Inmortalidad

INMORTALIDAD

INMORTALIDAD

 

Randall Mills observó el paisaje tranquilo que había fuera de la ventana de su habitación. Agonizaba y poco a poco los pensamientos iban haciéndose nebulosos. Tenía 68 años y su existencia había sido plena. A excepción, claro, de ese tumor en el páncreas que le estaba quitando la vida.

Mientras algunos parientes entraban y salían para darle unas últimas palabras de despedida, él se mantenía en una férrea concentración a un solo pensamiento: No dejar de existir.

Su primer contacto con la muerte lo tuvo a los 6 años, con su abuelo. Recordaba el llanto de los familiares, el féretro, la ceremonia del entierro… En apariencia eso no le había afectado hasta que murió su abuela cuando tenía 10. Mismas despedidas, situación del féretro, aunque la variante fue la cremación. Todos se movilizaron hasta el cementerio para colocar la urna en el sitio que donde el abuelo descansaba, solo que con la genial idea de no depositarlas en un nicho, sino dentro del ataúd.

Aunque tuvieron un poco de cuidado que no fisgoneara, a Randall le picó la curiosidad de ver a su abuelo tan solo un instante… y lo hizo en un momento de vacilación de parte de uno de sus primos mayores, pudiendo observar el flamante traje que portaba el esqueleto con restos de carne pegada en él.

A partir de ahí, la muerte comenzó a chocarle, así como los cementerios. Cuando su padre pasaba por alguno en el automóvil, imaginaba a todos esos individuos olvidados, pudriéndose dentro de las cajas donde yacían mientras la familia y los amigos continuaban con su existencia.

Quiso el destino que orientara su vida hacia la física cuántica y conociera a una chica que estudiaba filosofía. En apariencia, ambas cosas no tienen nada en común, pero para Randall fue una tarde de otoño en que la chica hizo un comentario oportuno, que todo le quedó claro:

-- Mira a los árboles secarse, Randall. Y las flores. Qué bueno que todos ellos no tienen conciencia de sí mismos. Sería horrible ir muriendo poco a poco mientras piensas en ello. Por fortuna, germinan de nuevo en primavera… Es como renacer.

Empezó a devorar todos los libros de filosofía y metafísica que encontró con el tema de la reencarnación. Igualmente consultó religión y mitología. Fueron duros años de aprendizaje hasta que sintió no haber algo más que hacer en esos temas. Y comenzó a buscar en la ciencia.

Elaboró teorías que obviamente no podía probar, pero que aprendió de memoria y practicó usando yoga y meditación, o incluso los planos profundos inducidos por acción de ciertas drogas.

No ubicaba a ciencia cierta qué era lo que haría su mente, pero esperaba que toda la documentación de física cuántica aplicada a neurología sirviera de algo, basándose en el postulado de que la energía no se crea ni se destruye, simplemente se transforma, y otras cosas como el Principio de Incertidumbre, entre otras.

Así que aquí estaba, en su habitación, rodeado de sus hijos al final y su esposa tratando de mantener la concentración en ese plano profundo de meditación que ejercitó por años, manteniendo la conciencia de sí mismo y de sus recuerdos…

Comenzó a escuchar las voces de su esposa e hijas cada vez más lejanas, mientras un frio inmenso se apoderaba de él. Sensaciones irreales comenzaron a presentarse, sin que ello le impidiera dejar su estado de meditación. Manos ardientes, heladas, desgarrantes, suaves, asían su conciencia sin darle tregua un momento tratando de distraerlo y separarlo de sí mismo.

Como si fuese un tobogán acuático, Randall se vio dentro de un manantial de líquido cada vez más real, hasta que una presión enorme lo ahogó y salió a un ambiente que se tornó helado de pronto, escuchando voces que tardó en comprender un instante.

-- ¡Es un niño! – escuchó.

Y abrió los ojos, satisfecho y cansado al mismo tiempo…

Los primeros años después de su éxito fueron de un reconocimiento total hacia nuevas sensaciones. Algunas agradables, otras no tanto. La dependencia a alimentarse, vestirse, asearse, funciones sanitarias, era total por no poder controlar aún su cuerpo a pesar de esforzarse en ello.

Los profesores de las escuelas de Jardín de niños y Elemental se maravillaron de su potencial. Randal aprovechó esto para sacar excelentes notas y llegar a la siguiente etapa de su educación siendo adolescente.

No tuvo problemas para manejar al sexo opuesto debido a la confianza que le daba la madurez, ya que, siendo estrictos, contaba ya con 82 años de edad mental, si es que eso puede medirse de algún modo.



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En el texto hay: ficcion

Editado: 27.05.2018

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