Infierno Escarlata

Capítulo 23

Milosh apartó la mirada, no quería estar frente a la persona que lo había engañado. ¿Cómo diablos habían ocultado algo así durante tanto tiempo?

Sentía impotencia y mucha decepción. No se sentía puro, y menos cuando su padre era el culpable de tantas injusticias.

Octabious y Nora… Nora Henderson, la madre de Edith.

—¿Es Nora mi madre? —dijo mientras empuñaba su mano para liberar las tensiones.

Edith escuchaba petrificada la situación, hasta que Alain la llamó desde lejos, dándoles espacio para que hablaran.

—Así es… —respondió Adeus—, te llevaron hacia nosotros y te acobijamos sin pensarlo dos veces, te lo otorgamos todo muchacho.

Milosh se rehusaba a admitirlo, era imposible, una pesadilla de la que no podía despertarse.

La familia que por mucho tiempo lo había cuidado ya no era la misma, todo a su alrededor se desmoronaba; y en su interior también.

—Y estoy agradecido por habérmelo dado todo, pero me enfurece pensar que lo ocultasteis durante tanto, ¡no confiasteis en mí!

La noche se tornó tajante.

—Hijo…

—Cállate. No insinúes esa palabra ante mí —exclamó Milosh—, a partir de hoy ya no dependeré de ti. Me voy.

Se levantó sin darle oportunidad de responder a Adeus. Quería marcharse, quién sabe a dónde, pero luego de aquella noticia no volvería a poner un pie sobre el lugar.

Daba pisadas toscas que se convertían poco a poco en un trote.

Era una bomba de sentimientos encontrados a punto de estallar, y quería alejarse para no dañar a quienes quería. El sol empezaba a salir, habían estado toda la noche conversando.

—Milosh, ¿hacia dónde te diriges? —Se escuchó una voz familiar. Dándose la vuelta, pudo corroborar que se trataba de la pelirroja—, ¿has de marcharte tan tempranamente? Recién llegáis esta noche.

Edith se acercó con una sonrisa, y lo envolvió en un abrazo.

—E...Edith

—Solo abrázame.

Permanecieron durante minutos ahí, inmóviles. No se dijeron nada, pero sintieron como todo fluía.

Milosh estaba nervioso, pero no se dejaba mostrar. Edith, en cambio, estaba convencida de que la noticia no era mala, mas bien, era liberadora.

Y a pesar de su angustia por perder a la mujer que tanto la ayudó, no se detuvo.

—Hemos crecido mutuamente —dijo—, luchado contra fieras, guardado secretos y valorado tal y como somos —suspiró—. Milosh, si no fuéramos hermanos, habría de tratarte como uno, hasta el final de mis días.

—Aún no lo creo Edith. —Dio una pausa para corregir lo dicho—, digo… hermana. —Los dos soltaron una carcajada al unísono.

Y fue ahí cuando Edith le lanzó una pregunta difícil.

—Milosh, ¿serás parte de esta rebelión? Debemos cobrar venganza por nuestros seres queridos. —Pensó inmediatamente en Aria.

El chico se dio cuenta. Tenía razón, era su padre, pero jamás le había dado nada: no lo conocía. Era perverso, y no se interpondría en la matanza, mas bien él ayudaría.

—Sí, lo haré.

—¿Lo dices en serio?

—Por supuesto Edith, ninguno de nuestros padres ha dado nada por nosotros. Jamás nos cuidaron, ¡nos abandonaron! —Esbozó una sonrisa—, necesitamos despojar a mi padre y darle una muerte digna de un maltrecho como él.

Edith sonrió y tomó su mano en señal de apoyo.

—No únicamente a Octabious, también a Katerina.

—Esa mujer envió verdugos a que nos asesinaran, también debe ser castigada.

Edith no conocía ese dato. Jamás se enteró de que Katerina hubiera sido la causante de tanta tragedia.

—Habrá de ser la primera en morir. Planearemos todo pasados los diez días.

—¿Por qué en diez días? —preguntó Milosh.

—Debemos hallar algo más antes del primer ataque —explicó—, tenemos mapas de una civilización oculta en el bosque… debo saber si anhelan unírsenos.

—¿Tanto tiempo nos hemos sepultado en las nieves de Arnau, que ignoramos el levantamiento de dos civilizaciones en el bosque? —A Milosh se le era imposible evitar la jaqueca.

—Los nuevos aquí somos nosotros —contestó Edith—. ellos optaron por refugiarse en Pocatrol hace décadas.

Era impresionante saber que había más pueblos en la región, cuatro en total ¿Por qué cuatro y no seis?

Restándole a esa cantidad las recientes bajas de Arnau y Austro que, tras el magnicidio de sus líderes, no se podían catalogar como tales.

—¿Y si atentan en nuestra contra? —exclamó el pelinegro algo desconfiado.

—No habrán de hacerlo, podremos convencerlos —replicó ella: era eso o nada, pues sin ellos, la futura guerra no funcionaría.

Edith sacó el mapa y se lo mostró. El chico lo miró, quedando boquiabierto.



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En el texto hay: fantasia, misterios, aventura epica

Editado: 20.07.2022

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