Inquebrantables. Antología de Historias Inclusivas

Más allá de lo que se ve

Martina nació en el seno de una humilde familia de clase media.


 

Desde el vientre de su madre ya venía predispuesta a una vida quizás no llena de lujos, pero si de sincero y real amor. Y Rubén ya estaba derretido a punto de caramelo, a punto de estallar de amor cada vez que veía el prominente vientre de Celeste. Bastaba nada más verlo para correr desenfrenado al encuentro de ella y su pequeña a bordo, lanzándose rodillas al suelo hasta apoyar la oreja en el abultado vientre mientras sus manos hacían contacto con la piel, e incluso traspasando más allá en un vínculo único, exclusivo entre él y Martina, quien comenzaba a moverse enérgicamente en cuanto sentía la proximidad de las mano paternas.


 

Cuando llegó el día del nacimiento, Celeste ancló con firmeza sus manos a las de Rubén quien no la dejó sola ni un momento.


 

Tras la labor de parto, Martina fue llevada a observaciones, siendo privada un largo lapso de tiempo de la compañía de sus padres. Cuando finalmente fue traída de regreso en brazos del doctor, fueron receptores de una noticia que no esperaban.


 

Martina no era vidente.


 

Celeste ancló su mirada a la bebé, con mayor énfasis en esos pequeños ojos celestes casi blanquecinos en su totalidad. ¿Cómo era posible que ese ángel encarnado en forma de bebé no pudiera ver? Su bebé estaba privada de la vista... Una presión oprimió su corazón y sus ojos se aguaron al instante. Sin embargo, la pequeña manita de Martina de desplazó tanteando a su paso hasta dar con el pecho materno. Con lentitud y movimientos torpes, continuó moviendo su mano hasta posarla sobre los latidos maternos y cuando los sintió una dulce sonrisa se instaló en su pequeña boca.


 

Celeste se derritió de amor al instante, estrechando con sumo cuidado a la pequeña entre sus brazos, muy cerca de su corazón.


 

La caricia tierna de Martina se había encargado de disipar la tristeza, haciéndole sentir en su lugar una sublime paz que superaba todo razonamiento lógico.


 

Buscó con su mirada a Rubén, quien las observaba embelesado.


 

Y supo en aquel instante que aquella bebé sería una bendición en sus vidas y que todo estaría bien.


 


 


 


 


 

6 meses después...


 

Martina se carcajeó por milésima vez haciendo retumbar el ambiente que la rodeaba.


 

Un roce en la planta de sus pies desencadenó en una nueva ola de carcajadas contagiosas que fueron seguidas en el acto por las de Rubén, quien tomó aire intentando contener el ataque de risa, para poder hacerlo una vez más.


 

On ta bebé...—canturreó con voz risueña—¡acá esta!


 

Exclamó deslizando sus dedos en las plantas de los pies de Martina, provocando sendas carcajadas sin fin en ella. Aquellas carcajadas eran tan contagiosas que no pudo evitar dejarse caer al costado de la nena, carcajeando hasta llorar mientras se afirmaba la barriga adolorida con ambas manos.


 

Martina por su parte escuchaba las carcajadas incontrolables de su padre y más reía.


 

—Pero que es este escándalo que tienen por el amor de Dios— Celeste se dejó ver  a través del umbral de la puerta con una sonrisa.


 

Apretó los labios al ver la escena de Martina carcajeándose con una gran sonrisa aún sin dientes y a su costado Raúl destornillado de la risa.


 

—Ya calma que se van a orinar—intentó mantener la compostura pero no pudo resistirse al coro de carcajadas contagiosas y acabó uniéndose en el acto a su esposo y la bebé.


 


 


 


 


 

Martina gateó precipitadamente por las frías baldosas del living. Como cada tarde curioseaba él área, aventurándose dentro de las cuatro paredes por las que habituaba gatear.


 

De repente se frenó en seco, atenta.


 

A lo lejos escuchó la voz de materna y una sonrisa se dibujó automáticamente en su pequeño rostro. Ya estaba por cumplir el año con tres meses y uno de sus pasatiempos favoritos era sentir los latidos de mamá y papá.


 

Titubeó un par de segundos, pero las ansias de cercanía de su madre pudieron más y enseguida se aventuró a lo desconocido emprendiendo un gateo por nuevas áreas de la casa.


 

Su primera pausa fue cuando se cruzó con una pequeña alfombra que se situaba entre el living y el comedor. Sus manos se deslizaron por la extraña superficie y sonrió cuando las suaves fibras causaron cosquillas en sus palmas. Con curiosidad tironeó del material, pero la voz de su madre volvió a captar su atención, haciendo que nuevamente emprendiera la marcha, cruzando la alfombra y adentrándose en el pasillo que dirigía a la cocina.


 

Sus manos hicieron nuevamente contacto con la baldosa al finalizar la alfombra y emitió un sonido de asombro al percatarse del cambio de textura y sensaciones.


 

Habituada a cerámica, partió como un rayo gateando a la velocidad de la luz, únicamente siendo guiada por la voz materna.


 

Cuando Celeste calló, Martina frenó la carrera, desorientada hacia donde ir.


 

Favorablemente nuevamente se hizo escuchar la voz de Celeste y así Martina pudo recorrer el último trecho que la separaba de ella.


 

La inconfundible voz de mamá ya estaba muy cerca y entre una mezcla de olores provenientes de ese lugar, su olor característico  destacó y acarició sus pequeñas fosas nasales de manera certera.


 



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En el texto hay: superación fortaleza inclusión

Editado: 29.01.2020

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