Emma.
El sonido del claxon del auto de Verónica puso en alerta a Alaia una vez que puso sus pies en la acera, su cuerpo refugiándose en mis piernas una vez el sonido llegó a sus oídos. Sonreí tomándola en mis brazos mientras observaba su carita asustada. Jake sacó su cabeza por la ventanilla del auto sonriente.
— ¡Emma! Mamá dice que si me porto bien hoy, me darás un par de galletas cuando vuelva —caminando al auto abrí la puerta trasera y sonreí al ver el asiento de bebé puesto allí. Verónica siempre pensando en todo.
—Tú madre no tiene que decírtelo, cariño. Por supuesto que te haré galletas la próxima vez que vengas a visitar a Alaia. —Mi pequeña estrella seguía con su cabecita metida en mi cuello—. Mira cariño, es Jake.
Recelosa y aún asustada se negó a levantar la cabeza mientras Verónica sonreía en su dirección. Suavemente me incliné en el coche y la puse en el asiento de bebés comprobando que estuviera bien abrochado.
—¿Prometiendo cosas Verónica? —inquirí en voz baja una vez estuve sentada en el asiento del copiloto. Sus ojos marrones brillaron con diversión.
—Sabes que tienes un par de esas en el bolso solo para mí pequeño hijo de seis años. —Me reí más fuerte por lo mucho que esta mujer había llegado a conocerme en los últimos meses—. Como también sé que esas galletas no tocaran los dientes de mi hijo hasta que te traiga de vuelta a casa en unas horas —me advirtió, aunque sabía que una vez ella estuviese embelesada en los brazos de su esposo, le pasaría una galleta a Jake a escondidas.
Era nuestro pequeño secreto —no tan secreto—, porque siempre nos cachaban en el proceso.
—¿Cómo van las náuseas?
Me puse el cinturón de seguridad mientras ella salía de la acera.
—Lo peor ya ha pasado, mi querida Emma. Con este pequeñín sucedió lo mismo que con Jake, las náuseas comenzaron a disminuir en el tercer mes. —En su rostro se plasmó una sonrisa—. Aunque aún sigo haciendo que Erick corra a mitad de la noche por mis galletas saladas.
Me reí girándome para ver a mi pequeña estrella observando a escondidas a Jake mientras este jugaba en su iPad, su pequeño cuello inclinándose apenas para ver si podía llegar a ver lo que él observaba en la pantalla.
—¿Quieren saber qué será?
Escuché su risa sin mirarla, aún al pendiente de los movimientos de Alaia en su asiento. Estirándome, tomé su Stitch y lo puse en su regazo haciendo que volteara a verme. Una sonrisa apareció en su hermoso rostro regordete, poniendo una en el mío. Cómo amaba a esta niña.
—Erick quiere saberlo, a mí me gustaría que fuese sorpresa —respondió, animada—. Aunque conociéndolo, lo más probable es que encuentre la forma de convencerme en un par de meses para pedirle a mi obstetra que nos revele el sexo. Esa mujer apenas si puede contener la risa con Erick cerca por lo intenso que se pone.
Me detuve girándome a verla.
—Pensé que era un hombre el que te atendía, ¿Cambiaste de médico?
Ella asintió deteniéndose en el semáforo en rojo, su cara girándose para verme.
—Nunca te embaraces de uno de estos hombres —murmuró molesta—. Le pedí a Erick que agendara mi cita con el doctor y cuando asistimos al consultorio, me remitieron a la doctora Vance.
Sonreí a sabiendas de que iba todo esto.
—Cuando le pregunté a Erick amablemente qué demonios había sucedido —y sabía también que "amablemente" significaba "muy enojada y a punto de lanzarle algo"—, solo sonrió y me dijo que sobre su cadáver un hombre pondría una mano en mi vagina.
Abrí los ojos sorprendida por su vocabulario, me giré para ver los ojos de Jake puestos en su madre aún con su juguete en sus manos. Verónica se giró hacia su hijo con una sonrisa cariñosa.
—Pregúntale a tu papi, corazón —le dijo.
Jake asintió restándole importancia, pero guardando la información en su cerebro. La sonrisa de Verónica se amplió plenamente consciente de que Jake atacaría a Erick en busca de respuestas cuando lo recordara, todos habíamos presenciado esos momentos y era algo gracioso de ver. Las miradas de Erick en dirección a su esposa con ganas de matarla por ponerlo en esas situaciones no tenían precio.
—¿Piensan decirle a los demás algún día? No te harás más delgada, señora Hamilton.
Verónica había comenzado a usar ropa más holgada y como apenas tenía pocos meses no se le notaba el embarazo en lo absoluto, pero según ella, la ropa ancha había sido necesaria para que en el momento en que los chicos la vieran más adelante no sospecharan.
—Decirles significa tener a un equipo de fútbol americano completo sobre mí las veinticuatro horas del día. —En su rostro figuró terror de solo imaginarlo—. No gracias, suficiente tengo con Erick. Lo amo, pero me está volviendo loca.
Su teléfono sonó reflejando en la pantalla el nombre del susodicho, haciéndome reír.
—¿Lo ves? Marca cada hora para comprobarme. Es un bebé no tengo cáncer —dijo con una sonrisa. En el fondo sabía que le encantaba esto—. Es tan sobreprotector que sé que cuando el bebé llegue no dejará que nadie se acerque.
—O ella. —Su sonrisa se amplió—. ¿Alguna preferencia?
—Me gustaría una niña, pero no quiero hacerme ilusiones. Además, estaré feliz con el sexo que venga, al igual que lo estuve con mi pequeño terremoto allá atrás —habló señalando a Jake—. Erick dice que quiere que todos nuestros hijos sean varones, algo sobre que si viene una niña va a terminar pegándose un tiro cuando llegue a la pubertad.
Me reí, acompañándola.
—Nick lo está haciendo bien —murmuró varios segundos después.
Asentí con una sonrisa mirando a Alaia jugando y tirando su mano hacia Jake para que la mirara, era cuestión de minutos antes de que le arrojara su muñeco, enojada.
—Me alegra que te conociera, Emma. —Me giré hacia ella, confundida—. De todos los muchachos fue al que me costó más trabajo llegar. Nick ha pasado por muchas cosas en su vida y cuando sucedió lo de Maia pensé que lo perderíamos también. Era mucho peso encima y aunque su amor por Alaia fue desde el primer segundo, se le estaba viniendo el mundo encima hasta que llegaste tú.
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Editado: 02.04.2024