Inquebrantable

Capítulo 13

Alizee.

Al salir al pasillo me pierdo en mis pensamientos observando la puerta de la oficina de Raymond. Los recuerdos de cómo empezó esta interesante travesía llegan a mi mente...

14 de octubre - 3 semanas antes.

Me encontraba cocinando pasta, ese era mi día de hacer las tres comidas. Con Amber habíamos acordado que una vez por semana lo haría, algo bueno que anotarle a ese grinch andante (solo que ella no era grinch únicamente en navidad, lo era cada segundo que respiraba).

Desde la cocina escuchaba como hablaba en el salón por teléfono, se la pasaba así horas. Ella hacía parte del porcentaje de mujeres que preferían los quehaceres de la casa sobre trabajar. No juzgaba esa inclinación, al contrario, me parecía muy digna y era de admirar, solo que a la que le correspondía traer el dinero para comer y vivir cómodamente, era a mí.

Dejó de hablar unos minutos y el teléfono de la casa comenzó a sonar.

—Alizee —gritó—. Te llaman.

Salté sobre mi lugar, nadie nunca me llamaba. Solté lo que tenía en las manos y salí al salón, en un susurro le pregunté:

—¿A mí?

—¿Hay alguna otra Alizee aquí? —respondió tapando la bocina del teléfono para que no se escuchara.

Rodé los ojos y me acerqué para tomarlo en mis manos.

—¿Hola? —hablé.

—¡Hola! —respondió una voz masculina—. ¿Cómo estás Alizee?

—Eh, bien y... ¿Usted? ¿Pasa algo con mi padre? —pregunté, ya que fue la única razón por la que creí que me llamarían.

—Me alegra que estés bien, yo también lo estoy —hizo una pausa—. Pero no, no te preocupes, no pasa algo con tu padre. Bueno, no que yo sepa —soltó una risa—. Pasa algo con tus pinturas.

—¿Mis pinturas? —repetí—. ¿Qué pasa con ellas?

Mi tía se paró rápidamente del sillón donde se había sentado y empezó a hacerme gestos preguntando sobre de qué me hablaban, la ignoré y le di la espalda. En mi defensa, era una distracción, no me dejaba concentrar.

—Verás, he tenido la oportunidad de verlas, ¡He quedado completamente fascinado con tu talento! Son realmente buenas Alizee, por eso te estoy contactando.

—Eh sí, sigo sin entender por qué —respondí con un tono de confusión.

—Me interesa que hagas pinturas. Para mi galería.

—¿Galería? ¿Una galería? —titubeé-.

—Si Alizee, una galería.

—Ehmm, yo no sé si...

—No tienes que darme una respuesta ahora —me interrumpió—. Piénsatelo y te espero en Mike's a las 7pm. No me tienes que dar una respuesta inmediata allá tampoco, solo es para explicarte mejor y acordar términos si tomas una decisión.

—Está... está bien —me callé—. Mmm, ¿Su nombre es?

—Raymond Rousseau.

—¿Roussiau? —intenté pronunciar.

Se ríe.

—Solo déjalo en Raymond Ross.

Está bien, señor Ross. —probé su nombre—. Gracias por llamar.

—Te espero.

—Hasta luego.

Colgué y al darme la vuelta, me encontré con la mirada inquisidora de mi tía.

—¿Quién era?

—Raymond Ross.

—¿Quién es ese?

—Todavía no lo sé —me encogí de hombros y comiencé a caminar hacia la cocina.

—¿Qué quería? —inquirió siguiendo mis pasos.

—Hablar conmigo.

—Eso lo sé, mocosa —bufó—. ¿Te ofreció trabajo?

—Todavía no lo sé —respondí meneando la salsa de las pastas que parecía estar quemada—. Lo hablaremos luego.

—Pues procura conseguirlo, ya que no haces nada productivo por tú vida.

Detuve mi movimiento y la miré.

—Claro, cómo tú haces mucho —rodé los ojos—. Te recuerdo, que no consigo trabajo debido a que no fuiste capaz de meterme en una escuela para terminar por lo menos los estudios básicos. Así que deja de echármelo en cara cuando la principal culpable, eres tú.

Sin decir nada salió de la cocina, yo solo cerré los ojos y suspiré intentando salvar la pasta.

Cosa que no pude hacer, al final no comimos pasta.

*****

Pagué el taxi y bajé en el restaurante que había acordado Raymond. Desde afuera se veía muy bonito. No parecía elegante, era... sencillo y para el común.

Al avanzar unos pasos me di cuenta de lo completamente tonta que fui, caí en cuenta de que no conocía a este señor y él tampoco me conocía, ¿Cómo íbamos a reconocernos? Ni siquiera me dijo cómo estaría vestido para poder identificarlo.
Con esta duda en la cabeza me dirigí a la entrada principal, al entrar vi las mesas y a las personas, empecé a buscar con mi mirada a algún señor que se encontrara solo, quizás podía tratarse de Raymond Ross. Mientras analizaba los rostros con mi mirada, un mesero se me acercó.

—Disculpe —llamó mi atención.

—¿Si? —volteé a mirarlo.

—¿Usted es la señorita Alizee Barrera?

—Soy ella, ¿De casualidad sabe...?

—Sí, no se preocupe —me interrumpió—. El señor Raymond la espera.

Asentí y me dispuse a seguir sus pasos.

Caminamos entre un par de mesas y llegamos a una de las últimas. Vi al señor Raymond sentado.

No era un señor anciano, podía tener 50 años o alrededor de ellos. Su cabello era castaño oscuro y llevaba un indicio de barba. Tenía tez blanca y ojos azules, buena proporción en cuanto a físico.

—Buenas noches —saludé.

—Buenas noches Alizee —me sonrió—. Puedes sentarte —señaló con su mano el asiento de en frente.




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