Emma.
No sabía cómo sentirme ahora. Por un lado, estaba feliz de verlo luego de tantos años, pero por el otro, mi mente recordó momentos en los que Elijah quería matarlo porque se enteró que desvirgó a su hermanita menor.
—Ven aquí —me sonrió, dejando de lado a sus amigos para enfocarse en mí—. ¿Qué haces aquí? —me acogió entre sus brazos cuando me acerqué—. Pensé que estarías en Europa en la escuela de medicina.
Sí, ese había sido el plan y la principal razón por la cual decidí entregar mi virginidad a Lucas Stark, el hecho de que no lo volvería a ver.
Mordí mi labio inferior nerviosa separándome de él.
—Larga historia —murmuré encogiéndome de hombros—. Soy la niñera de Alaia —confesé, apartándome de su abrazo para mirarlo.
—¿Niñera? ¿Qué demonios sucedió?
El nivel de preocupación en su voz, me remontó años atrás. Esto era lo que las chicas amaban de Lucas Stark cuando estábamos en la escuela secundaria. Era hermoso, pero reservado, por lo general nunca llamaba la atención directo a él, y no era el más popular a pesar de que se juntaba con los que si lo eran. Estaba en último año cuando yo apenas iniciaba. Era amable y se preocupaba por todos.
Y eso nos volvía locas a todas. Porque todas anhelábamos sacarle más que una sonrisa amable al chico de oro de la escuela.
Había sido toda la vida la hermana pequeña de los hermanos Brown y por ello había caído en el círculo de protección de Lucas.
—Miles Brown, ya sabes cómo es —atine a decir.
Mencionar a mi padre me ponía los pelos de punta, era el último tema de conversación que quería tener. Frente a mí, Lucas carraspeó, molesto. Si había alguien que conocía la furia y la actitud altanera de mi padre era él. Nuestras familias habían sido amigas durante años y habíamos crecido prácticamente juntos al igual que con los Campbell, más que todo él y mis hermanos, yo solo era la niña molestosa que no se les despegaba, pero a ellos parecía nunca importarles.
—¿Quieres salir este fin de semana? —cuestionó tras varios segundos en silencio—. Tenemos tiempo sin vernos.
Su gran sonrisa se hizo presente. Él sabía el efecto que esa sonrisa tenía en las chicas, y yo en su momento no pude resistirme tampoco.
—Claro. —Las comisuras de sus labios se levantaron un poco más—. Mi día libre es el domingo, puedo hacerlo.
Elijah se enojaría conmigo por cancelarle por segunda vez este mes, pero quería salir con Lucas, sería bueno para mí hablar con alguien que en realidad comprendiera lo que era ser la oveja negra de la familia.
Si había alguien que lo hiciera, ese era el mayor del clan Stark. Los padres de Lucas habían estado furiosos cuando lo reclutaron, o eso escuché de parte de mi hermano. Ellos incluso intentaron sobornar a la liga para que cediera y desistieran de Lucas luego de su recuperación. Perdimos el contacto con los Stark luego del accidente, y solo escuché que había aceptado el reclutamiento y que era parte del equipo, pero nunca seguí su carrera.
—Te daré mi número para que me llames y me avises a qué hora puedo pasar a recogerte. Supongo que te estás quedando en casa de Nick.
—Sí —murmuré.
Lucas sacó su cartera y luego de buscar extendió una pequeña tarjeta en mi dirección con sus datos. Sonriendo, la tomé. Y estuve a punto de responderle cuando la inconfundible voz de Nicholas Stevens, me detuvo:
—Nos vamos, Emma —sentenció—. Alaia necesita dormir.
Chillé confundida y aturdida por el tono fuerte que empleó. Lucas me miró confundido antes de posar sus ojos en mí jefe quién ya se había puesto de pie con Alaia en sus brazos y las cosas de que trajimos para ella en su mano izquierda. Nerviosa, asentí tomando mi bolsa y guardando la tarjeta de Lucas en ella.
—Hasta luego —me despedí, y no tenía idea de por qué Erick sonreía—. Fue un gusto venir. Gracias por la invitación.
—Eres siempre bienvenida —habló el hombre, viendo a su compañero perderse de su vista sin despedirse.
Que maleducado.
Casi me fue imposible seguirle el paso una vez estuvimos en la entrada de la casa. Su cuerpo tenso caminó en dirección a su auto. Suspiró profundamente cuando sus ojos se encontraron con los míos mientras me pasaba a Alaia para él poder conducir.
¿Por qué no puedo llamar un taxi?
Alaia trepó en mi pecho una vez nos puse a ambas en el asiento trasero del auto, no iba a sentarme junto a ese hombre teniendo en cuenta que su cara de culo había vuelto a aparecer.
Verónica se asomó en la ventana antes de que él arrancara luciendo furiosa junto a una señora que solo sonreía. Se parecían mucho.
—Nicholas, me prometiste que Alaia dormiría aquí esta noche —se plantó en su lado del auto—. ¡Mañana iremos al zoológico!
—La traeré mañana, nos tenemos que ir.
Suspiró frustrado mientras abría la puerta del auto y posaba su cuerpo frente al de ellas claramente imponiéndose. Para mí tranquilidad y paz mental preferí quedarme adentro. Verónica entrecerró sus ojos en su dirección rotundamente furiosa.
—Nicholas Stevens, por favor.
Sonreí por lo bajo porque sabía lo que ella hacía. Por alguna razón estos hombres llenos de ego y fuerza no podían resistirse a la mirada de cachorro de Verónica Cross, y ella lo sabía. Así me lo habían hecho saber ella y Sam en algunas de nuestras charlas.
—No me dejarás en paz, ¿verdad?
—¿Cómo lo supiste? —se burló ella, sonriente.
—Emma, baja a Alaia —su tono de voz no cambió, sonaba un tanto frustrado pero la furia seguía allí.
Sonriendo a escondidas a Verónica le pasé a la pequeña Alaia dándole un pequeño beso en su cabeza cuando su boca se contrajo con ganas de llorar.
—No le quites su muñeco si quieres dormir esta noche — dije riendo.
La mujer junto a Verónica sonrió, haciéndole muecas a Alaia para distraerla en tanto nosotros nos marchábamos.
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Editado: 02.04.2024