Invisible

3 Sólo es un beso

¿Recordáis lo que os dije sobre el silencio, que me da miedo? Bueno. Pues ese silencio no me daba miedo, pero era muy, muy incómodo. Tal vez esa fue la primera vez que agradecí no poder verle. Porque de haberlo hecho habría parecido un tomate en lugar del suave y algo discreto rubor que cubrió mis mejillas.

            Estaba sorprendida. No. Decir sorprendida era quedarse corto. Estaba atónita. Pensé que lo había entendido mal. Seguramente habría dicho alguna otra cosa. Algo así como… “Puedo perdonarte…” Pero la b estaba bastante clara… Entonces, tal vez dijo “Puedo becarte” ¿Pero para qué querría becarme? Y tampoco estaba muy segura de lo que podría significar exactamente becarte. Fuera como fuese, de ningún modo podía pensar ni por un instante que había dicho realmente lo que pensaba que había dicho.

            ― Em… ―escuché que murmuraba―. Vale. Esto empieza a ser muy incómodo… No debería haber dicho nada. ―Al parecer me había quedado callada demasiado rato―. Soy idiota. Olvida lo que te he preguntado, ¿vale? Será lo mejor…

            Supe que Dylan se había apartado cuando escuché sus pasos alejándose de mí.

            ― Es...espera… ―murmuré de forma entrecortada. Avancé unos pasos hasta estar lo suficientemente cerca. Aunque no podía saber exactamente dónde estaba―. No es que yo… quiero decir, es que… ―Entonces me eché a reír―. Perdona… ―murmuré―. Estoy… sorprendida.

            Dylan profirió una pequeña risa avergonzada, pero no escapó. Se volvió para enfrentarme. No sé si agradecí que lo hiciese, pues estaba muy avergonzada no sé muy bien por qué. En realidad, no era algo tan extraño. La gente suele exagerar cuando habla de besos. A veces es simplemente un modo de agradecer algo. O una muestra de cariño. No tiene por qué tener un trasfondo tan profundo… ¿no?

            ― Me he dado cuenta ―dijo al fin―. La verdad es que yo… también lo estoy. No tengo muy claro por qué te lo he pedido…

            ― En realidad… ―dije ―. No es por eso que estaba sorprendida. ―Dylan dejó escapar un sonido interrogante ante mi afirmación―. Es decir, no habría sido la primera vez que… bueno, que me besas…

            El silencio que hubo después de esa afirmación fue incluso más pesado que el anterior. Esta vez, en cambio, fui yo la que lo rompió.

            ― Quiero decir, las otras veces… no me preguntaste si podías… ―Pero no pude terminar la frase. Mi rostro ya debía parecer, oficialmente, un tomate―. Me sorprende… la pregunta, simplemente ―murmuré con rapidez.

            Dylan parecía igual de mortificado que yo. Su respiración empezaba a ser irregular y noté que iba cambiando su peso de un pie a otro. Estaba nervioso. Menos mal, pensaba que era la única…

            ― Bueno, la primera vez no te di otra opción, y la segunda te pedí perdón de entrada… ―murmuró―. Así que pensé… que sería mejor preguntártelo. Porque no puedo saber si realmente querías que… y bueno, no quería forzarte a…

            Al ver cómo tartamudeaba y lo nervioso que estaba, sentí la necesidad de tranquilizarlo. Acorté las distancias sin pensármelo mucho para callarlo con un beso… O eso intenté… En las películas suele ser todo muy sencillo. La chica o el chico se acerca de repente y calla al otro con un beso apasionado que logra que todo el mundo suspiré y haga un ruidito complaciente y tierno ante la escena ―es decir, algo así como “Oh…” pero idiotizado―. Desgraciadamente, si intentas hacer lo mismo en la vida real el resultado suele ser catastrófico y para nada “romántico”. Así que mi beso de película quedó en una acción torpe y muy vergonzosa. Como no podía ver dónde estaba, mis manos tropezaron con… bueno, con nada, y mi pecho chocó con fuerza contra el suyo. Dylan, seguramente intentando evitar que cayera al suelo, debió inclinarse para ayudarme. Yo, idiota de mí, alcé la cabeza para poder salvar mi intento de beso llevándome como resultado un fuerte golpe en la cabeza. Seguramente contra su barbilla…

            Dylan gimió, más de sorpresa que de dolor. Yo alcé la mano hacia donde me había golpeado y, sin poder evitarlo, empecé a reír con ciertos vestigios de dolor y vergüenza.



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En el texto hay: misterio, prohibido

Editado: 20.02.2018

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