Internado

Respuestas oscuras y árbol de cerezas

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En las profundas aguas, sin despertar, sin ver la claridad, quedé inconsciente. El agua atestaba mis pulmones y la presión cada vez era más fuerte; no podía hacer más movimientos por la fatiga que sentía.

De repente desperté en la orilla del lago. Intenté moverme, pero mis costillas y mis piernas me dolían demasiado, como si hubiese padecido un martirio durante muchas horas. No había tomado el tiempo que duré en la profundidad.

Cuando intenté levantarme, miré a todos lados y no había rastros de nadie. De repente sentí que alguien me tocó el hombro. Me asusté y, al voltear, supe que era Esteban.

Él intentó ayudarme a levantarme, incluso quiso secar mi ropa. Me acerqué a él y le dije:

—¿Esteban, qué haces aquí? —pregunté mientras intentaba escurrir mi vestido mojado.

—Verónica, estoy aquí porque vi que unos asesinos intentaban ahogarte —respondió alterado—. Tienes que irte… esto cada vez se está poniendo más arriesgado para ti.

—No, Esteban. No voy a detenerme ahora. Es donde yo tengo que tomar justicia. Haydy pagará por esto. No voy a hacerme responsable del daño que ahora le haga —dije, conturbada.

—Verónica, si hablas de justicia al hacerle daño a Haydy… estarías hablando de venganza —replicó, con el ceño fruncido.

—No importa, Esteban. Tú solo guarda silencio y sígueme.

Me retiré de la orilla, y él me siguió. Mientras caminábamos por el bosque, intenté recordar cada suceso antes de haber terminado en el lago. Comprendí que Haydy no solo había intentado asesinarme, también quiso dejarme rastros y pistas de cómo ocurrieron las muertes de los dos estudiantes en el lago Caddo.

Tal vez fueron asesinados por motivos emocionales. Incluso recordé que su ropa estaba húmeda, lo que me hizo concluir que primero fueron ahogados y después sus cuerpos fueron colgados, simulando un suicidio. Pero había un detalle macabro: faltaban sus ojos.

El asesino debía coleccionar los ojos de sus víctimas… o quizás otras partes de sus cuerpos. Aún no entendía las razones. Si fue por chantaje de información, quizá lo tomó como traición; y si fue traición, era porque confiaba demasiado en ellos y lo decepcionaron.

Como dice el dicho: “Cría cuervos y te sacarán los ojos.”

Quizá el asesino había hecho demasiado por sus víctimas, y cada mala acción fue un precio que terminaron pagando. En ese momento todo empezó a tener sentido. Me acerqué rápidamente a Esteban y le dije:

—Necesito hacerte unas preguntas.

—¿Qué preguntas? —contestó, mirándome con seriedad.

—Sobre tu amigo Johnny… el que murió en el campamento, cerca del lago Caddo.

—Sí, claro, las responderé. No tengo ningún problema.

—¿Cómo fue el comportamiento de Johnny antes de ser asesinado?

—Bueno, Johnny y yo siempre fuimos buenos amigos, nos llevábamos bien desde hace mucho. Pero recuerdo que cambió conmigo una semana antes del viaje al campamento. Empezó a comportarse de forma extraña… me ocultaba cosas. Yo no lo tomé como algo grave, pensé que solo ya no quería ser más mi amigo —respondió Esteban, con nostalgia.

—¿Qué tipo de cosas te ocultaba? —pregunté con curiosidad.

—Primero me ocultaba que salía tarde en las noches. Decía que dormía por el agotamiento del ejercicio y no tenía tiempo para hablar conmigo, pero después me enteré de que se escapaba de su habitación. No sé a dónde iba, intenté ignorarlo. Luego empezó a tener nuevos amigos, aunque nunca me habló de ellos en específico. Era un grupo, al parecer. En su teléfono se comunicaba con ellos para encuentros secretos, pero nunca me contó más —explicó Esteban, bajando la mirada.

—¿Tienes el teléfono de Johnny?

—No. De hecho, dijeron que había desaparecido después de su muerte. Supongo que la maestra Thalía lo tomó cuando todo ocurrió.

—Eso también quiero creer, pero siento que Thalía no es la única culpable. Hay más implicados… y eso quiero confirmar —respondí, absorta en mis pensamientos.

Esteban se sentó en una roca para descansar. El camino era largo, y el cansancio pesaba en mis pasos, pero mi mente no se apartaba de los crímenes.

¿Debería dejarme llevar por mis instintos?

Estaba agotada, así que me acosté bajo la sombra de un árbol de cerezas. El hambre y la deshidratación eran insoportables. Me acerqué a Esteban y le dije:

—Necesito que me ayudes.

—Está bien. ¿En qué quieres que te ayude?

—En alcanzarme esas cerezas del árbol.

—¿En serio? —respondió, sorprendido.

—Sí. Dijiste que me ayudarías.

Me subí a su espalda y alcanzamos varias cerezas. Estábamos demasiado hambreados y agotados para seguir caminando sin probar nada. Nos sentamos bajo la sombra a comer, pero el sol nos sofocaba. Después de unos minutos, Esteban me ayudó a levantarme y seguimos nuestra ruta a la escuela.

Miré la hora: eran las 5:00 p.m. Ambos estábamos exhaustos, pero no faltaba mucho para llegar.

En el camino, Esteban me dijo:

—Vi a Michael con Haydy en la cancha de baloncesto… creo que se estaban abrazando.

Sentí un golpe seco en el pecho.

—No te preocupes, Esteban. Yo también lo he visto… —respondí, con un dolor y vacío que me desgarraban por dentro.

—¿Te gusta Michael? —preguntó.

—No, aún no me gusta —mentí, porque era imposible negar la química después de aquel primer beso.

—Verónica, Michael ya no importa. Si te lastima, solo dime, y le enseñaré lo que se merece por hacerte daño.

—Gracias —respondí con una sonrisa fingida, ocultando lo destrozada que me sentía.

Al llegar a la escuela, todos estaban preocupados. Creían que Esteban y yo habíamos muerto o que nos habían secuestrado. Dafne se acercó angustiada y me abrazó fuerte.

—Verónica, estaba desesperada… no sabía dónde estabas. Me tenías mal —dijo, al borde de las lágrimas.



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En el texto hay: homicidios, venganza, traición de amigos

Editado: 13.09.2025

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