Samanta…
No sé si estoy enloqueciendo o que me sucede, pero simplemente no lo puedo dejar ir así de fácil. Se supone que debería de sentir miedo… no… terror mejor dicho, con el hecho de que un tipo se aparezca frente a mi casa e intente irrumpir en ella, y peor aun encontrándome a solas, pero no es así. De hecho ya no recordaba esta sensación de seguridad… y valla que se siente bien.
-Espera un momento, por favor –digo lo más normal que puedo. El se frena en seco y me voltea a ver con mirada desconcertada, y no lo culpo, pues si yo estuviera completamente cuerda en estos momentos jamás le pediría a un total extraño que esperara después de haberlo obligado a marcharse de mi propiedad, y lo peor; estando ambos desnudos frente a frente… me alegra que al menos uno de los dos parezca que tiene cordura-. Está bien –resoplo con pesar-. ¿Solo querías algo de ropa, no? Pues bien, te la daré… supongo que la necesitas más que mi padre.
El extraño sigue sin quitarme la mirada ni un momento, no me incomoda, aunque si me pone muy nerviosa. Tengo que ir con cuidado caminando de espaldas… ya le he enseñado mucho más a él que a cualquier otra persona, como para acabar de enseñarle mi trasero el cual considero mi mejor atributo.
-Puedes esperar en la sala si gustas –le digo desde el cuarto que usaban mis padres mientras me visto con lo primero que encuentro de mi madre.
-Gracias –responde sencillamente.
No debería tener problema de elegir ropa para el extraño pues a mi papa le gustaba utilizar ropa de talla más grande, sin embargo me duele tan siquiera el pensar que dejare ir algo que en vida le perteneció. Pero no tengo que aferrarme, será solo un conjunto, Samanta, el resto de la ropa seguirá en el armario recolectando polvo indefinidamente.
Por fin decido que darle, algo que no utilizo demasiado y por ende me cuesta recordarlo utilizando esa ropa.
-Aquí está la ropa –le digo una vez que vuelvo a la sala y lo encuentro caminado por la cocina y el comedor a sus anchas -, aunque por lo visto te sientes muy cómodo en ese estado-. Digo desviando la mirada una vez que lo veo de arriba abajo, y parte de mi espera conservar ese recuerdo.
-Solo digamos que veo innecesario esconder lo que ya fue visto, niña –dice con su gruesa voz de manera despreocupada-. Además pensé que compartíamos la misma creencia.
-Pues pensaste mal. Además no me digas niña, ya tengo dieciocho años y por consecuencia soy adulta.
-Discúlpeme, señora. No sabía lo mayor que era usted –dice con total ironía mientras se termina de abrochar los pantalones de mezclilla, me mira nuevamente a los ojos y me brinda la sonrisa más estúpidamente encantadora que jamás había visto, para después añadir-: Típico comportamiento de una niña.
No sé como tomar su comentario; quisiera insultarlo pero creo que su sonrisa neutraliza mis armas para atacarlo. Sin embargo me hace una pregunta que me deja aun más desorientada.
-Y por cierto ¿Me podrías decir qué edad tengo yo?
-¿Qué edad?
-Si, al menos dime qué edad me calculas.
No sé cómo tomar su comentario, se ve tan seguro que me hace dudar si realmente quiere saberlo o si su idea es solo presumirme o algo similar.
-¿No sabes qué edad tienes?
-Si lo supiera no te lo preguntara, niña.
-Bueno… yo te calculo aproximadamente 30 años.
-¿Solo 30 años?…Tenía la sensación de tener muchos más.
-¿Cómo no puedes saber algo así? –realmente estoy anonadada por el extraño, por momentos me hace olvidar todo mis males, hasta que mi mente forzosamente me hace recordarlos.
-Es algo que tampoco sé, pues para serte franco no recuerdo ni sé nada de mí… aunque estoy determinado a saberlo-. Dice abotonándose el último botón de la camisa de cuadros rojos y negros, la cual le queda ajustada a su cuerpo musculoso, quedándole a mi parecer increíble-. Así que quita tu cara de curiosidad – ¿curiosidad? Espero y realmente esa allá sido el estado de mi rostro.
El extraño empieza a ver alrededor de la sala como si buscara algo, y en un momento y, como si se hubiera desilusionado para y empieza a ponerse las botas que le había dado sentándose en el suelo sin decir nada más, lo cual me parece una total falta de respeto.
-Disculpa ¿se te perdió algo? Porque que yo sepa llegaste con absolutamente nada, a no ser que lo hallas traído muy profundamente escondido.
-Deberías de tener más respeto con tus mayores, niñita –dice con un deje de seriedad mientras frunce el seño-. ¿Y bien, con quien más vives? Debido a tu corta edad dudo mucho que esta ropa sea de tu esposo-. Por lo visto se esfuerza en hacerme enojar con lo de mi edad, pero más que lograrlo esta vez, me ha hecho sentir triste.
-Vivo sola… desde hace ya mucho tiempo.
-Eso explica demasiadas cosas –no sé que me habrá querido decir-. ¿Y la comida? Por lo visto no te hace falta agua, pero no he encontrado nada de comida por ninguna parte.
No se que responderle. Hace ya más de un día que se termino la ultima lata de conserva y, eso me recuerda; que si yo no termino pronto con mi vida, la escasez de comida lo hará.
-Ya sé lo que hare por ti –me dice tras ponerse en pie-. Te traeré comida.
-¿Traerme comida? ¿Tu? ¿Cómo? ¿Por qué? –sin dudas estoy anonadada con este sujeto.
-Favor con favor se paga. Y yo solo pagare el que me hayas regalado esta ropa.
-Es prestada –le corrijo de inmediato sin darme cuenta, hasta que lo veo reír un par de segundos desde el interior sin abrir la boca… me alegra que mi imprudencia no le haya causado querer cambiar de parecer.
-De acuerdo, el que me hayas prestado esta ropa –me mira con una suave y penetrante mirada mientras de lado… me parece increíble que alguien tan fuerte y en apariencia ruda pueda ser tan lindo cuando se lo propone-. Solo dime donde puedo encontrar la comida.
-Ese va ser el problema, el pueblo más cerca de aquí se encuentra a 8 horas de camino a pie bajando por el sendero.
-No te preocupes, ahora vuelvo.
Siento una extraña sensación por todo mi cuerpo de tan solo pensar que el desconocido se valla, y no, no es de inseguridad por no volverá, lo veo y escucho tan seguro de sí mismo en cada palabra, en cada acción, que me transmite esa misma confianza… Es algo más, algo que no sé como describir, lo más cercano a esa sensación que puedo imaginar es como cuando de niña me perdía y al mucho tiempo mis padres me encontraban, es similar a ese momento de felicidad y seguridad, pero este mucho más intenso y prolongado.
No se qué hacer, cuando me hicieron venirme a la cabaña de mis padres, mis familiares me hicieron jurar que jamás saliera de ella sin su permiso, sin entender porque, me dijeron que era por su bien y por el mío. Sin embargo también me dijeron que me apoyarían en todo momento y siempre me proveerían de todo lo necesario, sin embargo jamás los he vuelto a ver. No temo por mi vida, estuve a punto de arrancármela, así que si a ellos no les molesta dejarme morir aquí, creo que a mí no me debería molestar arriesgar un poco la suya.
-Espera un momento. Yo también iré contigo.
Alguien…
Ya llevamos 4 horas caminando y esta chica no para, me sigue a mi mismo ritmo pese a que parece costarle gran dificultad, pero no hace ni un solo reclamo o reproche, solo continua caminando y resoplando con la mirada de concentración fija hacia el frente… sin duda me cae muy bien y no tengo duda de que tiene mucho potencial.
Me gusta verla de reojo pues apenas me doy cuenta del intenso color azul de sus ojos y más al reflejar la luz de la luna llena, y apuesto que con esa piel tan blanca debe de estar roja de la cara con tanto esfuerzo que hace. Creo que ya la he hecho mucho sufrir.
-Anda niña –paró en seco mientras ella sigue caminando quizás producto de la inercia, percatándome por primera vez del increíble trasero que se le ve con ese vestido holgado-. Ven aquí, te cargare.
-No muchas gracias –contesta agitada jalando aire fuertemente… ahora entiendo porque no había hablado hasta ahora-. Puedo seguir yo sola –si no me hubiera demostrado lo contrario con hechos, no con palabras, diría que se niega porque es igual de caprichuda y contreras que la mayoría de adolecentes. Así que diga lo que diga le hare el favor.
-Anda, dije, niña. Si continúas así no tardaras en desmallarte, por lo cual terminare cargándote de todos modos. Así que hazme el favor de subirte a mis brazos por las buenas –le digo mientras me acerco y ella solo me mira con sus grandes ojos azules de manera sumisa y expectante al mismo tiempo, que me hace querer decir una broma para romper su silencio-. Creía que me tendrías la confianza para cargarte desde el momento en que me dejaste verte desnuda, pero ya vi que faltaban dos grandes cosas para darme la confianza total.
Ella solo ríe de manera cansada mientras intenta replicar, pero yo no le doy tiempo y la cargó en brazos como si de aire se tratara.
-Te aprovechas solo porque estoy cansada y con hambre-. Dice muy agitada mientras siento latir fuertemente su corazón, es una sensación sumamente agradable.
-Si, claro, niña. Si gustas te daré la revancha cuando estés en mejores condiciones.
-Está bien –sonríe dulcemente mientras cierra los ojos-. Me gusta mucho lo cálido que estas.
Apenas termina su frase y siento como queda profundamente dormida… hasta durmiendo es sumamente hermosa.