Infierno Escarlata

Capítulo 34

Un llanto se escuchaba a lo lejos, como queriendo pasar desapercibido. Los grillos y las ranas tapaban la angustia, pero cualquiera que pasara cerca podría percatarse de ello.

Racktylern era bonito, pero en la noche podía tornarse oscuro. Cuando los grillos pararon y las ranas se fueron a dormir:

—Maldito sea —suspiró Milosh—, ¿por qué hube sido tan cruel?

El duque intentaba evadir el sentimiento, pero se le era imposible: su padre, que en realidad no lo era, falleció de la forma más atroz que pudiera existir.

Y eso, en gran parte, le rompió el corazón a su hijo. Milosh no dejaba de pensar en aquel momento.

La sangre, los gritos y el dolor.

«Adeus... ¿por qué lo hiciste?» Se preguntaba el pelinegro, tratando de encontrar un motivo lógico.

Pero, aunque quisiera ocultarlo, él tenía más que clara la razón: Milosh lo mató lenta y dolorosamente.

«Porque el dolor de un hijo ausente es como un puñal en el pecho» recapacitó, volviendo a largar en llanto.

—Lo siento, en verdad lo siento —platicaba con la nada misma—. Fui cruel, padre, lo admito.

Y al admitirlo, se le vinieron a la mente los recuerdos de antaño junto a su familia adoptiva. No eran muchos, pero le servían de consuelo.

El tiempo pasó y Milosh casi se dormía, pero algo lo interrumpió.

«Toc toc, Toc toc»

Un golpeteo incesante en la puerta distrajo el luto del chico. Se secó las lágrimas y se colocó una bata por encima.

Cuando abrió la puerta:

—Buenas noches —dijo un pelirrojo—, ¿puedo pasar?

—Blazh. —Se quedó mirándolo—. Adelante.

Los muchachos entraron a la cabaña y empezaron a conversar:

—¿Puedo hacer algo por ti, Milosh? —preguntó, con una mueca de tristeza—. Lo lamento mucho por Adeus, creí que...

Y, sin poder terminar la oración, Blazh fue invadido por un abrazo. Milosh empezó a llorar desconsoladamente sobre él, empapando los ropajes del colorado.

—Le hube negado mi cariño, Blazh —suspiraba dolido—, le hube negado el cariño de un hijo. Y a pesar de sus falacias durante años, yo aún los quería como mis padres.

Blazh apoyó la cabeza de Milosh en su pecho.

—Tranquilo —contestó el pelirrojo—, es necesario que te perdones a ti mismo para poder superar esto.

—¿Cómo? —preguntó el pelinegro, secándose las lágrimas.

—Cometiste un error, Milosh, pero no podrás torturarte toda la vida por algo que ya está hecho —contestó, sincero—. Y que no tiene vuelta atrás.

Milosh comenzó a llorar en silencio. Su pecho punzaba, como si algo estuviera a punto de estallar dentro de él… y cuando pudo, lo asumió: Adeus estaba muerto, y no podía hacer nada.

El colorado acariciaba el cabello del duque, calmándolo poco a poco. Milosh se sentía demasiado exhausto, no tenía ganas de seguir platicando, pues prefería quedarse solo para poder desahogarse.

Y Blazh se lo impidió. Su cariño era gigantesco, y eso al duque le trajo de vuelta un pensamiento.

—Blazh. —Rompió el silencio Milosh.

—Dime.

—Con respecto a lo de hace unas horas, no puedo obviar... —quiso decir, pero fue interrumpido.

—Que estás arrepentido y no deseas seguir con esto —completó la oración—, lo sé, Milosh, tienes miedo.

Milosh se reincorporó, quedando cara a cara con el muchacho.

—No me refiero a eso —susurró—, me gusta y estoy confundido, pero temo que a los demás pueda incomodarles.

Blazh largó una sonrisita pícara.

—¿Ves a alguien aquí dentro más que a nosotros dos? —comentó risueño—. Porque yo no.

Blazh tomó a Milosh del brazo. Se acercó lentamente, para ver su reacción: y como el duque no se negó, depositó un beso en sus labios.

Milosh le devolvió otro beso, empezando así un vaivén de cariño y jugueteos.

—¿Deberíamos besarnos? —preguntó el pelinegro aún indeciso.

—Para ellos no —contestó Blazh—, pero lo hicimos una vez fuera de la choza... ahora estamos seguros.

Blazh llevó sus labios al cuello del chico. Empezó a besarlo de a poco, generando un cosquilleo en toda su espalda.

Las cosas fueron avanzando, toda la tensión se disipó con el pasar del tiempo. No dijeron nada más, no era momento de charlas. Entonces, a partir de ese instante, los besos, murmurios lujuriosos y risitas comenzaron a invadir la habitación.

Hicieron lo que debían hacer, porque podían. Eran inexpertos, sí, pero no les importó nada en ese instante. Su mundo externo pareció apagarse, quedando ellos dos solos, unidos por el cuerpo, por el placer y por las ganas.

¿Luego de terminar? Cayeron rendidos entre las sabanas, empezando a divagar hasta quedarse dormidos.



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En el texto hay: fantasia, misterios, aventura epica

Editado: 20.07.2022

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