Emma.
Lo pensé y vacilé durante varios minutos antes de atreverme a levantar mi mano y al fin tocar la puerta negra del departamento de Edward. Pensé en ir en busca de Elijah luego de pasarme horas en mi habitación pensando en lo que haría, pero estaba fuera de la ciudad y además, justo ahora sabía que necesitaba la su sabiduría y seriedad de nuestro hermano mayor, no la comprensión y explosión que provendría de Elijah.
Un Ed a medio vestir, con su corbata suelta alrededor de su cuello, su teléfono en la oreja y su camisa con los primeros botones desabrochados, me recibió, sus ojos mirándome con confusión y preocupación mientras veía mi rostro y la desgastada sudadera que traía encima al igual que las pantuflas que no me había dado tiempo de dejar al salir huyendo.
Sí, yo tenía afán en llegar aquí.
—¿Marie? —su voz no vaciló al hablar al teléfono, seguía sonando igual de calculadora que siempre a pesar de los ojos preocupados que me lanzaba—. Cancela todas mis reuniones hoy, dile a Wilson que lo veré mañana a primera hora.
Su expresión se tornó furiosa a medida que escuchaba a la mujer al otro lado de la línea
—No me importa. Dile a Brandon que lo arregle, y que queda a cargo porque Elijah está en Atlanta y yo no iré hoy a la oficina. —Suspiró, enojado, pasándose la mano derecha por el cabello—. Cancélalo, y reprograma ese vuelo para mañana en la tarde, estaré en Chicago temprano, no te preocupes.
Sacudió la cabeza sin dejar de mirarme. Me sentía tan pequeña bajo su escrutinio de hermano mayor, pero solo quería refugiarme en sus brazos luego de un mes sin verlo. La mujer probablemente estaba enojada por las respuestas de mi hermano.
—Marie, en serio tengo que irme. —El silencio se hizo presente y una mirada triunfante brilló en sus ojos grises—. Perfecto. Estaré al pendiente. Gracias.
Colgó rápidamente sin esperar respuesta mientras tomaba mi mano y tiraba de mí a su pecho. Lo abracé con tanta fuerza que no pude evitar que las lagrimas se deslizaran por mis mejillas, manchando su camisa.
—Juro que lo mataré. Lentamente y con dolor —murmuró furioso en mi oído, escuchando mi llanto—. ¿Por qué no respondías mis llamadas? ¿Qué demonios sucedió, Em?
—Yo...
Al principio temí que mis hermanos se presentaran en casa de Nicholas, pero ambos viajaban mucho últimamente y me excusaba por medio de mensajes a medias que solo decían que estaba bien para calmarlos. Necesitaba alejarme, centrarme en mí y a pesar de que sabía que ellos me ayudarían, era una de esas cosas que tenía que hacer por mi cuenta.
Permaneció en silencio escuchando con atención la manera en que mis lágrimas se hacían más intensas acompañadas de mis quejidos. Su mano en mi cabello se paseó suavemente mientras me consolaba.
Sabía que estaba enojado, que su cabeza estaba formando ideas que no eran correctas, probablemente pensando en dejarme dormida mientras llamaba a Elijah e iban juntos a por Nick. Si solo supiera por qué estaba aquí. Levanté mi cabeza buscando sus ojos.
—No es lo que estás imaginando —dije al borde del colapso por segunda vez, mi voz perdiéndose entre el llanto que salía.
Edward limpió mis mejillas bañadas en agua salada con sus pulgares.
—¿Quieres pasar?
Miré su camisa ahora empapada por mis lágrimas a medida que asentí. Tomó mi mano y caminó lentamente conmigo hasta el gran sofá de su sala. Ninguno dijo nada durante un par de minutos, solo esperó pacientemente mientras yo luchaba por calmar las lágrimas y recuperar mi voz.
—¿Es por Nick que estás así? —Asentí observando que endurecía su expresión—. ¿Te hizo algo? —Sacudí la cabeza sin ahondar en el tema—. Emma, estoy preocupado. ¿Qué pasó?
—Nicholas me pidió matrimonio hace un mes. —Su rostro pasó de preocupación a confusión—. Me dijo que quería que yo fuera la madre de sus hijos y salí corriendo, Ed. Le dije que no estaba segura de poder ser lo que Alaia necesitaba, que no quería tener hijos y lo perdí.
—Emma, cariño...
—Lo perdí por no poder ser suficiente —lo interrumpí.
Mi hermano suspiró y me atrajo de nuevo a su pecho. Ambos sabían mi renuencia a la idea de tener un bebé, y conocían los motivos tras de ello, aunque sabía que no los compartían.
—¿Él te dejó? —De nuevo, sacudí la cabeza—. ¿Le dijiste que no? —Esta vez asentí—. ¿Entonces que sucedió, Emma?
—Me alejé, me refugié en el departamento de Elena y fui a terapia.
—¿De verdad? —su voz sonó ansiosa, esperanzada—. ¿Buscaste ayuda?
—Debí hacerlo hace mucho, Ed —aseguré.
—Lo importante es que lo hiciste, hermosa. —Se acercó lo más que pudo, sosteniendo mi rostro entre sus manos—. ¿Te sientes mejor ahora?
Asentí sin querer abrirme a él con todo lo que le había dicho a Sasha. Era una parte de mi vida que me atormentó por tantos años y que si bien ya casi no dolía, tampoco quería hablar de ello.
—¿Quieres volver con Nick? —preguntó con cautela.
—Quiero hacerlo —aseguré—. Pero tengo miedo, Ed.
—¿De que no te quiera de vuelta? Emma, ese hombre te ama y...
—Tengo miedo porque no sé cómo afrontar del todo el hecho de que estoy embarazada, Ed.
Su cuerpo se tensó a medida que escuchaba mis palabras, la comprensión llenándolo al clavar sus ojos en mí. Luego, su mirada cayó directo al punto donde mi mano buscaba refugio sobre mi plano vientre de casi dos meses. O al menos, eso creía que tenía.
—Emma —su voz se quebró a sabiendas de cuál era mi posición—. ¿Lo piensas tener?
—La terapia me ha ayudado a comprender muchas cosas —comencé intentando calmarlo cuando lo cierto era que por dentro estaba demasiado asustada—. Yo quería ser madre, pero cada que decía que no, eran mis miedos hablando. Me aterraba la idea de ser como mamá, de defraudar a mis hijos, de no poder darles todo lo que se merecían.
Me miró con atención a la espera de que terminara.
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Editado: 02.04.2024