Nicholas.
Esperé hasta que Emma tuvo puesto su cinturón de seguridad para poner el auto en movimiento y salir del estacionamiento del edificio. Por el rabillo del ojo, observé como se giró un poco para comprobar que Alaia seguía dormida en el asiento de bebé en la parte trasera de mi auto.
Su boca se estiró un poco en una ligera sonrisa mientras la observaba.
Mi corazón tiró de repente, llenándose de calidez al verla así. Amaba a Alaia y mi hija la adoraba de vuelta. Emma no lo sabía, pero llegaba temprano cada día, y a escondidas, la observaba mientras le cantaba canciones a mi bebé hasta que se dormía. Luego, salía corriendo sin ser escuchado y abría la puerta —no tan suavemente—, para hacerle saber que ya había llegado.
Era mi rutina cada día.
Emma Brown se había colado en mi vida sin preguntar, sin quererlo y sin darme oportunidad de reaccionar.
Sonreí al recordar la calidez de su cuerpo contra el mío por las noches. Eran escasas las veces que había dormido con una mujer a mí lado durante toda la noche. Solía pensar que, si no me quedaba el tiempo suficiente como para establecer una mínima conexión con ellas, no me afectaría, hasta que Emma llegó a mi vida.
Con sus comidas y sus ganas de sacar el lado bueno en mí, no tuve que tenerla en mi cama para que mi cuerpo la anhelara cerca o para que mis ojos la buscaran cada vez entraba a un lugar donde sabía que estaba. No pensé que fuese capaz de albergar sentimientos de este tipo por una mujer hasta que la conocí.
Creí que sería difícil de sobrellevar, y puede que al principio así fuese, pero no me arrepentía de haber cedido. De hecho, agradecía que Lucas apareciese en el mapa el día del cumpleaños de Jake. De no ser por los celos acumulados en mi pecho, no creía que hubiese tardado tan poco tiempo en ceder a lo que mi cuerpo y mi corazón pedían.
—¿Para qué crees que Erick y Verónica quieran vernos? —su voz sonó ansiosa, ausente de mis pensamientos constantes sobre ella. Una pequeña sonrisa apareció en mi boca mientras giraba un poco la cabeza y la observaba antes de volver mis ojos al frente.
—No tengo idea, probablemente quieran decirnos cuando se volverán a casar —comenté encogiéndome de hombros y restándole importancia, ya nos enteraríamos al llegar.
Probablemente sí fuese eso. De hecho, Kyle me había llamado y eso salió de nuestra conversación, todos sabíamos que era cuestión de tiempo antes de que ese par fijase una fecha exacta para calmar los deseos de la madre de Verónica y la de Erick con respecto a una nueva ceremonia de matrimonio. Por lo que sabía, Verónica comenzó a planificar todo junto a Sam desde el momento en que todos nos enteramos que se casaron a escondidas un par de meses atrás.
—Supongo que sí.
La miré notando un poco de nerviosismo en su voz. Inmediatamente, sus ojos se apartaron de los míos al ver mi intención de buscar respuestas.
—¿Has sabido algo de Kyle? —preguntó para mi sorpresa.
Entrecerré mis ojos en su dirección deteniéndome un poco en su expresión de nerviosismo y luego volviendo la vista al camino.
—¿Te sucede algo, cariño?
Sacudió la cabeza, dispuesta a abrir la boca para negar las ideas en mi mente. Para su buena suerte, mi teléfono comenzó a sonar en la guantera del auto, olvidé que lo había guardado allí antes de colocar el asiento de Alaia en su lugar.
—¿Puedes responder y poner el altavoz?
Un breve murmullo de afirmación salió de su boca al inclinarse rápidamente para tomar la llamada y escapar de mi pregunta. Si ella supiera que ni esa llamada haría que me olvidara de ello.
—Nick. —Bufé escuchando la voz agitada de Kyle al teléfono—. Tengo un problema, hermano.
A mi lado divisé el rostro preocupado de Emma probablemente imaginando lo peor.
Esa era mi chica.
— ¿Qué sucede, Kyle? —dije calmado a sabiendas de que si fuese algo grave fuese un doctor o un policía en el teléfono y no él. A menos a qué estuviera detenido y esta fuese su llamada rápida, no había nada de lo cual estar preocupado. Si había alguien autosuficiente era Kyle.
—Mi auto murió, acaba de llevárselo la grúa. Necesito que vengas por mí.
Mi suspiro llenó el auto una vez sus palabras salieron. Le dije hace unas semanas que vino por mí que el auto necesitaba una revisión. Como siempre no me escuchó y podía jurar que el auto había dejado de funcionar por ello. El muy terco se negaba a comprar otro.
—Ya sé lo que dirás y sí, tenías razón —estableció, cansado—. ¿Vendrás por mí? Estoy en la panadería de Jasmine, compraré magdalenas.
El chillido de Emma lo hizo reír y a mí igual. Su mano viajó rápidamente a su boca para no despertar a Alaia.
—Estoy a unas calles. Te vemos allí.
Emma terminó la llamada con una sonrisa en su rostro, retirando su mano lentamente.
—Sabes que puedes reír e incluso gritar y aun así ella no abrirá sus ojos en las próximas horas —me burlé. Rodando sus ojos grises se acomodó en su lugar, recostando su cabeza en el asiento.
—Sí, ya lo creo.
Su sonrisa se hizo presente de nuevo.
—No entiendo por qué no pudieron reunirlos a todos por la tarde —habló bostezando—. Estoy agotada.
—Ya somos dos.
Anoche Alaia no había dormido muy bien, por lo tanto, ni Emma ni yo pudimos pegar el ojo por más de una hora sin escuchar su llanto en la habitación contigua a la mía. Emma más que yo, porque cuando Alaia no lloraba, ella misma iba a comprobarla para asegurarse de que estuviese bien.
—Verónica se irá esta tarde a visitar a su padre junto a Jake, y ellos querían vernos antes de eso.
Emma asintió sin prestarme mucha atención, sus ojos viéndose pesados a medida que los cerraba poco a poco. Minutos después, el sonido de su respiración era la único que llenaba el auto seguido de un par de resoplidos por parte de mí pequeña hija.
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Editado: 02.04.2024