"Un alma triste puede matar más rápidamente que una bacteria”
—John Steinbeck.
Me encontraba en el salón de Historia cuando te vi pasar. Llevabas tu cabello trenzado a la perfección, ni una hebra sobresalía de tu peinado, se podría decir que estaba impecable. Me gustaba verte más con tu cabellera suelta, danzando con la brisa de septiembre, sintiéndote libre, como los azulejos que suelen cantar en mi ventana. Amaba verte así.
Pero hoy era uno de esos días donde la tristeza se apoderaba de tu corazón. Aprendí a conocer cada hábito que tenías según tu estado de ánimo, eso me ayudaba a saber cómo te sentías. Trenzar tu cabello era símbolo de tristeza, no entendía el porqué de esto, hasta que cierto día encontré en las redes un fragmento de un escrito que parecía explicarlo:
"Cuando te sientas triste, niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar cuando el viento del norte pegue con fuerza. Nuestro cabello es una red capaz de atraparlo todo, es fuerte como las raíces del ahuehuete y suave como la espuma del atole. Que no te agarre desprevenida la melancolía, mi niña, aun si tienes el corazón roto o los huesos fríos por alguna ausencia. No la dejes meterse en ti con tu cabello suelto, porque fluirá en cascada por los canales que la luna ha trazado entre tu cuerpo.
Trenza tu tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza…
Paola Klug".
Fue ahí donde lo comprendí.
Ahora me pregunto: ¿cuál es la causa de tu tristeza, amada mía?
Esperé unos minutos para poder salir del salón, caminé hasta los casilleros y ahí te encontrabas parada; terminabas de guardar los libros que habías utilizado el día de hoy, a tu lado estaba esa chiquilla morena que siempre te acompañaba al salir de clases. Para poder llegar a mi casillero tenía que pasar muy cerca de ustedes, y mi cerebro no quería mandar señales de movimiento a mi cuerpo, así que me quedé estático en el sitio.
Fue ahí cuando vi mi nota entre tus cosas, había salido de unos de los libros que guardabas. Te arrodillaste para tomarla del suelo.
—¿Y eso? —Escuché que te preguntaba tu amiga. La curiosidad la invadía, se notaba que quería conocer lo que dicha carta decía.
—Lo dejaron en mi casillero hoy, es una nota —respondiste con una mueca en tu rostro.
—¿Por qué esa cara? ¿Dice algo malo? —preguntó tu amiga.
—Creo que es un chico jugándome una broma —le comentaste mientras agachabas la cabeza algo afligida—. Dice que el perro de su vecina le recuerda a mí. —Intentaste que sonara cómico, pero la gracia no llegó a tus ojos. Dejaste la nota en el casillero y caminaste hasta la salida del instituto.
Lo que para mí era un misterio, en minutos fue resuelto: mi nota fue la causa de tu tristeza.
No llegaste a comprenderme, amada mía, en esa nota no hablaba de ningún rasgo físico que tuviera el perro de mi vecina que se pareciera a ti, sino que me refería a su alma. Milon tiene el alma más noble del mundo, después de ti.
Amada mía, mientras mi amor por ti perdure, no dejaré de esforzarme.