Mew insistió en llevarlo. Pero Gulf se negó. Y con un beso tímido se despidieron en la entrada principal del barrio cerrado-los altos paredones y los guardias en la puerta aún intimidaban a Gulf, pero no dijo nada.
El sol comenzaba asomarse en aquella fresca mañana. Gulf tardó más de lo planeado en llegar hasta el asentamiento donde vivía: Las Torres. Rememoraba, a cada paso, la charla, las miradas y los besos que Mew le había dado la noche anterior. Y eso lo hacía avanzar más lento o doblar en la dirección equivocada. Cuando finalmente llegó se percató que todos aún dormían: su madre con su novio de turno en la habitación de atrás sobre una amplia cama, y sus hermanos y hermanas en la habitación de adelante la que también servía de cocina y comedor. La misma que tenía agujeros en el techo de chapa, la que era más fría y la que no tenía colchones sino tablas viejas y mantas húmedas como camas. Gulf miró de reojo a los bultos temblorosos que se acurrucaban y se abrazaban buscando inconscientemente algo de calor desperdigados por cada rincón. Se sentó en el suelo cerca de la única ventana que era la única fuente de luz que había. Arrimó una bolsa llena de pelotas de fútbol y se puso a coser, sabiendo que no se movería de allí sino hasta bien entrada la tarde; aún cuando el estómago le crujiera de hambre; aún cuando se moría de ganas por estar en la escuela aprendiendo en vez de estar allí cosiendo.
Mew nada sabía de eso pero mientras lo miraba furtivamente escondido del otro lado del ventanal se secaba las lágrimas en silencio. No podía creer lo que veía: un Gulf, rodeado de pelotas de cuero a medio terminar, tiritando y lastimándose las manos y pinchándose los dedos con cada puntada.
Mew lo había seguido en silencio, por mera curiosidad. Quería ver dónde vivía. Se había preparado mentalmente. Aún así verlo allí, temblando, le hizo doler el corazón.
Pocos minutos después, guardó su moto y ya en su propia habitación cálida y confortable, Mew tomaba una pelota del rincón y se dejaba caer en la cama.
"Esa lesión acabó con su carrera..."
" Ya no es nadie..."
" La estrella se ha apagado para siempre..."
"Deberías pensar en un trabajo de verdad..."
Cada frase que Mew había oído sobre sí mismo le cayó encima como una lluvia fría. Siempre le dolía recordarlas. Pero ahora mientras hacía girar la pelota entre sus dedos percibió algo distinto. Percibió por primera vez, desde su lesión, que la vida, ¡su vida!, no había acabado como él había creído. Percibió que aún había mucho por vivir, mucho por hacer, mucho por amar.
Mew interrogó silenciosamente a esa nueva energía de renovación que lo envolvía: "¿ qué podía hacer...?"
Y la respuesta le llegó como una brisa, dolorosa al principio pero dulce al final, cuando en un borde de la pelota que sostenía leyó:
"... Garantizado: pelota hecha sin trabajo infantil..."
Y así lo sintió en su corazón. Tuvo una visión completa,su nueva vida ya tenía un nombre: Gulf... Y su motivación también tenía un nombre:
... Inspired by MG...