Durante el fin de semana, Luca pasa toda la tarde trabajando en un almacén de barrio. A pesar de que los vecinos y varios locales ayudan al chico para su día a día, llevándoles suministros, comida hecha y hasta se han ofrecido clubes donde ejercía como aprendiz de artes marciales para que pudiera pasar su tiempo libre en lugar de estar solo, su orgullo le impidió aceptar.
Luca pidió a un local de suministros que le permitan trabajar a cambio de un sueldo. Como las leyes del país impiden el trabajo infantil, a menos que haya firma de padre que autorice, se le rechaza esa petición. Sin embargo, el dueño un hombre bastante joven le acepta “la ayuda” a cambio de “una mesada” como forma de evadir esa cuestión de ley. Otra condición es que fuera solo viernes, sábados y domingos durante la tarde y solo por cuatro horas.
Debido a su situación, intenta evitar a cualquier compañero de la escuela, por lo que si ve a algún conocido de allí se mete hacia adentro del local con la complicidad del dueño que ríe cuando pasa.
Sin embargo, va a ayudar al proveedor a ingresar varias cajas y cuando sale a buscar la tercera caja llena de azúcar, nota que a lo lejos se acerca un grupo que se ríe y bromea empujándose y golpeándose. Por instinto gira a mirar que sucede y ve a ese grupo de abusivos de la escuela. Rápidamente toma la caja y la entra al local. Se queda allí esperando a que pasen y volver con su labor.
Ricardo, el dueño del lugar, lo ve que está detrás del mostrador:
-¿Ya terminaste con las cajas? ¿Por qué te escondes? -lo ve intranquilo, aunque no asustado. -¿Huh?-mira hacia la calle y ve al grupo pasar. Ricardo siente repulsión con solo verlos. -Puedes salir.
-¿Huh?-mira a Ricardo.
-Esos tres mocosos, ya se fueron.
-Haaaa, rayos.
-No entiendo las circunstancias ni nada por el estilo, pero sin duda que es un trio muy desagradable. ¿Quiénes son? -pregunta el treintañero.
-Si tuviera que definirlo, diría que es la peor clase de escoria posible.
-Tratándose de alguien como Luca, con un pasado de pandillero temible, me debería extrañar esa actitud, pero quizás es un motivo más profundo. Mejor no indagaré más. -piensa.
Ricardo da unos pasos hasta una heladera y saca una pequeña botella de cola. Se la arroja al chico y exclama:
-Ten, bebe. Sé que hace frio afuera pero quizás tengas sed. Yo te invito.
-G-Gracias.
-Oh, vaya que pasó el tiempo. Ya son más de las seis de la tarde, vete a casa. Disfruta del resto del sábado y mañana puedes venir como a la una de la tarde. En mi oficina hay una bolsa con víveres. Te lo ganaste.
-Gracias Ricardo. -agradece con profunda vergüenza.
-¡Deja de tener vergüenza, niño tonto!-le grita al oído.
-¡¿Por qué mierda me gritas?!
-Eres un tonto. Trabajar para comer no es malo, más bien todo lo opuesto, es algo digno. Y que decidas haberlo hecho te hace aun más digno. Prioriza ser mejor persona y estudiar mucho. De lo demás nos haremos cargo el barrio.
-Si, te lo…se los agradezco.
Desde afuera de la tienda a unos cuantos metros, Anabella ve salir de la tienda a Luca con el buzo puesto del almacén que lo involucra como empleado. La vicepresidenta observa con mayor detenimiento cada detalle que ve.
Según su concepción, Luca no deja de ser un pandillero violento y desalmado pero la expresión con la que sale del almacén y que sea empleado de allí, le resulta curioso y enigmático. Entonces lo sigue durante dos calles. En ese lapso, Luca es saludado por muchos vecinos, sean ancianos, niños, y gente con perros a los que el chico acaricia. Nadie le teme o rechaza, y ciertamente Anabella ve una faceta que nunca imaginó:
-¿No se supone que es un pandillero? ¿Dónde está su grupo violento? ¿Por qué se saluda con tantas personas? ¿no saben quién es? -piensa Anabella.- Haaaa, ¿Qué haces Anabella? Siguiendo a otra persona como una acosadora. Mejor…me voy. Tengo que estudiar con Soledad y Delia.
Anabella da media vuelta y encamina para regresar con sus compañeras a la biblioteca. En el camino, ve a una persona extraña moviéndose con un aparato de dos ruedas a motor llamado segway. Esa persona se la ve vestida con un disfraz de conejo gris y la cabeza descubierta. Lo mira como si lo hiciera con los locos de la calle. Inmediatamente lo ignora.
Es el excéntrico chico que sigue desde detrás a Luca.
Todos los que pasan por al lado se le quedan viendo algunos como si fuera un bicho raro, otros con simpatía al compartir ese sentido del humor, y otros simplemente con desconcierto ya que no entienden que sucede.
Los niños corren a su lado intentando alcanzarlo o sobrepasar su velocidad. Una niña pequeña se tropieza y cae contra el pavimento. El chico se detiene y baja del aparato. Camina hacia la niña y la ayuda a levantarse:
-¿Estás bien?-pregunta el chico vestido de conejo y el rostro deslumbrante.
-Shi. -exclama la niña.
-Bien. Me alegro. Procura no alejarte de tus padres ¿sí? Tampoco estén cerca de mí porque se podrían lastimar. ¿Está bien?
-Ajá. Muchas gracias señor.
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Editado: 13.09.2025