Ada enmudeció, la mujer en la foto tenía que ser ella solo que no recordaba nunca haber usado esa ropa, vestida con un entari tradicional que encapsula la esencia de la cultura turca. Su falda amplia, adornada con un mosaico de flores de colores vivos con mangas largas y abullonadas. La única vez que había usado una vestimenta tan tradicional fue en la escuela.
La única diferencia que notaba era en su nariz más delgada y delicada que la suya con algunos de sus suaves cabellos ondulando en el aire por lo que imaginaba que era el viento. Era como ella, pero estaba segura, no era ella.
¿De dónde había salido esa mujer? Se parecía tanto a ella, eso no podía ser posible. Tenía que ser una artimaña.
—Esto no puede ser no…
—Que observadora eres, sí, eres la viva imagen de mi prima Derya.
—Claro que no, usted está mintiéndome. No le creo. ¿Cómo es que nos parecemos tanto? Esto debe ser edición.
—Yo también me sorprendí en cuanto la vi en la calle hace un mes. Pensé que talvez estaba alucinando, hasta me paso por la mente que quizás podría ser mi prima. Lastimosamente ya lo he comprobado y no, simplemente se parecen—se levantó de su asiento y se dirigió hacia un armario en la esquina sacando un gran libro de pasta verde, de su chaqueta saco una tarjeta. —Es normal que no crea en mí, por eso me tome la libertad de traer el álbum familiar de casa. Y además esta es la credencial de Derya, me costó mucho sacarlas de casa, son un tesoro para la familia.
Ada lo tomo con las manos algo temblorosas, no queriendo acercarse mucho a Kerem. Efectivamente, página tras página, foto tras foto eran de una mujer con su mismo rostro, pero no era ella. Esos vestidos, esas personas, paisajes y fiestas a las que ella no acudió. Si eran ediciones, estaban muy bien hechas.
La identificación que le dio hizo más obvio su parecido, y la diferencia en su nariz y la forma de sus cejas. El nombre figuraba Derya Özdemir, y sacando cuentas debería tener 25 años ahora mismo, el lugar de nacimiento estaba en Mardin.
—Al principio estaba desconcertado, al parecer ustedes son falsas gemelas, o bueno, lo eran.
—Esto es increíble…Somos idénticas.
—Increíble es poco.
—Aun así, sigo sin comprender claramente que pretende al decirme esto, si usted ya sabe que no tengo nada que ver con su familia o su prima.
—La razón por la que le cuento esto es porque precisamente en tres meses se romperá el acuerdo de ambas familias, todos en el pueblo se están preparando para la matanza que se avecina, se encuentran divididos, su lealtad en dos familias.
—Ya déjese de palabrería y dígame lo que quiere—le espeto cansada.
—Tienes carácter, igual que mi prima—se volvió a sentar. —La única manera de detener esa masacre es que se cumpla el acuerdo de ambas familias. La familia Korkmaz se niega a aceptar a ninguna otra mujer de la familia Özdemir, ellos quieren sangre y que se cumpla la tradición para hacerse del poder. Esta es la excusa perfecta. La única solución es que la hija del jefe se case con el hijo de Korkmaz, actual jefe de su familia.
—Eso ya no podría, usted acaba de decir que su prima falleció.
—Eso no es del todo cierto, en el accidente de mi prima nunca encontraron su cuerpo. Solo el auto y su equipaje en el acantilado, por lo que cabe la posibilidad de que este viva.
¿Viva? Lo que decía no tenía sentido a menos que…
—Sí, eso misma señorita Demir mi prima podría estar viva, usted puede ser esa prima.
—De ninguna manera, no puede ser lo que estoy pensando.
—Exactamente eso señorita Demir. Por eso está usted aquí, porque quiero que usted me ayude a ayudarla para que usted haga lo propio conmigo. Necesito que vaya conmigo a Midyat y tome el lugar de mi prima en su matrimonio.
—¡Claro que no! Que pasa por su mente, quiere que usurpe el lugar de su prima fallecida.
—Solo quiero que me ayudes a salvar a mi familia y a todo Midyat de una tragedia. Es la única forma de asegurar el fin de esta guerra entre familias. Usted debe saber bien lo que se siente el querer ayudar a los suyos y no poder hacer nada, esto debe ser el destino dado por Dios, yo la encontré en medio de la calle y en medio de tantas personas.
—¡No quiero! No quiero escuchar más, en definitiva, está usted loco. Me quiero ir de aquí. Ya lo escuché y no quiero estar involucrada.
Ada sentía que la cabeza se le partía, solo Dios sabia de donde sacaba tantos problemas ella. Tomo su teléfono que había visto junto a su cama y emprendió pasos agresivos hacia la puerta.
—¿Cuánto más puede quedarse su madre en el hospital?
Ada se detuvo en seco.
—¿Dónde dormirá usted y su hermano esta noche?
Su corazón se encogió.
—¿Y las medicinas de su hermana? La arritmia cardiaca no es un juego.