Su vida transcurrió monótona y fría, sin nadie en esa mansión que le preocupara como se sentía, como amaneció, que necesitaba... Lo único que le alegraba la vida era la criatura que se gestaba dentro de ella y saber que su hermana estaba bien, que seguía estudiando. Aunque no le agradó saber que trabajara de camarera en las noches aunque era uno por uno,(un día trabajaba y el siguiente descansaba), pero comprendía que necesitaba el dinero y ella no podía ayudarla más, al menos se comunicaban con frecuencia. Todos los días se llamaban o se escribían mensajes de texto. No era lo mismo pero así era la vida actual. Después de vivir siempre jutas ahora se interponía la distancia. Se arrepentía de haberse casado y dejado atrás su país pero seguía adelante por su hijo. Su vientre fue creciendo con el paso de los meses como es natural.
Una mañana, cuando tenía ocho meses de embarazo, estaba sentada en la sala, en un balance cómodo porque con su barrigón le incomodaba sentarse en los demás muebles; algunos eran muy bajos y otros muy rígidos. Allí en el portalón corría una briza fresca y agradable que la refrescaba y la relajaba. De pronto vio entrar al medio hermano de su esposo. Se quedó muy quieta. Desde el día de su boda no lo había vuelto a ver. Su penetrante mirada la taladró, por un breve período de tiempo se quedaron así, solo mirándose hasta que él rompió el silencio con su profunda y seductora voz varonil.
-Buenos días, Nayely.
Saludó educado el recién llegado.
Escuchó tan especial su nombre con su voz tan varonil y su timbre ligeramente ronco, fue como si acariciara cada letra con sus carnosos labios. Su corazón latió alocado, galopaba en su pecho en una carrera desenfrenada, el pulso se le disparó, su respiración se había vuelto agitada y su mente se quedó en blanco o prefería que así fuera. Ese hombre provocaba reacciones extrañas en su cuerpo, sensaciones y sentimientos hasta entonces desconocidos. Cosas que nunca antes había sentido, que noquería sentir pero eran totalmente ajenas a su voluntad y la inquietaban, era como si su cuero cobrara vida propia quitándole el poder de autocontrolarse.
Ethan es hermano de tú esposo, tío de la criatura que llevo en el vientre.¡qué te pasa idiota!.
Se humilló a si misma con sus pensamientos y con voz que pretendía sonar segura, pero sin lograrlo del todo, le preguntó-¿Que le trae por aquí cuñado?-ignorando el saludo formal y la cortesía.
-Estoy aquí porque necesito hablar con Marcus.
-Durante todo el día está en la empresa, nunca regresa hasta después de la 5 p.m en adelante.¿No estuviste primero por allá?
A pesar de lo que le provocaba y su nerviosismo, su voz salió casi serena y normal, quizás muy dura y altanera. No era su intención pero era el escudo tras el cual ocultaba lo que sentía y no quería sentir...
-Por supuesto, no me gusta incomodar, pero me informaron que no estaba... -se detuvo como meditando y continuó después de un suspiro frustrado- supuse que estaría aquí.
-No, aquí no está... ¿vas a hablar con el señor o la señora?
-¿Señor o señora?-preguntó incrédulo por la forma de referirse a sus suegros.
No era normal que con casi un año de casada, próxima a dar a luz y viviendo con su padre y su madrastra todo ese tiempo, esa inocente criatura que veía ante sí, tan frágil, tan hermosa en su maternidad; aún los tratara como a extraños o como si ella fuera una empleada más de los ″señores‶ pensó la palabra con ironía. De Martha Mónica no le extrañaba nada, era una señora superficial, apegada a las tradiciones que siempre se acomodaban a su conveniencia, refinada, autoritaria e hipócrita; pero que su padre se prestara también a tratar a la joven como si no fuera de la familia era inadmisible. No le iba a perdonar que denigraran a la madre de su futuro sobrino.
Cuando veía cosas como esas agradecía por haber nacido un paso fuera de esa familia, se alegraba de ser hijo ilegítimo, un bastardo como se llenaba la boca su hipócrita madrastra para referirse a él. No lo decía en todos los ámbitos, ni lo gritaba a los cuatro vientos porque se avergonzaba de la infidelidad de su esposo y entre menos conocieran la penosa historia mejor, penosa para ella porque él agradecía al cielo no llevar su misma sangre.
-Martha Mónica y Richard-corrigió avergonzada.
-Sí, te entendí, no fue mi intención incomodarte... no, no voy a pasar, de hecho estoy apurado y ya me debo ir-le informó pero sin moverse, la miró de arriba a bajo y ella enrojeció bajo su ¿inconsciente o consciente? escrutinio.
Él viento le llevaba su aroma exquisito, la embriagaba y se deleitaba. No quería y no debía pensar en él. Cuando saliera de la propiedad guardaría este segundo encuentro como el de la primera vez, muy en el fondo de su mente sin atreverse a traerlos a la memoria, aunque en los sueños unos ojos negros la perseguían y ella se debatía entre huir o correr a su encuentro... siempre despertaba sudada y nerviosa, más volvía a esconder los recuerdos y el sueño que se repetía una y otra vez como si fuera un déjà vu.
-¿Lo llamaste a su celular?
-Sí pero no contesta... quizás está reunido con clientes importantes. Ya sabes, los contratos mejores se firman en lugares agradables, la buena comida y un agradable ambiente estimula la aceptación de los términos y que todo termine para bien con la dichosa firma.-comentó para no causarle dolor por un marido que no le importaba compartir sus cosas con su esposa.
Por lo que pudo apreciar ella solo era otra más de sus propiedades, sentía pena por ella. En sus ojos se veía una sombra de tristeza, de vacío, de soledad... la misma que tenía la primera vez que la vio, ahora un poco más acentuada. La veía como una velita que se estaba apagando lentamente. Esperaba que el nacimiento de su bebé le regalara luz propia y que le diera alegría y brillo a esos ojos apagados.
Lamentaba profundamente no haber sido él quién la conociera primero, estaba seguro que dedicaría cada segundo de su vida para amarla y hacerla feliz...; pero era la esposa de su hermano así que tenía que apartar esa linda carita angelical y triste de su memoria, esos ojazos verdes profundos... Aunque desde que la vio por primera vez en el día de su boda no la había podido borrar de su memoria, se imaginaba que era porque sabía lo infeliz que iba a ser una criatura como ella al lado de un ser como su hermano, tan parecido a su madre. Deseó estar equivocado, deseó que el amor puro de esa joven lo cambiara pero ahora que la veía de nuevo, era imposible no darse cuenta de que no se equivocó.
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Editado: 11.05.2022