La historia que voy a contar es sumamante cierta, sin embargo, no espero que intenten entenderme, ni mucho menos creerme, aclaro que lo que hice no fue un acto de locura, no estoy loco. ¿Acaso un loco hubiese actuado de la manera tan serena con la que actué yo?, o ¿acaso un loco hubiese sido capaz de hacer lo que hice yo?
Acepto que me porté con maldad; sí, fue eso, se apoderaron de mí el egoísmo y la perversidad; logrando que actúe de una manera paranoica, debido al impulso de este sentir que me atacaba con una fuerza capaz de destruir toda sensación de afecto hacia alguien, embargándome en un abismo oscuro donde se encontraba mi alma opacada por las llamas de este poderoso monstruo, ahora amo y señor de mi virilidad.
Solo pensé en inmolarla y que quedase en lo más profundo y oscuro del orco donde yo, después de esto me dirigiría.
Sí, cometí un delito, pero antes de pasar encerrado todo el tiempo en una celda parecida al oscuro punto donde se encunetra mi espíritu y que significaría una sentencia a mi cuerpo junto a él, elijo contar lo que hice sin tratar de justificarme, porque mañana moriré y prefiero contar mi verdad.
Yo quería a Beatriz, ella no me había dado motivo alguno para hacer lo que hice, pero como ya dije antes, actué invadido por una sensación putrefacta que me obligó a cometer tal delito. Ella era una joven hermosa, como la musicalidad de un poema compuesto por ángeles, o algo tan sencillo como la imagen de una radiante luna, protagonista de una dulce noche.
Despertó en mí, la alegría que no sentía ya hace mucho tiempo y de pronto experimentaba la sensación de eso a o que llaman amor. Sin ambargo, algo sucedió y, sin ella hacerme el más mínimo daño, destrozó la paz en la que me había refugiado, luego del karma que tenía detrás mío durante años, volviéndome incapaz de poder controlar mis istintos más salvajes y ateraadores.
Todo ese sentimiento cristalino, pero a la vez abstracto, tanto tiempo lejano, que empezaba a sentir, fue desapareciendo y regresaba a mi, ese demonio atacándome con la misma fuerza de un huracán.
Sería ese el inicio del fin.