras adecuadas para contar la inestabilidad que pasa Aveline, odia que los demás conozcan lo que atraviesa, que descubran la mierda que paso, aun así, creo que meceré saber el porqué de su reacción. Observo con detalle sus dedos entumecidos, tomo aire perdiéndome en sus ojos donde un mar de preguntas, dudas y gritos me atacan sin saber que quiere realmente, presiono el hielo en su mano midiendo que palabras puedo usar.
—A Aveline le gusta la perfección –digo lo obvio notando como enarca sus cejas—, su padre le obligaba a que cada cosa que hiciera debía ser perfecta y cada oportunidad que tenía debía usarla para mejorar.
—Su perfección viene de la exigencia de su padre –asiento mordiéndome el labio.
—Cuando le dijiste que no hicimos nada ella asumía que traicionaba a su padre, que no podría mejorar y fracasaría como su madre –la observo, corro un mechón de su rostro apoyando mi mano en su mejilla sin romper el contacto de sus ojos—. No te pido que te controles, ni sientas lastima por ella, pero como todos estos años te pido que me dejes manejarla y si pido que no te metas, cierres la boca.
Parpadea sin dejar de verme, siento la necesidad de acercarme, pero sé que solo causaría daño cuando todo lo que necesita es que me aleje y la deje en paz, no puedo, no puedo cuando sus ojos me observan, sus labios entreabiertos me llaman y lo que tanto trato de sostener se derrumba en un instante. No puedo permitirme caer en viejos patrones, Aveline tiene razón soy un cobarde, pero no puedo joderla por la ilusión de tener algo que jamás pudo ser, estábamos destinados a terminar mal por lo que tener el mínimo respeto y trato debería ser suficiente, aunque se sienta incorrecto.