Inmarcesible

Capítulo 5: EPIFANÍA

Epifanía: revelación, aparición.

Ahin, recostada en aquella enorme cama, daba vueltas sin lograr conciliar el sueño. Por su mente sólo pasaban las palabras de esa historia que le había contado Zarael en la mañana, más la incontable magia que tenía dentro de ella. El viento atroz golpeaba las ventanas como un niño enfurecido con un juguete despreciable. Giró su cabeza hacia un costado para comenzar a agitarse aún más, porque desde niña le causaba terror la oscuridad. Volvió a girarse, y olvidando por unos momentos la historia, se concentró en intentar pensar que esa oscuridad no existía, pero parecía que se hacía más profunda cada vez. Y como cuando era niña se cubrió con las sábanas, luego esperó. Por más que no quisiera más terror le daba cerrar los ojos, no obstante, de repente una luz brilló detrás de la sábana. La sorpresa la llevó a destaparse para encontrarse con una pequeña luz sobre su cama que alumbraba toda la habitación. Lo que ocurría era que aquella magia actuaba por necesidad, esa es la conclusión a la que llegó, pero si podía manejarla a voluntad tendría más posibilidades de vivir allí.

Entonces se paró sobre el colchón y pensó en las velas que estaban esparcidas por la habitación, imaginó cómo se encenderían por sí solas, y así pasó. El fuego comenzó a esparcirse por todo el lugar haciendo que la oscuridad desaparezca.

— ¡Eso es genial! —dijo el espejo a sus espaldas. Ahin se volteó para darle una sonrisa de niña— ¿Por qué no intentas algo más?

— ¿Algo más? —se bajó y caminó hasta él— ¿Cómo qué?

— No lo sé ¿Qué dices de fuegos artificiales?

— ¿No sería peligroso? —rió ante la idea.

— ¿Por qué tiene que serlo?

Eso la iluminó. Es cierto ¿Por qué tenía que ser peligroso? Se volvió a voltear y extendió la mano hacia el techo en el cual, de la nada, explotó una hermosa luz verde. Ahin quedó maravillada y comenzó a hacerlo una y otra vez. Luces blancas, doradas, azules salían de sus manos. Bailaba y danzaba con el camisón blanco de tela fina que se abría con cada giro. En ese momento no era más que una niña que se divertía con las maravillas de un mundo que estaba conociendo.

Luego, con un movimiento delicado, llevó sus manos hacia abajo, y en forma circular, las elevó hacia arriba. Entonces una nube blanca estalló frente a ella, pero sintió temor, pues no fue obra suya. Se volteó intentando protegerse con su propia espalda, hasta que una voz la percató.

— No me temas, Ahin —era dulce y serena, se oía suave, como si no hubiera nada que temer. La niña se volteó, aún desconfiada y con el cuerpo temblando, allí sus ojos se agrandaron cuando se encontraron con una mujer pálida como fantasma e igual  a la de la pintura del Salón I. Su piel se heló por un instante— ¿Sabes quién soy? —preguntó sonriendo. Ahin asintió temerosa a lo que ella rió— Mi nombre es Isara, puedes llamarme así. Estoy aquí para ayudarte. Sé que esto es lo último que hubieses podido imaginar para tu futuro, y por eso te pido disculpas; también sé que oíste que estoy muerta, por eso no tienes que preocuparte, sí lo estoy —Ahin pasó por su garganta un trago se saliva que hizo recapacitar sobre sus palabras a la mujer—. Sí, quizás estaba demás decirlo. Pero peor fue dejarte con todo mi trabajo sin siquiera darte alguna instrucción, por eso estoy aquí —comenzó a acercarse a la niña, quien retrocedió hasta chocarse con la cama—. Quiero que conozcas a mi Reino, ahora tuyo. Este lugar es tan distinto a tu mundo como cual hoja de Kiloto en el desierto; todas mis personas, todo mi pueblo, es distinto entre sí, nunca encontrarás a dos iguales, por eso te pido que no permitas que lo haya; hasta la más mínima porción de tierra, cada pelusa que vuela y polvo que cubre el olvido es valioso en este mundo, dale valor a lo insignificante y valora lo que nadie aprecia, resta valor a lo que te dicen que valores; piensa por ti misma; reparte amor hasta al más vil villano, porque nadie nace malo, ama hasta a la madera en la que te sientas, pues un árbol murió para ello, agradécele; cada día será distinto al anterior, nunca quieras vivir una rutina, por más que tengas la misma reunión hoy y mañana. Dentro de ti el pecado de la soberbia y la vanidad querrá matarte cada vez que respires, por eso nunca olvides que ninguna vida vale más que otra, puedes ser la persona más hermosa de todas, pero nunca serás más hermosa que la persona que prepara la comida; no dejes que maten la inocencia, la muerte es la peor culpa que hay y la conclusión a toda la maldad. Vive soñando, sueña viviendo, nunca dejes de planear y de querer crecer, de querer que tu pueblo esté mejor. Nunca olvides que eres tú quien porta la corona sobre tu cabeza, no dejes que otro tome las decisiones por ti, acepta concejos, pero usa la bondad para ejercer. Este mundo es un camino de trampas, hasta el más leal puede ponerse en tu contra, sólo confía en tu Rey, Él te guiará por el camino correcto, ese Rey al que llamas Dios es quien gobierna por sobre todos aquí. Y esa magia que tanto te maravilla, contrólala y úsala lo menos posible. No gobiernes a través del miedo, gobierna a través de la lealtad. Sé justa, honesta, y guarda tus secretos bajo llave. Pregúntate quién eres cada vez que te veas al espejo, date ánimos, tu opinión vale más que la de los demás, si no te apruebas nadie lo hará. No juzgues a nadie más que a ti misma. Y lo primero y principal: cuando logra ver la felicidad en el rostro del niño que antes lloro, dale el privilegio de serlo también —Isara se acercó hasta quedar cara a cara con Ahin que aún estaba asimilando lo que acababa de escuchar—. Para concluir. Yo te entrego todo mi conocimiento sobre la magia que portas en tus venas —entonces depositó un suave beso en los labios de la joven. Los ojos de Ahin se abrieron como nunca antes, pero no por el beso, sino, porque de repente supo de todo lo que era capaz de hacer.



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Editado: 05.05.2018

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