Inocentes

01

Eider 

 

—¡Tres meses! ¡Solo tres meses! —grito mi hermana con evidente enfado apenas pusimos un pie dentro de la mansión.

Mantuvo un semblante formal y sereno cuando un oficial se ofreció en llevarnos a casa, aunque quisiéramos no podíamos negarnos, después de todo tendría vigilancia los próximos días, semanas, incluso meses, según fue lo acordado en la audiencia. Por lo tanto era mejor que me acostumbrará porque próximamente serian una sombra en todo lo que haga.

Cosa que no me agradaba en lo absoluto.

La búsqueda del asesino de mi padre sería todo un juego, si policías estarían pisándome los talones.

Dirigí mis pasos al salón principal, lanzando mi bolsa en la mesita del centro, dejando caer mi cuerpo en uno de los sillones más grandes, tome una respiración profunda, aspirando el olor a mueble viejo.

Briseida aún con enojo cargado en sus ojos se acercó a grandes zancadas al pequeño bar que se hallaba en una esquina de la estancia, sirviéndose en total silencio alcohol en un vaso, supuse que era vodka puro ya que, en estas circunstancias era lo único que la mantenía en paz y con la mente fría. Sinceramente era lo que yo también quería. Tomo lugar en uno de los taburetes, sentándose con elegancia cruzando sus piernas, viajando su mirada al piso, después al techo, hasta finalmente caer en mí. Sus ojos azules me examinaron con atención, aun manteniendo el tranquilo silencio que se formaba.

Al cabo de algunos minutos, suspiro mientras negaba con la cabeza.

Me prepare para lo que diría.

—Tienes poco tiempo para que seas libre en verdad. —hablo en voz baja, juguete con mis dedos algo nerviosa al escucharla, no dije nada, espere a que prosiguiera. —Mientras tanto tengo que ayudarte. —agrego soltando un suspiro, dando a entender que no tenia de otra. Fruncí mi ceño molesta, no necesitaba de su ayuda. —¿Por qué dijiste que aquello era droga?

Aleje mi mirada de ella, esperaba esa pregunta desde que llegamos. Sabía que ella estaría furiosa por la respuesta que le había al abogado. Trague saliva, haciendo una mueca en mis labios.

—Si decía la verdad, nosotras justamente ahora estaríamos tras las rejas. Al igual que él y todos los involucrados que forman parte de esto. —respondí con brusquedad, hice una pausa conectando nuestros ojos, su mirada azulada en todo momento sobre mi sin despegare —Así que, agradece, porque acabo de salvar tu lindo trasero. Malagradecida.

La mirada que me lanzo en respuesta ocasiono que cualquiera se congelará. Sin embargo eso no funcionaba conmigo, no me inmute, continúe con mi firmeza intacta, aunque no podía mentir diciendo que no daba algo de miedo mi hermana, no se lo demostré, ni un poco. A la distancia sentía a Briseida perdiendo la paciencia conmigo, lo cual no era una buena señal.

—Hubieras dicho otra cosa, algo creíble. —respondió tajante apretando sus labios, formando una fina línea.

Levante ambas cejas con burla.

—¿Qué te hace creer que no fue creíble? —ataque levantándome del sofá, termino por a cortar los pasos que nos separaban, me acerque a ella quitándole suavemente el vaso que hacía en su mano derecha. Dando un sorbo de este, los ojos de Briseida en todo momento sobre mí, el líquido bajando lentamente quemando mi garganta, siendo el sabor reconfortante por algunos segundos. —Las drogas no eran prioridad del juez. Hoy en día cualquier persona, sea millonaria, pobre, puede conseguir esa sustancia sin problema, al menos una vez en la vida todos consumimos esa toxina.

Chasquee la lengua triunfante cuando mi hermana no daba señales en replicar ante mis palabras, limitándose a asentir con la cabeza bebiendo nuevamente de su vodka.

Yo tenía la razón.

Qué bien se escuchaba eso.

—Entonces, ¿Qué es lo que harás? —inquirió enarcando una de sus cejas.

Una sonrisa traviesa se formó en mis labios.

Gire sobre mi propio eje regresando a los sillones.

—Por el momento relajarme hasta que sea mañana. —suspire exageradamente —Mientras tanto tú, tienes que reclamar todo la fortuna que dejo nuestro padre, estoy segurísima que desde su tumba está revolcándose porque no lo hemos hecho. —explique moviendo mi mano de un lado a otro. —Lo tienes que hacer, tu curriculum no está manchado como el mío.

—Lo dices porque nadie conoce lo peor de mí. —al decirlo soltó una carcajada haciendo eco por toda la estancia.

—Exacto.

Briseida trato de agregar algo más a la conversación cuando se detuvo al percatarse que alguien abría las grandes puertas de la entrada, hundí las cejas ya que de la misma manera lo había escuchado, rápidamente me puse de pie poniéndome alerta, ambas nos acercándonos con el ceño fruncido, confusas y algo inquietas. El perfume que provenía de afuera indicando que una lluvia se avecinaba invadió mis fosas nasales, esnifé una vez más. El olor a tierra mojada era exquisito.

En el umbral de la puerta de pie se encuentra una mujer de figura delgada, cabello rubio natural, según ella, aportando un vestido color negro y un sombrero más grande que su propia cabeza del mismo color. Su mirada cayó sobre nosotras, sus ojos algo llorosos, hinchados de tanto llorar. Continúo en caminar hasta quedar plantada frente a nosotras. Una sonrisa amenazaba en presentarse lo cual no lo hizo cuando un oficial apareció detrás de ella. 

—Solo vengo por mis pertenencias. —informo en un susurro mirando de reojo al hombre y después a mí.

Paso por un lado de nosotras sin esperar un reproche de mí parte, ya que justamente es lo que quería hacer, ella sabía perfectamente que si venía acompañada de un guardia no podría impedir que pasara. Quise detenerla, gritarle que se fuera. Ya no tenía ningún derecho al estar aquí. El oficial me observaba con cautela. Cruce mis brazos por encima de mi pecho derrotada, impaciente comencé a contar, esperando a que bajara.



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En el texto hay: misterio, asesinos, suspenso

Editado: 23.09.2020

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