Lentamente el sol se ocultaba por el horizonte y el cielo celeste se teñía de negro donde comenzaban a brillar las estrellas, sumado a todo esto el barrio donde nos encontrábamos estaba muy callado. Es posible que con todos los incidentes ocurridos en esta zona todas las personas se metieran en sus casas apenas llegada la puesta del sol.
Nos encontrábamos en una zona de la ciudad que no era muy bien vista, las cosas se encontraban en situaciones algo precarias y la delincuencia era un poco mayor. Pero la sensación que transmitía el aire era de una inseguridad distinta al temor de ser asaltado, se sentía como se trataba de algo mucho peor.
Acompañado de Maricruz, quien cargaba una mochila negra llena de cosas, caminábamos a un costado de la calle de tierra sin pavimentar. En nuestro recorrido nos acercamos a una pequeña plaza en mal estado, con todos sus juegos oxidados, pasto seco y descuidado.
En el centro de la plaza se encontraba una lámpara que tenía la función de iluminar todo el lugar, aun con este difícil trabajo, esta parpadeaba indicando su mal funcionamiento. Pero lo que más me perturbo eran los rastros de una escena del crimen que se encontraban a un lado, una cinta policial amarilla sostenida por palos impedían el paso a un sector de la plaza donde en el suelo estaba el dibujo hecho con tiza de lo que antes era un cadáver.
Ambos pasamos caminando al lado de la escena del crimen y Maricruz se detuvo un segundo para observarla detenidamente –Lo mires por donde lo mires no parece que a esto lo haya hecho una persona –la chica de cabello liso y ondulado en las puntas hizo un pequeño silencio para acto seguido levantar su vista y observar al frente –Eso es bueno, significa que estamos cerca.
Una briza de aire frio recorrió todo el lugar, pero no era un frio como el que expulsa Samael, sino que este era escalofriantemente malo como si trajera consigo un mal augurio. Más allá de la plaza, cruzando un baldío, se encontraba una estación de trenes abandonada y ese era nuestro objetivo. Nuestro destino era más adelante, pero mis piernas se encontraban congeladas y no podía obligarlas a continuar, aunque quisiera –Acabemos con esto de una vez –comento la chica a mi lado descongelando mis piernas de un solo comentario.
Ella caminaba a la cabeza a la par que yo la seguía por detrás, continuamos nuestro recorrido dejando la abandonada plaza por detrás hasta que por fin llegamos. Maricruz abrió su mochila y del interior saco unas pinzas que utilizo para cortar el alambre de la cerca que dividía la estación de trenes abandonada de la calle de tierra –Necesito que dejes de temblar marica –se detuvo ella un momento para mirarme.
En ese instante fue cuando me percate de mí mismo, mis piernas se movían como gelatina, mis manos estaban sudadas y podía sentir como mi corazón estaba acelerado –No m me ha había dado cuenta –conteste -¿Por qué tenemos que hacer esto de noche? –quise saber. Todo sería mucho más fácil si fuera de día.
Maricruz retomo su trabajo de seguir cortando el alambra de la cerca para que pudiéramos entrar –Este tipo de almas se caracterizan por salir a cazar de noche, si la buscamos de día se escondería y sería mucho más difícil de exterminar.
Un sonido metálico golpeo el suelo y ella se puso de pie –Listo, ahora entremos.
-Mal maldición –conteste siguiéndola por detrás mientras la chica se metía entre toda la alta maleza saca.
-Me dijiste que de niño veías esos programas tontos de gente que caza fantasmas, pensé que ya no les tendrías miedo. Además, te enfrentaste a brujas y te relaciones con ángeles y demonios, no puedes tenerle miedo a un fantasmita.
Los dos travesamos con cuidado la alta maleza hasta llegar a un edificio lleno de polvo, algunas ventanas rotas y muy sucio –Primero, de niño tenía mi mantita protectora para las partes de terror; y segundo, dicen que debes tenerles más miedo a los vivos que los muertos, pero este fantasma podría ser considerado un asesino en serie.
El interior del edificio al cual entramos era un desastre, en el suelo se encontraban papeles y vidrios rotos, las paredes estaban manchadas con un extraño liquido rojo que cubría las partes de la pared que no se habían caído y gran parte del techo se había caído ensuciando el piso. Ignorando todos esos terroríficos detalles, la chica se movió hasta el centro de la sala y coloco la mochila en el suelo para comenzar a sacar todo lo que tenía en su interior –Si, si, como tú digas –contesto como si no me hubiera prestado atención –Solamente asegúrate de no hacer nada estúpido mientras casteo el encantamiento ¿Entendiste?
Una fría briza de aire helado recorrió todo el lugar lo que puso mis pelos de puntas, giré mi cabeza hasta la ventana rota y fue recién cuando me percaté de que el sol ya se había escondido en su totalidad. Algo que desconozco hizo mover toda la maleza de afuera y el sonido me asusto tanto que lleve mi mirada hacia afuera, en búsqueda de lo que causo ese sonido.
-Tranquilízate tontito, no pienses en esas cosas y concéntrate –comento Maricruz arrodillada en el suelo, ella se encontraba dibujando un círculo en el suelo con una tiza blanca con la cual le agregaba extraños símbolos. Tal vez ella estuviera un poco más acostumbrada a todas estas cosas que yo, pero aun así podía sentir como ocultaba muy bien su miedo.
Volví a girar mi cabeza para concentrarme en ella –Tienes razón – pero al momento de moverla mi vista periférica capto algo inesperado, algo que cambio de dirección mi cabeza hasta ese origen. Logre sentir como mis ojos se abrieron del terror e inconscientemente retrocedí unos pasos hasta la salida -¡Mierda! –grite a la par que todo mi cuerpo se paralizaba del miedo.
Muy molesta la chica levanto su vista enfadada para regañarme, no obstante, al presenciar mi rostro de sincero temor ella se quedó sin palabras y en su lugar dirigió su vista al mismo lugar que la mía. Las extrañas manchas rojas de las paredes se reubicaron para formar una pregunta “’ ¿Van a ayudarme?”
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Editado: 12.02.2022