Inocencia Robada

11. LA PROMESA

KATHY

No pude dormir en toda la noche pensado en mi breve conversación con Christopher Ross. 

«Entonces, si tú qué conoces a esas dos personas, no sabes realmente como eran, no eres tan buena amiga o hermana, como crees.»
Sus palabras resuenan en mi cabeza. Ya no sé que pensar. ¿Por que tiene tanto empeño en defender a Adele? Siento que mi cabeza va estallar. Tengo ya dos días quedándome en casa de mis padres y creo que fue mucho peor que haberme quedado en mi apartamento o irme a un hotel.
 
Hace unas horas atrás nos entregaron el cuerpo de mi hermano y ahora estamos en la funeraria velandolo. 
Mi madre no deja de llorar en brazos de mi padre. Él se ve fatal; y cómo no estarlo, si Michael era su niño consentido y más grande orgullo. Con él podía hablar de cosas que conmigo no hablaba. Yo me siento horriblemente mal. Michael y yo no éramos los mejores amigos pero, ¡por Dios...! era mi hermano, sangre de mi sangre. 
Me limpio las lágrimas de mi rostro. Necesito un poco de aire.

Salgo a la calle. Miro los alrededores, y veo a Jared saliendo de su auto. Seguramente viene al funeral. Me acerco a él y lo escucho hablar por teléfono. Él no se percata de mi presencia por que está de espalda a mi. 

—No podré ir, Steve, he venido al funeral de Michael Mills, así que dentro de un rato estaré muy ocupado... No, yo te devuelvo la llamada— dice con hastío. 

No logro escuchar lo que su amigo dice en el teléfono.

—No estoy bromeando, he venido al velorio de ese maldito— ¿Que ha dicho? ¡¿Llamó “maldito” a mi hermano?!— Por supuesto que me alegro de la muerte del desgraciado ese...  debo fingir...— se voltea y cuando me ve se queda pálido.

—Jared...—me obligo a hablar con calma y disimular. 

Maldito imbécil, cobarde venenoso.

—Hola Kathy ¿Hace mucho que estás aquí?— Pregunta nervioso.

—No, acabo de salir. Necesitaba un poco aire.

—¿Como estás? Me imagino que nada bien. Pero te hará feliz cuando escuche que hundí a Adele. 

—¿Qué hiciste?— le pregunto confundida. 

¿Qué habrá hecho este imbécil?

—Le dije a la policía que posiblemente Adele mató a tu hermano, porque yo escuché cuando lo amenazó.

—Pudo haber sido producto de la furia... Cualquiera en su posición habria dicho lo mismo, ¿No crees? 

—No importa si fue un decir, lo importante es que ella pagará— dice como si fuera un triunfo. 

— Tu te ves satisfecho con lo que haz hecho... Yo pensé que defendería a Adele con garras y dientes.

— Lo haría si la creyera inocente.

— Ya veo... Pensé que aún sentías algo por ella.

Esto me parece sospechoso. Él quiere hundir a Adele. Yo pensé que la defendería con uñas y dientes. Aquí hay algo sospechoso.

—Por supuesto que aún siento algo por ella, pero eso no significa que la proteja de su crimen...— me responde con frialdad obligándome a disimular sorpresa mientras me enciendo un cigarrillo. 

— No sé que decirte.

—Nada — dice — permiso, iré adentro ¿Vienes conmigo?— ahora me habla casi con ternura. 

—No, me quedaré un ratito aquí— le respondo levantando la mano con el cigarro encendido para que no me espere ni quiera acompañarme. 

—Vale, te veo adentro.

—Jared, ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Por supuesto. Dime— responde.

—Tu y mi hermano no se llevaban bien en el último tiempo, pero estás aquí y lo que quiero saber es ¿Estás triste o te alegra que Michael esté muerto?

—¡¿Como voy a estar alegre?!— Responde fingiendo asombro —Me da tristeza que mi amigo esté muerto. Me duele su muerte...— dice fingiendo pesar y estar ofendido.

Me estás mintiendo. Idiota no soy, pero yo descubriré que escondes.

—Ya veo... — me limito en decir y le doy otra calada a mi cigarro. 

—Te veo adentro, Kathy...

Se da la vuelta y entra a la funeraria fingiendo pesar. Respiro profundamente tragandome mi coraje por no estrangular a Jared por falso. Es un maldito hipócrita.

Busco una botella de agua en mi bolso y encuentro la tarjeta que Christopher me dio. Me pregunto si él sabe algo. ¿Debería llamarlo?


ADELE

Pienso en todo lo sucedido, lo que puedo recordar y sigo sin poder contener las lágrimas, sin comprender qué sucedió...

—Adele Phoenix, en cinco minutos recibirás la visita de tus representantes legales— escucho a una polícia que se acerca a la reja de la celda en la que estoy esperando. 

—Muchas gracias, oficial— le respondo y me limpio las lágrimas con la manga de mi blusa. 

—Si usted es inocente, se probará... No llore, eso les da a pensar que tiene remordimiento.

—Usted...— trato de agradecer sus palabras.

—No me digas nada. Eso háblalo con tu abogado— me dice y se retira. 

Me limpio la cara y trato de calmarme. Escucho pasos y veo al señor que estuvo conmigo en la corte. 

—Buenos días, Adele.

—Buenos días, señor Ross. 

—Te informo que estás por ser transferida a la prisión estatal. Yo me voy a encargar de tu defensa. Desgraciadamente el juez Louis Reed te ha declarado culpable, pero no lo voy a permitir. Haré todo lo posible para que salgas de aquí. 

—Yo le agradezco de corazón que sea usted el que lleve mi caso, pero no tengo con qué pagarle sus honorarios— le digo apenada. 

—Niña, no tienes que pensar en eso. Tú solo preocúpate por estar bien. Yo no te estoy cobrando nada, ni lo haré— me dice y me toma la mano a través de la reja. 

Su toque es cálido. Me da confianza. Este sujeto no me cree culpable, y eso me da un poco de esperanza. 

—Gracias, señor Ross. 

—Puedes llamarme Williams o Will, como tú prefieras— me dice con su ya familiar sonrisa de lado. 

—Bien. Gracias, Williams. 

—No me agradezcas. Aún no comienzo a hacer mi trabajo. Me tengo que ir. Hay que arreglar el papeleo para tu transferencia. Arreglaré que te mantengan en prisión preventiva, y que se te aloje en la sección de prisioneros de críminales menores.
 
—¿Dónde me dejarían? 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.