Cuando volvió del futuro, Allen se posó en la pared mientras tosía y escupía sangre de la boca, tapándose la con la mano, pero aún así la sangre se filtró entre sus dedos.
—Debes estar de broma... esa... ese... lo que sea... me ha destrozado incluso usando mi Modo Desatado...
Mirando su cuerpo, Allen comprobó que la mayoría de sus heridas estaban abiertas. Si no fuera porque tenía una resistencia sobrehumana o su umbral de dolor fuera tan alto, ahora mismo estaría medio muerto.
—Primero Oscuridad, ¿y ahora estoy en otra dimensión? ¿qué quiere de mí el Antiguo Dios? De todas formas, ¿donde se supone que estoy? ¿Ciudad B? ¿Ciudad L? ¿En la Megalópolis 3?
Sin siquiera poder mirar más allá de la calle, fue agarrado del hombro y perdió parte de la consciencia. Allen solo notó un vértigo terrible, así como una presión en el pecho durante unos segundos, ya que cuando volvió en sí estaba encadenado en una plataforma. Alrededor de la misma había un número casi ilimitado de personas que lo miraban, entre ellos, Zeus, Odín y Ra se encontraban en sus respectivos tronos frente a Allen.
Antes siquiera de que Allen pudiera hablar, Zeus movió su mano, haciendo caer un rayo a su lado.
—Señor C, se te acusa de cometer el delito de allanar la morada de los dioses, así como de cambiar el flujo de la historia establecida al matar a Jormungandr, y por último, agredir al dios Ares.
Odín hablaba mientras Allen lo miraba confundido, sin saber si reír o llorar.
—¿Quién quieres que te defienda en este juicio?
Allen miró a Ra y alternó su mirada entre Zeus y Odín, así como los demás a su alrededor, fijándose que había ángeles volando. Su respuesta, en cambio, sorprendió incluso a Odín.
—Yo mismo.
Ra se aclaró la garganta, comenzando a explicarle a Allen las reglas que existían y lo que había infringido al matar a Jormungandr, así como al comenzar una pelea fuera del universo. Aunque Allen no le hacía caso ninguno, mirando que sus heridas habían cicatrizado y sanado por completo.
Mirando por el rabillo del ojo pudo ver a un ángel en particular, Miguel, que observaba el horizonte mas allá de lo que podía ver.
—¿Comprendes por qué es tan peligroso torcer la historia establecida?
Con la pregunta de Ra, Allen bostezó y, ejerciendo un poco de fuerza, rompió los grilletes en sus manos. Al hacerlo expulsó un poco de miasma azul, pero no fue algo que le importara mucho. Lo que no pensó fue que todos se quedaron en silencio al ver que rompía los grilletes tan fácilmente.
Allen solo se quedó mirando a Ra seriamente, esperando ser reprendido por lo que hizo. Aunque al contrario de lo que esperaba, nadie dijo nada, solo podía escuchar un silencio infinito roto únicamente por el suspiro de cierta persona, Miguel.
—Por eso Padre...
Mirando a Miguel, Allen se quedó pensativo alternando su mirada con todos los seres que había a su alrededor... cuando supo dónde estaba y con quiénes, su espalda se cubrió de sudor frío.
—Debes estar de broma... Por favor, que esto sea un mal sueño...
—Los humanos, al contrario de lo que esperaba Padre, habéis acabado siendo los seres más pecaminosos del universo. Gula, avaricia, lujuria... no estaréis satisfechos con nada nunca.
En conjunto a las palabras de Miguel, una corneta comenzó a sonar por todo el paraíso. Todos los seres celestiales abrieron los ojos ante el sonido, e incluso Ra, que miraba a Allen fijamente, sonrió levemente.
—Metatron, Padre ha dado su beneplácito de comenzar la purga de los impuros... el Apocalipsis, acaba de comenzar y...
—¡¿Perdón?!
Miguel miró a Allen, que acababa de interrumpirle y lo miraba fríamente.
—¿Solo porque te lo ha ordenado un supuesto dios crees que tienes el derecho de matar a todas las personas vivas?
—Blasfemas contra Padre, no te culpo, pero tú estás incluido... morirás.
—Eso no responde a lo que te he preguntado, ángel. ¡¿Quién creéis que sois para decidir el destino de todos los vivos?!
La pregunta de Allen no solo iba dirigida a Miguel, sino también a los demás celestiales.
—¡¿Quién os da el derecho a elegir si una persona vive o muere?!
—¿Y quién te crees que eres tú, humano? Solo eres un ser insignificante que ha obtenido un gran poder por medios desconocidos. No eres diferente a una hormiga con aires de grandeza.
Allen apretó los dientes ante las palabras de Ra, sus puños comenzaron a sangrar mientras lo miraba fijamente.
—Yo soy Allen, soy un caballero...
No lo sabía en ese momento, pero al decir su nombre, Allen estaba comenzando a atraer al desastre mismo, o eso pensaban los seres celestiales.
—¡Tú no eres ningún caballero! ¡Solo eres un simple mortal!
—Entonces... seré mi yo futuro...
—¿Tu futuro? ¿Un mortal que está por morir cree que tiene un futuro aún?
Allen sonrió mientras una densa niebla azul se comenzaba a elevar de su cuerpo.
—Pues claro... mi futuro yo... Caballero Destino, ¡el Dios del Amor y el Sol!
Su declaración no solo hizo que los dioses se horrorizaran ante la idea, incluso hizo que Ra y Apolo entre otros lo miraran con reproche y asco.
—¿Dios del Amor... y del Sol...? ¡¿Qué clase de majadería es esa?!
Con su grito, Ra se abalanzó hacia Allen sujetándolo del cuello mientras se alzaban sobre el cielo del paraíso y a su alrededor estallara un sol en miniatura, encerrándolos a los dos en su interior.
Lo que no esperaba Ra era ver a Allen tranquilamente, mirándolo mientras se formaba a su alrededor una armadura blanca.
—No digas luego que no te lo advertí... este apocalipsis lo voy a detener yo mismo, por cualquier medio, cueste lo que me cueste.
En cambio, Ra sonreía mientras aparecía frente a Allen y le lanzaba un puñetazo a su cara, siendo recibido igualmente por otro puñetazo de Allen.
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Editado: 13.05.2024