Inquebrantable

Capítulo 23

Alizee.

Salí del auto molesta y entré a la casa sin mirar atrás.

Él había desaparecido doce días sin decir nada, yo lo ignoraría el resto de mi vida.

Tendrás que enfrentarlo en algún momento.

No será hoy.

Ignorando mis pensamientos me recargo en el mueble que está al lado de la puerta y tapo mi cara con mis manos.

Aunque la cena en casa de Raymond, fue mejor de lo que esperaba, no dejaba de rondarme en la cabeza la idea de que Ross, sabía que entre Jacque y yo había problemas, y por lo mismo me invitó a su casa cuando le pregunté por su hijo, creyendo que así arreglaríamos nuestras diferencias. No voy a negar que me hizo gracia el hecho de que cumpliera lo que me dijo, sobre enviar a Jacque, por unos papeles lejos, pero su pesada idea no salió tan bien.

Cristina, me cayó muy bien. Layve, no se queda atrás, eran muy simpáticas, sería bonito tener alguien cercano como ellas, realmente eran una familia hermosa.

Eso que dijo Layve, de que Jacque, me mencionaba me dejó desconcertada, ¿qué podría decir él de mí? Tampoco lo sabría porque no iba a preguntárselo.

Resoplando dejo las llaves en el mueble y me dispongo a subir las escaleras para ir a mi habitación.

Agradezco al cielo que Amber no esté, no tengo ánimos de escucharla, es muy exasperante. Creo que se consiguió un novio o algo parecido, ya que últimamente está saliendo mucho y a veces no llega en días. No es algo de lo que me queje, pero pobrecito ser que se enrede con ella.

Abro la puerta de mi habitación y tiro mi bolso en la cama cuando estoy dentro, busco con la mirada a Ruky, cuando abro la boca para llamarlo, en lugar de decir su nombre suelto un grito.

—¡Qué haces aquí! ¡Estás loco! —chillo.

—Lo siento Monet, tuve que acudir a fuerzas mayores ya que no te veías muy dispuesta a hablar conmigo allá abajo —sonríe.

¡Tiene el descaro de sonreír el animal!

Y se ve malditamente sexy.

¡Por primera vez en tú vida ponte de mi lado! ¡Traidora!

¿Qué te digo? Es un don.

—¡Y por eso tenías que invadir mi privacidad! ¡Lárgate ya! —le respondo al idiota que está recargado en mi ventana.

—En mi defensa dejaste la ventana abierta, esa fue mi invitación a entrar —avanza dos pasos.

—¡Quieto ahí! Ni te atrevas —lo señalo—. Un paso más y te tiro este zapato —digo tomando un zapato que descansaba en el suelo.

—Tranquila, no te voy a secuestra lo prometo. Solo quiero hablar —me da una mirada suplicante.

—Tuviste doce días para hacerlo. Se cumplió la fecha límite. Ya puedes irte —señalo la ventana.

—Si me tuviera que ir, cosa que no pasará, por lo menos no hasta que hablemos, pero claro, si después de hacerlo quieres que me quede yo encantado lo hago —sonríe pícaramente—. ¡Auch! —se queja cuando el zapato que tenía en mis manos segundos atrás, impacta con su cabeza—. ¡No hacía falta acudir a la violencia! —se lleva una mano al pecho indignado—. Como te decía, —prosigue—. Saldría por la puerta, no por ahí —señala la ventana—. No expondré mi vida una tercera vez, o sea, por ti si lo haría, tres, cuatro, cinco, mil veces, las que hicieran falta; pero pudiendo salir por la puerta evitando mi posible muerte por la ventana no...

—Jacque, cállate. —lo corto—. Hablas mucho y me das dolor de cabeza —sobo mis sienes—. Estoy cansada y tampoco me apetece escucharte. Tómate doce días más, quizás después de eso quiera hablarlo.

Abro la puerta indicándole con mi mano que puede irse.

—No Monet, no me voy a ir hasta hablar —avanza ágilmente hasta tenerlo a pocos centímetros de distancia.

Yo retrocedo automáticamente, pero él insiste y vuelve a avanzar. Con una de sus manos toma mi brazo y con la otra cierra la puerta, da un paso más y yo doy dos hacia atrás, error, ya que mi espalda queda pegada a la pared y él me acorrala con sus dos brazos.

—Apártate Jacque o te juro que...

—Me juras, ¿qué? —enarca una ceja al interrumpirme—. No tienes escapatoria Monet —me da una sonrisa torcida.

Cierro los ojos fuertemente y suspiro. Tenerlo tan cerca me hace bajar la guardia, me ancla a su penetrante mirada y me hipnotiza con su fragancia, logrando que pierda el enfoque de mantenerlo a limite.

Abro los ojos y me encuentro con sus suplicantes iris azules.

—Te escucho.

Dijo la que iba ignorarlo de por vida y que por lo menos hoy no iba a hablar con él.

Tú cállate, que habrías hecho lo mismo.

No lo niego, es imposible no caer ante las mañas de este muérgano.

Jacque, sonríe con victoria.

—Pero hazte a un lado si no quieres que te patee.

—Mmm, tomaré el riesgo —se relame los labios—. Estoy cómodo teniéndote así, cerca. Una patada no me... —¡Merde! —chilla cuando mi rodilla da con su estómago.

—¿Qué decías? —digo saliendo de sus brazos aprovechando su descuido.

—Monet... —se queja—. Joder, empezaré a tomarme enserio cada vez que me amenaces con algo.

Me encojo de hombros y camino hasta sentarme en el borde de la cama.

Él me imita cuando se recupera.

Ruky maúlla y se monta en mi regazo, yo empiezo a acariciarlo.

—Tienes un gato —dice cuando está a mi frente.

Yo asiento.

—¿Cómo se llama?

—¿Viniste a hablar del gato? —lo miro enarcando una ceja.

—No, pero yo... Olvídalo —sonríe negando con la cabeza—. Alizee, yo quería... —deja de hablar y se mantiene en silencio.

—¿Tú querías...?

Cierra los ojos y suspira.

—No tengo justificaciones, disculpas o palabras que puedan expresar lo que he sentido durante cada segundo de esos malditos doce días. Desaparecí no porque no quisiera hablarte o empezar una amistad contigo, lo hice porque, joder, —pasa sus manos por su cabello—. Me moría por tenerte como amiga y no te imaginas lo tentado que estuve por mandar todo a la mierda e ir a buscarte, quería mirarte, escucharte, verte sonreír —agacha la cabeza con un levantamiento de labios—. Pero... lo hice porque creí que era lo correcto.




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