Inmortal. Guardianes 2. Origen de los oscuros

Capítulo 18: Sombras

Capítulo 18:

Sombras

 

Selt Riquelme

Ya no me quedan lágrimas para derramar. Siento hinchados los ojos, que arden y, seguramente, deben estar mucho más rojos que mis pupilas. Ya es hora de volver a casa, pero ¿a cuál? Ya no tengo una. Sin embargo, tampoco puedo permanecer aquí. Quedarme a pasar la noche en el bosque, aunque de día parece el lugar más seguro del mundo, de noche es una cosa muy distinta.

Me levanto despacio. Mi vestido está sucio y arrugado, deshecho después de un día tan cargado de emociones. Siento las piernas flojas después de haber pasado tantas horas sentada, desahogando mis penas entre aquellos árboles mudos.

Todo está completamente oscuro y apenas puedo distinguir por dónde van mis pies. Tropiezo con una raíz y pierdo el equilibrio. Caigo de boca contra el suelo y mi frente se impacta contra algo filoso, quizás una piedra. Instintivamente, me llevo la mano a la frente y se me humedece con sangre. Tardo unos minutos en intentar levantarme sin poder lograrlo, todo me da vueltas; el golpe ha sido más fuerte de lo que imaginé.

La brisa me susurra al oído cosas escalofriantes e inentendibles que hacen que se me erice la piel. Las ramas de los árboles se mueven formando extrañas figuras que intentan atraparme, sombras que me asechan.

Quizás es por el golpe que todo lo que ocurre alrededor de mí sea producto de mi imaginación, pero mi instinto me grita que es tan real como el gran dolor de cabeza que no me deja levantarme.

El miedo comienza a hacer estragos en mí y, ante la sensación de ser observada, me pongo en pie. Mi visión está algo borrosa y todo está disperso y torcido, o, por lo menos, es lo que los ojos me muestran. Echo a corro. Mis piernas se balancean hacia adelante, con pésimo equilibrio. El vestido se me enreda en los pies y después de unos pocos metros vuelvo a caer, en esta ocasión ruedo colina abajo.

Las hojas se enredan en mi vestido y mis brazos se lastiman. Aterradores gritos se escapan de mis labios a medida que caigo por una pendiente.

Las sombras me siguen hambrientas con sus escalofriantes susurros.

Dejo de girar, pero un intenso dolor se extiende por mi estómago al tiempo que dejo escapar un grito ahogado. Como mi cuerpo se impactó con algo, las lágrimas cubren mis mejillas.

Alzo la vista y las sombras me han alcanzado, sus heladas manos me apresan por los brazos y el resto del cuerpo, y me arrastran por el deforme suelo mientras batallo por liberarme de sus garras.

—¡Suéltenme! —grito con todas mis fuerzas, pero mueren en las penumbras del bosque, mientras mi cuerpo es halado a las profundidades del bosque, más allá de donde me encontraba en un principio.

—Vas a morir —susurra una voz inhumana que proviene de una de las sombras. Las demás ríen produciendo un sonido sobrenatural.

— ¿Quién las envió? —tomo brío y pregunto.

Se detienen, todos sus rostros se giran a mí, sus ojos brillantes y vacíos me observan.

—Las hermanas quieren tu muerte —canturrean al unísono—. Mamá murió y tú también…

Si sabían que nuestra madre sería condenada a la hoguera, ¿por qué ninguno vino a su encuentro?, ahora que está muerta, sí se aparecen, sí vienen en mi búsqueda. Malditas cobardes.

—¡Selt!

Una voz lejana me llama.

—¿Selt?

Intento determinar de dónde proviene la voz, pero veo nada.

Las sombras retoman la marcha y mi pecho comienza a golpear fuerte mis costillas adoloridas. De un segundo a otro, las sombras agilizan el paso, desesperadas, huyendo de algo.

Un enorme animal baja la colina velozmente. Apenas lo distingo en la oscuridad, pero sé que es un lobo. Tiene que ser Sergio.

Intento liberarme nuevamente, pero solo logro lastimarme más contra las ramas y piedras. Estoy inmovilizada, no puedo hacer nada. Los seres sobrenaturales se mueven cada vez con tal rapidez, que ya he perdido de vista al lobo. Quizás ni siquiera él pueda salvarme en esta ocasión. No le temo a la muerte, pero sí al destino que me espera si estas sombras cumplen su cometido.

El lobo salta sobre mí y aterriza a mis pies. Ataca a las sombras, que se dispersan y disipan de inmediato, y solo estamos él y yo en medio del bosque. El animal se inclina cerca de mi rostro de modo que puedo sentir su aliento bestial. Sus intensos ojos azules transmiten miedo, temor. Sergio se ha preocupado, y, si no fuera por él, la muerte ya me habría alcanzado.

Rodeo su cuello con mis débiles brazos, y él ágilmente me hace subir a su lomo. Casi no siento el cuerpo y mis parpados comienzan a cerrarse. Hundo mis manos en su pelaje y me sostengo tan fuerte como mis manos me lo permiten.

Esta es la segunda vez que ando por el bosque en plena noche sobre un lobo. Camina despacio mientras salimos. El roble en el que pasé la tarde aparece ante mi vista y luego todo se vuelve un manto verde en movimiento. Entierro los dedos con más fuerza en su pelaje. A medida que dejo atrás el sombrío bosque, siento como si unos ojos me observaran desde la oscuridad.

Enmerald ha entrado en un trance de tranquilidad que envidio, lo que acaba de ocurrir en el bosque me tiene un poco alterada. Esas sombras no se parecen en nada a simón, son otra cosa. Eso no quiere decir que no provengan de donde él se encuentra encerrado, pero… ¿Qué estará haciendo Nariel? Mi hermana ha ocupado el lugar de mi madre, otra realidad que no debía haber sido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.