Inocencia Robada

12. UNA ALIANZA CASI IMPOSIBLE

  KATHY MILLS

Ayer fue el funeral de mi hermano.
Toda la familia está destrozada. Es increíble como de un momento a otro la vida cambia para siempre. 
Hace una semana yo estaba planeando hacer una fiesta, y mientras lo hacía, discutía con mi hermano porque no quería responderle el teléfono a Adele. Luego lo escuché discutir con Jared. Hace una semana él estaba con vida. Por Dios... mi hermano vivía, él estaba lleno de vida.
Con rabia me limpio los mocos y las lagrimas de la cara. No me quedaré llorando toda la vida, por mucho que me duela, debo seguir adelante con mi vida.

He decidido venir a trabajar, llegó a las oficinas del periódico The Illinois Journal, se supone que aquí trabajaré como periodista en práctica por mis excelentes notas al graduarme. 

—Buenos días, soy Katharina Mills, y hoy empiezo a trabajar como periodista— digo cuando llego a recepción.

Detrás del mostrador de vidrio hay una guapa chica: morena, cabello negro y ojos verdes. Es muy bonita.

—Buenos días, suba a la planta ocho, ahí está el director— me responde con amabilidad la chica y me señala los ascensores.

—Gracias, respondo recibiendo la identificación que me entrega para poder acceder. 

Me encamino hacia el ascensor. 
Junto a mi se suben dos sujetos más. Uno debe tener más de treinta, es afroamericano y el otro debe tener unos cuarenta años y es rubio de ojos azules.

—Buenos días, Liam— Dice el sujeto afroamericano

—Buenos días, John ¿Qué tal tu fin de semana?— ¡Genial! Estos dos tontos se han puesto conversar.

—Estuve trabajando.

—¿Qué tocó hacer?— Pregunta el tal Liam.

—Estoy trabajando en la cobertura al caso Michael Mills... Exigen que toda la información sea fidedigna y precisa, un coñazo tratándose de la familia Mills. 

Me tenso de inmediato. Están detrás de mi familia. Trato de disimular quien soy y me cubro la cara con una mano mientras busco unas gafas oscuras y me oculto al fondo del ascensor.

—¿Ah sí? 

—Me enteré que la única sospechosa está en la cárcel, y solo tendrá un mes para demostrar su inocencia... ¡Una de mis fuentes en el tribunal me dió la información ésta misma mañana!

¿Qué mierda?

—¿Qué? ¿Se puede hacer eso? Quiero decir... ¿No se supone que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario?— ¡También creo eso! 
¿Como es que ya han encarcelado a Adele? ¿No hubo una investigación?

— Si, pero ya sabes que el poder del dinero lo compra todo, hasta la justicia se vende a éstas alturas— murmura en tono conspiratorio y se frota los dedos con una sonrisa burlona

¡¿Que está insinuando?! 

—Seguramente el mismísimo Damian Mills pagó exigiendo que encierren a cualquier pobre desdichado... A la exnovia seguramente la querían quitar de enmedio, según dicen: ella es una muchacha humilde, nada que ver con los Mills— !¿Pero qué...?! —... Además de que desean cuanto antes que se haga justicia, así que no dudo que cegados por la ira, inculparán a la primera sospechosa... Si no es que ya lo hicieron.

Quiero justicia, pero no así.

—Mmm, esto está raro. No hay investigación. 

—Si, y  la pobre chica solo tiene un mes para demostrar su inocencia— ¡oh Dios!

—Se falseó la declaración en la que según otro de mis informantes me dijo que inventarían la farsa de que se llegó a un acuerdo entre la fiscalía y la acusada para que se declare culpable...

— ¿El juez es el corrupto de Louis Reed, verdad?

— Por supuesto, el y Webber el fiscal.

— Pobre chica, ha Sido juzgada por dos cerdos corruptos— Dios...

Llegamos hasta la planta ocho, y los dos sujetos salen del ascensor y yo no sé que hacer. Estoy paralizada por lo que he escuchado. Debo salir de aquí.
Necesito ir con Christopher. Estoy sospechando seriamente que posiblemente Adele es inocente. Además está Jared, y su actitud sospechosa.

Presiono el uno para volver abajo.

Llego a la primera plata y salgo del ascensor y me encamino a la calle.

Ya en la calle busco en mi bolso la tarjeta con el número de Christopher. Maldición, de los nervios que siento el teléfono se me cae de las manos. Oh dios! ¡Se rompió la pantalla! Iré a las oficinas del buró de investigaciones de Detroit, ahí debe estar Christopher.

Me voy caminando y me rondan en la cabeza miles de razones por las que ahora dudo mucho que Adele sea culpable. Ahora que también... ¿de dónde mierda dicen eso que se ha cerrado la investigación? ¿Se puede declarar culpable a alguien así? ¿Y qué hay con las pruebas? 
No... Eso sí no. 

Apresuro el paso y llego corriendo al prescinto. Solo espero que esté aquí.

Al llegar, me topo con unas puertas enormes de vidrio, sin herrajes de ninguna clase. Las empujo, salto frente a ellas, pero no se abren. Se acerca a mi un hombre. 

—Señorita, ¿A qué ha venido?— me pregunta sin titubear... Y sin educación. 

Su gesto es duro, serio, tiene porte de militar... Tal vez un exagente del FBI, o un marine... O un pobre uniformado con un pésimo salario y una vida de mierda...Como la mía en estos momentos.

—Hola, buenos días. Soy Katharina Mills. He venido a hablar con el detective Christopher Ross— le respondo con sorna por su mala educación. 

—¡Si no tiene cita, váyase!— me grita el tipo este. 

A ver... acaban de asesinar a mi hermano. A mí mejor amiga la están culpando además de que dudé de ella. Y para terminar, se está especulando que hay dinero de por medio para cerrar el caso y dudan de la honestidad de mi familia. Y yo sospecho del idiota de Jared... ¿A caso no escuchó mi nombre? 

No estoy de humor para estupideces, y este tarado ya me está molestando.

—Perdón, pero el detective Ross me dijo que cuando yo quisiera, lo localice. Así qué si no es molestia, déjeme entrar, que no tengo todo el día— le respondo con hostilidad.

—No. Si no tiene cita, agende una y espere. 

—¡Que no! Déjeme pasar. 




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