A todos nos duele tener que entregar el asiento del autobús. Batallamos todo el camino por ocupar un buen puesto, un lugar tranquilo, al lado de la ventanilla, viendo los árboles pasar, sería una pena perder todo eso (o peor tener que entregarlo a otro pasajero) solo porque nuestra parada llegó. Pero es que es así, en el autobús de los valientes siempre hay un asiento que dejar atrás (a riesgo de perderlo) para aventurarnos al mundo. Por eso, señor conductor, pare la máquina, que yo aquí me bajo.