Infierno Escarlata

Capítulo 24

Mientras tanto, las cosas en la superficie eran distintas: nadie sabía el paradero de Edith y Erriel, y todos los estaban buscando…

—¿Aún no los encontráis? —Rompió el silencio Alain.

Estaba desesperado, ya había pasado mucho tiempo, no sabía dónde estaba, o si había muerto, y el sol comenzaba a esconderse.

—No, aun no encontramos nada —intervino Valak, saliendo detrás de unos arbustos.

—Ya es tarde, Alain, deberíamos volver a Racktylern. Esa pelirroja sabe cómo cuidarse, ha vivido mucho tiempo en este bosque —Melisende habló con un tono insinuante, acercándose al rubio con segundas intenciones, pero este se apartó.

En su corazón había espacio para una sola chica.

—Regresad, pero yo no, no puedo dejarla sola —contestó el rubio.

—Te apoyo, Alain —respondió Milosh mientras afilaba su espada—, la hube perdido por meses, no volveré a separarme de ella.

Ellos dos, junto a Rostislav que también se unió, se separaron del grupo para buscar.

Los restantes marcharon a Racktylern, dejando atrás a sus líderes.

Alain, Milosh y Rostislav recorrieron varias hectáreas de bosque, aún no encontraban nada.

Era de noche, y no tenían visibilidad, solo un poco de luz lunar.

Caminaron por mucho tiempo más, pero nada.

Y para colmo, sin bastarle a la naturaleza con aquella oscuridad, comenzaba a aparecer la niebla que tanto caracterizaba al bosque de Pocatrol.

—Esto está siendo en vano, no los encontraremos con esta neblina —dijo Alain.

—Tienes razón, habrá de ser difícil si sigue creciendo —bufó el príncipe.

—Descansad si así lo deseáis, no os preocupéis, yo la buscaré —replicó Rostislav.

—Será más fácil si nos dividimos y buscamos los tres —dijo Milosh. Los otros dos asintieron, y comenzaron la búsqueda.

Todo en la superficie era caos, pero había algo que los jóvenes no tenían en cuenta, y era que la persona a la que buscaban, yacía debajo de ellos.

En Mithanur la noche era tranquila, tenían morteros donde encendían grasa animal para hacer luz. Edith y Erriel descansaban en una galería, y fue hasta ese entonces que la pelirroja se percató que había abandonado a sus amigos hace casi un día.

—Oh, no… ¡mi gente! —Se despegó de la cama en un salto—, me he olvidado, me he olvidado por completo —dijo angustiada.

La chica despertó a su amigo, se vistió, tomó sus pertenencias y salió de la morada.

Corrió, atravesó los lagos, las estalactitas y las enredaderas. Y cuando casi salía, fue sorprendida por Blazh.

—Voy contigo.

—Blazh el líder no lo quie… —No pudo terminar.

—Voy contigo —insistió—, y otro grupo de jóvenes frustrados partirá a la mañana.

Edith lo miró con duda. ¿Era seguro romper la palabra de su líder?

—¿Cómo cambiaron de opinión? —preguntó la pelirroja.

—Los convencí —respondió—, una región no es salvada de la injusticia con tan pocas cabezas… los jóvenes debemos despertar.

El chico tomó su mano y juntos salieron del túnel. Erriel llegó en tres saltos, y cuando tocó el suelo del bosque, se erizó. Podía notar cierta vibra negativa.

Concentrado, el animal empezó a olfatear el rastro que los demás pudieran haber dejado. Era esencial para el grupo que Erriel estuviera con ellos: porque si no, se perderían con facilidad.

Mientras avanzaban, Edith y Blazh rasgaban la corteza de los árboles y dibujaban una flecha indicando el camino hacia Racktylern.

—Les dije que siguieran el camino —exclamó el bermejo—, estas marcas son invisibles, a menos que sepas que están aquí.

—Eres ingenioso, Blazh —sonrió Edith, y siguieron caminando.

El tiempo pasó, y para colmo, el rastro de olor se perdía. Les tocaba rezar para que la suerte estuviera de su lado.

—Encenderé una antorcha —dijo mientras recogía ramas y cortaba de su ropaje algunos retazos.

Con destreza logró encenderla, la luz ayudó mucho para que no se perdieran… gracias a la memoria visual, con la que Edith pudo donde había estado, fueron en busca de algún rastro indicador de que sus compañeros hubiesen estado allí.

Vieron huellas, pero no eran humanas. Parecían de caballo, pero un poco diferentes.

Dejando de lado los pensamientos en su cabeza, se adentraron cada vez más en el bosque, no sabían si estaban yendo por el camino correcto. Eran ellos tres, y nadie más.

El corazón de Blazh parecía emocionarse cada vez más. Pudo ver lo que era un árbol, sentir la frescura del pasto y tocar el rocío con sus pies. ¿Por qué nadie en Mithanur le hacía caso? Era la mejor sensación que podían sentir.

Y las ganas de ser libre lo impulsaron a continuar.

—Espero no se hayan olvidado de nosotros, y nos estén buscando —dijo molesta—, ¡¿Alain?! ¡¿estáis ahí?! —Era en vano, por cada grito que daba, su garganta se dañaba más, y nadie le contestaba.



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En el texto hay: fantasia, misterios, aventura epica

Editado: 20.07.2022

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