Ayer no estaba Jay en el área que estábamos decorando, pero hoy sí.
Los adultos tienen una actividad con las canoas y Jay junto con el adulto profesional están ahí. Nos vieron llegar pero nos ignoraron, Diego se enfocó en hacer que este lugar luzca lo más navideño posible mientras que yo daba miradas ocasionales en dirección a Jay.
Me siento mal, Diego ha hecho todo el trabajo y yo solo he estado parada sin hacer nada más.
—Este es el último —Diego baja de la escalera—. Me gusta, solo faltan las luces pero en esta parte no habrá, las conexiones no llegan.
Asiento mientras veo a Jay hablar con una pareja, parece que les explica algo por los gestos que hace.
—Allana —Diego está a mi lado—, ¿Estás bien? Luces distraída
Niego y respiro profundo. —Estoy bien, lo siento, yo…
—Está bien —Diego sonríe— oye, um, aún tenemos una hora antes de ir a comer, ¿quieres hacer algo?
Entorno mis ojos. — ¿Algo?
Mueve su dedo para señalar hacia atas. —Allá… bueno, ¿puedo mostrarte algo?
Volteo una vez más y para mi desgracia, Sarah ha aparecido con un traje de baño de dos piezas, un top que le cubre hasta el ombligo y unos shorts por encima de las rodillas. Lleva el cabello recogido y unos lentes de sol.
— ¿Sarah también está aquí? —pregunto.
—Ah, sí, ella es la salvavidas —explica—. Aunque Dylan es el mejor nadando —Dylan es el adulto.
—Ah…
Diego aclara su garganta. —Um, Allana, si quieres puedes unirte con ellos. Supongo que al ser nieta de los jefes, te dejaran estar ahí.
Ahora sí lo miro directamente a los ojos. — ¿Qué? No quiero estar con ellos, solo preguntaba porque, pues, tenía curiosidad.
Diego me mira un poco no convencido. —Está bien, entonces, ¿quieres venir conmigo?
Levanto mis hombros. —Sí, está bien.
No estoy segura de haberle escuchado pero quizás solo iremos a decorar otra parte del lugar.
Tengo que admitir que este lugar se ve genial con los adornos que ya han colocado. Hay esferas doradas y plateadas por todos lados, moños rojos y verdes, hombres de nieve de todos los tamaños y bastones de dulce. Si hubiera nieve, se vería muy lindo.
— ¿Qué pasa en navidad? —pregunto—. Digo, sé que los vacacionistas se quedan aquí pero, ¿tu? ¿Vas con tu familia?
Diego muerde su labio un segundo. —Mi familia… bueno, veras, tenemos dos opciones. Podemos tomarnos ese día libre o invitar a dos personas aquí, entonces… pues, aun no lo sé.
— ¿No? —Frunzo el ceño—. ¿No quieres ir con tu familia o no quieres que vengan?
Suelta aire por su nariz. —No es eso, veras, mis padres están muy ocupados y no creo que tengan tiempo para… —baja la voz—, pues, la navidad.
Inclino mi rostro. — ¿No celebras navidad?
Asiente dos veces. —Sí, yo celebro navidad pero mis padres —hace una pausa—, eh, no viven juntos y mamá acaba de casarse de nuevo y tiene un nuevo bebé.
Seguimos caminando. —Espera, ¿Bebé? Pensé que no tenías hermanos.
Hace una mueca. —Es una larga historia —levanta un dedo y sonríe—. Tal vez te la diré en el rincón de los secretos.
— ¿Dónde es eso? —pregunto.
—A dónde vamos ahora —afirma, manteniendo la sonrisa.
Seguimos avanzando pero esta vez en silencio. Intento pensar en la forma que Diego no tenga hermanos pero su mamá sí tiene otro hijo, ¿es acaso que él no considera los medios hermanos como hermanos reales?
Diego me lleva al fondo del lugar, aquí parece un poco más descuidado pues el pasto es más alto y no veo faros en ningún lado, por la noche no hay ningún tipo de iluminación.
Diego me hace una seña para que continúe por donde él me guía, cruzamos un área con ramas que nos hacen movernos de un lado al otro para no toparnos con ellas.
Sé que no conozco realmente a Diego pero, cuando lo he visto por aquí siempre está sonriendo y siendo amigable aunque ahora presiento que él no tiene una vida tan feliz como creía.
—Aquí es —Diego mueve una rama como si fuera un puerta y cuando lo hace, me impresiono totalmente.
He visto el lago y es lindo pero desde aquí, parece todo tan diferente. Quizás es por la soledad o por como el sol se refleja en pequeños destellos en el agua. El azul del cielo se refleja perfectamente tiñendo el agua de ese color. Los arboles al fondo que lo rodean crean una barrera que hace pensar que este lugar es único para ti.
—Es muy lindo —paso y Diego suelta la rama para que regrese a su lugar—. Se ve diferente.
—Sí, allá están las canoas y algunos árboles altos hacen más sombras, pero de este lado está despejado y tranquilo. —Explica.
Diego señala hacia un lado. —Y mira, alguien colocó un columpio allá.
Volteo y es una llanta grande colgando con dos cuerdas gruesas. —Vaya —me acerco—. ¿Crees que se rompa?
Diego se acerca, tira de la llana hacia abajo y me mira con una sonrisa. —Solo hay una forma de comprobarlo —seguido, se sube a la llanta, sosteniéndose de la cuerda con los pies sobre el interior de ella—. Creo que sí.
Comienza a balancearse y aunque al principio pensé que podía romperse o él caerse, Diego seguía felizmente usando su peso de un lado para el otro para poder moverse.
Se baja de un salto. — ¿Quieres intentarlo?
Abro mi boca mientras examino esa propuesta. —Um, no sé si yo pueda.
—Sí puedes —Diego extiende su mano hacia mí—. Ven, te ayudo.
Me acerco a él y tomo su mano. —Sostenme, no soy buena con estas cosas.
—No te preocupes —Diego aprieta mi mano—. Toma la cuerda y sube sin miedo, aun si piensas que puedes resbalarte o se puede romper, hazlo.
Respiro profundo y lo hago, mucho más torpe que Diego pero lo logro. Aún sigue sosteniendo mi mano y honestamente, no me molesta.
—Lo hiciste —me da un apretón—. ¿Quieres balancearte o lo hago yo?
—Hazlo tú —pido—. No sé qué hacer ahora.
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Editado: 25.12.2023