Finn se había quedado inmóvil, incluso me pareció que tenía las mejillas rojas.
—¿Tu me vas a cuidar mientras Finn se va? –preguntó la pequeña, quién lucía un cabello oscuro ondulado. Vestía con una pantaloneta negra, un polo celeste con estampado de flores y zapatillas negras.
—Así es, soy Alejandra —dije con un tono de voz tierno. No puedo controlar mi forma de hablar cuando estoy frente a un infante.
—Hola —saludó Finn con un poco de pena. Lo más probable es que seguía sintiendo culpa por lo que sucedió el martes.
—Hola, —hice una pausa para pensar mis siguientes palabras— tu mamá me dijo que si necesitaba algo te avisara así que trata de estar atento a tu celular, por favor.—traté de que no hablase sobre el tema de la cafetería porque fue muy vergonzoso para mi. Sería mejor si lo olvido.
—Si, no te preocupes, yo regreso a mas tardar a las dos.
—¿Podemos ver My little pony? —Me preguntó Nicolle mientras se acercaba y tomaba mi mano. Pasó su mirada hasta su hermano y éste me miro por un segundo.
—Claro, vamos. —El chico me dio media sonrisa antes de que nos fuéramos.
Caminé con ella hasta una habitación muy linda, la puerta estaba decorada con colores pastel y al entrar era como el paraíso para niños. Lleno de colores y juguetes; muñecas, carritos, títeres, una piscina de pelotas que al parecer ya no usaba porque unos peluches cubrían la mayor parte de ésta. Y como si fuera poco, también tenía una televisión y una tableta.
—Ven, siéntate. —Me ofreció un cojín puff de color amarillo, ella se sentó en otro y me pasó el control remoto. Me sonrió. Dejé la mochila a un costado. Mi trabajo ya había empezado.
Pude oír la puerta de la entrada cerrarse, Finn ya se había ido.
Volví mi vista a la televisión, Nicolle me pasó uno de sus peluches y lo senté en mis piernas. Es increíble como puede confiar tan rápido en una extraña. Aunque, por mi parte, parezco un imán para los niños. Siempre se llevan bien conmigo aunque no pase con ellos mas de dos horas.
Luego de casi cuarenta minutos de el dibujito, me pidió algo de comer. Menos mal porque no pasaría toda la noche embobada con Pinkie Pie y no sé quién más.
Revisé en la cocina la infinidad de cosas que podría hacer, pero al final me decidí por chocolate caliente y unos panes con palta.
Regresé al "salón mágico" y nos sentamos a comer mientras seguíamos con las aventuras de la pony moradita. Y aunque no era muy fan de ese programa, admito que me entretuvo demasiado.
Casi a las nueve de la noche, mi pequeña obligación daba sus primeros bostezos.
—¿Ya quieres dormir? —pregunté, esperando un "Sí" como respuesta.
Nicolle asintió y apagó la televisión.
Luego de haber dejado todo limpio y ordenado, me guió por un largo pasadizo adornado con fotos de la familia, luego subimos por unas escaleras tapizadas hasta su habitación, un poco más pequeña que el salón mágico.
—Espera afuera porque me voy a poner la pijama —me empujó con suavidad desde el borde de la puerta.
Minutos después salió de su habitación y se dirigió al baño, en donde se tomó otros minutos. Aproveché para avisarle a mi madre que seguía bien y tome una foto de la casa para que viese lo bonita que era.
—Ya —habló ella por debajo de mi celular.
—Vamos a dormir.
Esa era mi parte favorita de la noche, aunque fue muy agradable pasar tiempo con ella, no veía la hora de estar en mi casa.
La arropé en su cama, me senté en el suelo y apoyé mi cabeza en la esquina de la cama mientras narraba la historia de una ovejita que se escapaba de una granja y luego encontraba otras ovejas que la aceptaron en la manada.
Yo incluso me dormí.
Desperté de golpe cuando sentí que alguien tocó mi hombro, era Finn.
—¿Ya son las dos? —susurré.
—No, recién son la una. Pedí permiso para salir temprano esta semana, así puedes ir a casa más temprano.
Lentamente me levanté del piso y salí del cuarto, el chico siguió mis pasos. Creo que él también sentía el silencio incómodo porque comenzó a hablar. —Es muy linda, ¿no?
—Sí, muy tierna. Creo que es demasiado buena para su edad.
—La pérdida de nuestro padre la hizo más sensible, de alguna manera abrió más su corazón a las personas. El efecto contrario a lo que suele suceder.
—Entiendo.
No sabía que responder a ello, mi cerebro aún se estaba reiniciando.
—Lo siento —pronunció con suavidad.
Me detuve y lo miré.
—¿De que hablas? —pregunté extrañada, pero luego de hablar recordé aquel acontecimiento.
—Lo que ocurrió en la cafetería el martes . Te juro que quería quedarme para pedirte mil veces disculpas pero no podía, Nicolle me necesitaba. —Lo miré en silencio, dejando que terminara su historia— No sé quién sea pero hay un tipo acosando a mi madre día y noche, desde que murió mi padre. Nos manda pizza o viene de visita, ese día rompió la orden de alejamiento y trató de meterse a la casa.
Sentí la desesperación de sus palabras.
—Está bien, no hay problema. —En serio que esta familia estaba perseguida por la desgracia. Se me estrujó el corazón— De hecho, me dieron otro jugo gratis.
Sonreí para que aquello quedase en el olvido.
—Gracias por cuidar a Nic.
—Fue un gusto. Podría hacerlo seguido —saqué mi teléfono—, voy a pedir un taxi.