— ¿Qué haces? —pregunto.
Estoy a punto de quitármela pero Jay se acerca y la sostiene por mis hombros. —Úsala.
Ahora sí, está cerca. —Pensé que te habías ido.
Jay sigue con las manos sobre mis hombros, a pocos centímetros de mí. —Yo también pensé que te habías ido.
Sé que no se refiere a ahora. — ¿Qué quieres, Jay?
Jay examina mi rostro de la misma manera que solía hacerlo cuando íbamos de escondidas al lago por la mañana, muy temprano, a ver el amanecer. —Puedes quedarte aquí o puedes acompañarme a un lugar.
Su chaqueta huele bien, si no estuviera frente a mí, me acercaría la tela para olerla mejor. — ¿A dónde?
Jay, sin miedo, se acerca más. Su nariz y la mía están a nada de tocarse por las puntas. —Es un secreto.
Respiro lentamente. —No me gustan los secretos.
Jay finalmente se separa mientras sonríe ampliamente. —Está bien, no es un secreto, pero es un lugar con una buena vista —señala hacia un lado—. La oficina de la entrada, tiene una pequeña terraza, ¿quieres venir a ver conmigo?
No sé si es una buena idea.
—Solo será un rato, luego podemos ir a buscar a tus padres para que les pidas la llave, si quieres —su voz baja de tono con cada palabra.
Imaginé miles de escenarios antes sobre cómo podría ser un reencuentro con JayJay, en todos yo terminaba alejándome de él pero esto es muy diferente. Él no luce como si quisiera burlarse de mí o hacerme daño.
Sé que no debería confiarme y no lo hago pero, ¿es tan malo acompañarlo un rato y luego alejarme de él?
—Está bien —respondo con un sentimiento de arrepentimiento.
¿Será esto un error? No es como si estoy cayendo de nuevo en sus trampas, únicamente voy a distraerme y pasar el rato mientras mis padres terminan con su cena romántica y ya puedo entrar a la cabaña.
—Vamos —dice.
Jay comienza a caminar el mismo camino que recorrí. Vamos despacio, sin ningún tipo de prisa y eso me hace sentirme un poco más relajada. Ahora que tengo la chaqueta de Jay el viento ya no es molesto, es agradable.
Lo veo a él, lleva una camisa de mangas largas pero me pregunto si siente frio o si tal vez, actúa como si está bien para que no le devuelva la chaqueta.
No entiendo porque está aquí, no entiendo porque me dio su prenda y tampoco porque no va con Sarah y me deja sola.
—Después de… —Jay empieza a hablar sin quitar los ojos del frente—, bueno, después de ese último campamento, ¿volviste a este lugar?
Niego aunque me doy cuenta que él no me está viendo, así que respondo: —No, ya no.
—Han cambiado algunas cosas, ¿no? —levanta su rostro para ver al cielo que cada vez se vuelve más y más oscuro—. Antes no estaba esa terraza a donde te llevo.
—Tampoco recuerdo los botones de emergencia —afirmo.
Lo veo sonreír de perfil. —No, no estaban ahí, fue una buena idea.
Jay y yo seguimos caminando sin decir nada más. Sé que hay formas de rellenar el silencio peo no lo intento, lo que realmente quiero decirle, lo que he querido decirle por mucho tiempo no es algo que deba expresarlo ahora mismo.
—La próxima semana empezaremos a decorar —anuncia—. Me refiero a nosotros, los chicos y todos ellos, así que, pues, ¿aun te gusta la navidad?
Sonrío levemente. —Sí, aunque no sé cómo lograran que este lugar luzca navideño.
Jay se detiene y me da una mirada. — ¿De verdad? Estamos rodeados de pinos y cabañas de madera, es el escenario perfecto para que esto luzca como esas viejas postales navideñas.
Asiento mientras resoplo. —Entonces, esperaré a verlo.
Avanzamos un poco más sin hablar, escucho el sonido de grillos y otros insectos que no puedo reconocer, veo algunos volando cerca de los faros y el viento moviendo las hojas de los arboles junto con las que se han caído al suelo.
La oficina está cerca, puedo verla después de cruzar el área donde se encuentra el comedor.
— ¿Podemos entrar? —pegunto al notar que a través de una pequeña ventana, se ve luz.
Jay asiente. —No hay nadie pero siempre dejan esa luz, no te preocupes.
Vamos hasta el lugar, donde la cerradura tiene unas teclas con números. Jay presiona el código y se abre, sin ningún problema.
— ¿Esto está bien? —Entorno los ojos—. Digo, yo no me meteré en problemas pero, ¿Qué hay de ti?
Sonríe de lado mientras sostiene la puerta para que yo entre. —No te preocupes, soy un empleado y no haremos nada malo.
La oficina es ordinaria, un sofá largo de terciopelo y un mostrador al fondo, al lado derecho hay una puerta a la cual Jay se dirige y yo lo sigo, cuando la abre es un espacio más pequeño con una mesa y algunos objetos apilados, me lleva al fondo donde hay otra puerta, esta es de cristal.
La empuja y salimos al exterior, a un costado hay unas escaleras metálicas. Jay sube mientras se sostiene del barandal, yo hago lo mismo y puedo sentir lo frio del metal. Nuestros pasos producen sonidos metálicos y aunque no hay nadie, quiero intentar ser lo más silenciosa posible.
Subimos y no hay mucho aquí, solo una mesa redonda pequeña con dos sillas frente a ella. El lugar está rodeado por barandas metálicas altas y un techo de madera con un diseño de tablas que deja ver entre los espacios.
—Ven aquí —pide Jay, acercándose a la orilla.
Lo hago, viendo hacia el suelo para asegurarme de no pisar algo pues está oscuro.
—Mira al frente —susurra.
Subo mi rostro y veo el lugar desde este punto. Se ven las cabañas al fondo, ocultas entre los árboles, el área del comedor, al fondo donde hay algunos juegos infantiles y entornando mis ojos para enfocarme mejor, veo el lago.
—Mira —Jay se inclina más cerca de mí, señalando a un punto a la derecha—. Allá están todos en la fogata.
No veo mucho por los árboles.
—Y por allá, están tus padres —señala a la izquierda—. Bueno, no es que pueda verlos desde aquí.
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Editado: 25.12.2023