Inmortal. Guardianes 2. Origen de los oscuros

Capítulo 15: Ejecución

Capítulo 15:

Ejecución

 

Selt Riquelme

 

La oscuridad se cierne sobre la ciudad, no hay ni un lucero dando claridad a la desolada tierra. Me detengo en el umbral de la puerta trasera, con el corazón que quiere salir disparado de mi pecho y la respiración agitada. Correr con un vestido y un corsé que le corta la respiración a una es todo un reto. Ha oscurecido muy rápido, la ejecución de la familia Acosta debe estar por llevarse a cabo.

Espero que mi madre esté de buen humor, al igual que esta mañana. Solo tengo que entrar, poner mi mejor sonrisa, dar una excusa convincente y esperar a que amanezca, para acabar con todo esto de una vez. Doy un último suspiro y abro la puerta.

Un silencio sepulcral se extiende. La oscuridad reina por la cocina, no hay ni una vela encendida.

Siento que mi plan de entregar a mi madre a los Guardianes se desvanece antes del amanecer. Tanto silencio, tanta soledad es pájaro de mal agüero. Tiro la puerta con todas mis fuerzas, no hay respuesta, no hay gritos de histeria. No hay nadie en casa.

No puede ser.

Corro hasta la sala. Vacía. Irían a presenciar la ejecución… No, no lo creo. Subo la escalera, el tacón de mis zapatos golpea la madera perturbando el silencio. Abro la primera recámara, la de Nariel. Solitaria. Voy hasta la de Tanils, tiene seguro. La de mi madre también. La mía está igual a como la deje en la mañana. No hay nadie aquí arriba.

El sótano tiene que estar en el sótano. Bajo tan rápido que casi caigo por las escaleras, muevo el retrato y me precipito por las escaleras en forma de espiral. La cara horrenda me espera en completa oscuridad. Decido tocar primero. Sonia Riquelme es recelosa con este pequeño espacio. Espero unos segundos, nada. Abro la puerta con la esperanza de que mi madre me reciba con un insulto por molestarle, pero no es así.

El sótano está tan solitario como el resto de la casa. Lo que no está bien. No quiero pensar en que mi madre sepa de su sentencia.

Vuelvo sobre mis pasos, y la desesperación comienza a hacer estragos en mí. Las palabras de Henry revolotean en mi mente:

«Tu madre es una maldita bruja. Algún día lo verás con tus propios ojos y será muy tarde, Selt. Muy tarde»

Cada palabra es una tortura. El duendecillo también era un oscuro, lo fue por mucho tiempo. Sin embargo, las acciones de mi madre lo arrimo a sus límites y él no estuvo dispuesto a cruzarlos por ella y ahora está muerto.

¿Dónde pueden estar?

Cada vez que estuve fuera de casa con los oscuros, nunca vi el camino. Mi madre podría estar ocultándose, o planificando su siguiente paso y eso involucra a Mia. Las palabras de Delia se unen a mi tormento:

«Es poderosa, pero tú puedes detenerla. Tu poder es superior al suyo y tienes que matarla. Así acabarás con la secta; ellos no seguirán si ella no está. Tiene que ser antes de que las visiones comiencen a tejerse en la realidad, y antes de que sus herederas tomen suficiente poder como para continuar su legado.»

—No. No, Mia está bien—mi voz es un susurro en el silencio sepulcral—. Estoy viendo cosas donde no las hay. No es posible que mi madre se haya enterado tan rápido.

Intento convencerme a mí misma, pero no da resultado; mis peores miedos están expuestos y a punto de convertir en realidad. Cada recuerdo dormido comienza a resurgir, y esa última pieza confirma mis instintos.

Una pequeña esfera de polvo se agita en mi mano, se endure hasta ser una roca. La tiro contra el cuadro familiar directo hacia el rostro de mi madre.

Esa noche… el cumpleaños de Mia, fue una tragedia. Carmelo fue quien me llevo ante mi madre, por eso desaparecí. Fabián nunca me llevo a casa, porque él también estaba presente cuando rasgaron la garganta de Delia, él es un oscuro. El traidor, y seguramente quien asesino a Arturo. Él va a entregar a Mia, se la va a entregar a mi madre.

Ese maldito felino va a sacrificar a su esposa. Me sostengo la cabeza con las manos.

Sergio llega a tiempo por favor.

—¿Dónde estuviste todo el día? —la voz de mi madre me hace saltar. Intento tranquilizarme, y la busco, pero no la veo por ningún lado—. Sé que has tenido ayuda. Cuéntame hija, ¿dónde tienes a Carmelo?

La escucho bajar las escaleras.

Doy vuelta, la mujer con ojos de demonio se presenta en toda su gloria. El carmesí de su mirada se ha convertido en un pequeño aro rojizo del resto, sus ojos son negros. No se ha preocupado en mantener oculta la marca de los oscuros detrás de su hombro. Su cabello no es un impedimento, lo tiene muy bien recogido, sin una sola hebra fuera de lugar.

—No sé de qué me hablas, madre —adopto ese tono de voz sumiso que siempre tuve ante ella. Antes de saber quién es en realidad.

—No soy estúpida, Selt. Con todas las veces en que Tanils destrozo tu memoria, ni siquiera deberías saber pronunciar bien tu nombre —llega al suelo.

Mi hermana Tanils baja con menos elegancia que mi madre, sus ojos están rojizos de tanto llorar. Sufre por un hombre degenerado, pero eso ella no lo ve. Esta ciega.




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