Intruso silencioso

Capítulo 1. Adiós medicinas

Año 2020, cualquier persona sabría cómo está la sociedad, la tecnología y creencias hoy en día. Sin embargo, una persona que vivió antes de la era moderna, incluso antes, no tendría ni la más mínima idea. Las personas que vivieron en épocas anteriores, tal vez llegaron a imaginar cómo sería el futuro, pero nada se compararía con ver sus reacciones al conocer la realidad.

Sí, para comenzar había que explicar eso, porque al final nadie cree lo que cuento una y otra vez, dudan solo de mi palabra.

Ese día que comenzó todo, está de más decir que era un simple día como cualquier otro pero que, gracias a lo que pasó, comienza el inicio de una gran historia que cambió mi vida, debido a eso. Así como en cualquier otra historia ¿No? Los personajes nunca tienen idea de lo que les está por ocurrir hasta ese fatídico día o mágico, según sea el caso.

Pues para ser exacta, todo empezó ese magnífico día, que a pesar de no haber sido el mejor, para mí, desde su aparición es más que un gran día.

Ese día domingo de enero, lo vi por primera vez. Había llegado de acompañar a mamá del supermercado, vivir en medio del campo obligaba una ida a la ciudad al menos una vez a la semana para comprar lo necesario. Mis padres odiaban el campo, algo irónico, lo sé, porque vivíamos ahí desde hace casi dos años. Eso se debía a que mi padre, trabaja en una empresa que vendía productos del campo, sí, pues la casa realmente no se encontraba en medio de la nada, estábamos muy cerca de la ciudad, media hora de viaje en coche y te encontrabas en el inmenso mar de gente. Aunque la ciudad de Mistreal no era muy grande como cualquier otra urbe, contaba con lo suficiente para no morir de aburrimiento según los habitantes más libertinos. Lo mejor, es que aún no se convertía en una ciudad completamente urbanizada, quedaban varios lugares llenos de naturaleza y estábamos rodeados de ella, los campos a las afueras de la ciudad eran los más bellos paisajes verdes y con las flores más coloridas en primavera. Amaba eso del lugar donde nací.

Sinceramente, en cuanto a papá le ofrecieron hacerse cargo de la supervisión de los sembradíos, me alegré bastante. La ansiedad social cada vez me hacía sentir peor, hasta el punto de ya no poder más. Incluso mis estudios habían sido postergados durante dos años. No podía simplemente ir a la universidad, ni mucho menos imaginarme estando allí con un centenar de personas que no conozco y hacerme a la idea de que tendría que convivir y socializar con ellas, aquello me aterraba infinitamente. Quizás para cualquiera suena muy sencillo y hasta un poco estúpido. Pero realmente era algo contra lo que no podía.

Así que, hace medio año que decidí retomar mis estudios en la universidad local, suficiente tenía con el reto de asistir como para siquiera considerar la idea de irme a otra ciudad como mis antiguos compañeros.

Recuerdo que el día que papá se enteró que había aprobado el examen de admisión, se sintió tan orgulloso de mí, puesto que él pensaba que después de haber estado más de un año en terapias y de un psicólogo en otro no volvería jamás a pisar a una escuela. Pero gracias a toda la ayuda que recibí, me sentí lista para volver a la sociedad... al mundo real. Sin embargo, papá sólo logró decepcionarse al enterarse que no había elegido administración de empresas como a él le hubiese gustado; él no pudo terminar su carrera debido a que mi abuelo había fallecido por una extraña enfermedad mental y mi abuela cayó en una depresión que ni ella pudo consigo misma, mucho menos con papá y su hermana menor. La tía Kate hace meses que no sabíamos nada de ella, un día simplemente nos avisó que se iba de viaje en un crucero por el mundo, mas nunca volvió a llamar.

El primer semestre de filosofía, me costó un poco volver a integrarme de nuevo, sobre todo porque la mayoría de mis compañeros apenas tenían dieciocho años y yo ya iba para los veintiuno, me sentía estúpida, no por ese hecho, no hay un límite de edad para estudiar, mamá me enseñó eso; ella recientemente había terminado su carrera de educadora, amaba a los niños. Pero yo, yo no podía ni siquiera hacer amigos, hablar me daba pánico. Para mi fortuna, no fue tan difícil encontrar a personas con más que me empecé a llevar muy bien, vaya, no éramos unos amigos íntimos, pero podía contar con ellos. Siempre es bueno tener a alguien, la soledad puede consumirte.

Ese domingo, donde todo empezó, seguía disfrutando las vacaciones de invierno, mi último día de hecho, al día siguiente comenzaría el semestre y volver a la rutina me ponía más que nerviosa. Volver a tener nuevos compañeros, iniciar el día apenas y se asomen los primeros rayos del sol y conducir hasta la universidad toda la semana comenzaba a estresarme al punto de estar irritante durante el día. Por esto, tuve una pelea con mamá y por ende un regaño de papá.

Había decidido dejar las terapias, fui durante casi dos años y de verdad ayudó mucho, pero tampoco tenía que ir durante toda mi vida; me sentía lista para enfrentarme a la vida yo sola, sin un consejero ni nada, ya no tenía tanto miedo a la sociedad o eso creía. Claramente mamá y papá se molestaron por dejar el tratamiento a medias, pero ya contaba con la edad suficiente para decidir por mí misma. Sabíamos que tarde o temprano iba a pasar eso, tendría que hacerle frente a mis miedos y tal vez ya era hora.

Mamá excusó nuestra pelea diciendo que todo fue culpa de ya no haber ido a visitar a mi psicóloga hace un par de semana, pues hacía tiempo que no me paraba en su consultorio. Y como siempre, papá se puso de su lado. No supe cuántas veces me dijeron que tenía que volver y continuar tomando los medicamentos porque todo eso era 'por mi bien'. Yo no me sentía tan mal ya, tiempo atrás realmente caí en una profunda depresión y la ansiedad, que se fueron alejando poco a poco con las charlas de mi psicóloga, creo que eso no era tan grave, mucha gente hoy en día desarrolla enfermedades mentales. Mi abuelo inclusive murió de una, mas nunca me revelaron cuál fue, obviamente había muerto en una institución mental. Lo poco que supe acerca de él era porque cuando era niña e íbamos a visitar a la tía Kate ella me contaba infinidad de historias, historias que él mismo le había contado, y sobre sus increíbles amigos que por alguna extraña razón ella fue la única que los conoció, pues papá cuenta que el y la abuela jamás los vieron. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.