Invisible

4 El viaje

A la mañana siguiente apenas tuve tiempo de levantarme con calma y desayunar. Dylan me había despertado incorporándose de golpe en la cama y empezando a ir de un lado para otro sin tener en cuenta el ruido que hacía. Un ruido que, evidentemente, solo escuchaba yo. Al principio no supe si su desasosiego era porque teníamos que ponernos en marcha cuanto antes o porque nos habían encontrado… otra vez. De todos modos, mi tranquilidad a primera hora de la mañana no se alteró ni un ápice por mucho ruido o por mucha inquietud que presentara. Ya podía arder el hostal entero que cuando me levantaba por las mañanas siempre estaba grogui. Necesitaba una ducha y algo que llevarme a la boca antes de despertarme del todo.

Me levanté tranquila mientras Dylan no paraba de ir de arriba para abajo diciendo… emm… algo. Y con la misma tranquilidad me dirigí al baño y me duché. Creo que escuché a Dylan protestar, e incluso me parece que entró en el baño. Pero tan pronto como lo hizo volvió a salir murmurando algo parecido a una disculpa. Aunque la verdad; no lo sé, no lo recuerdo bien. Apuesto a que él sí lo recuerda…

Después de ducharme y vestirme nos dirigimos, abandonando la habitación del hostal, hacia el bar a pie de carretera. Me pedí un café cargado con doble de azúcar y una pasta de chocolate que no pude identificar muy bien qué era. Dylan estuvo presionándome todo el rato, y yo le dije en un par de ocasiones que se relajara. Como consecuencia me llevé más de una mirada interrogante y confusa por parte del camarero y de algún que otro rezagado que había parado a desayunar.

Una vez despierta y completamente consciente, Dylan me instó a coger el coche y me indicó que me dirigiera al aeropuerto más cercano. Ante esa afirmación, mi reciente encontrada curiosidad me obligó a preguntar.

 ― ¿Recuerdas lo que dijo Ayax? ―dijo a modo de respuesta.

― ¿Donde todo empezó?

― Allí nos dirigimos ―afirmó―. Donde descubrí quién era y lo que podía hacer. Y también el lugar donde conocí a Catrina y donde me convertí… en lo que soy ahora.

― ¿Iremos a México? ―pregunté sorprendida.

― Más o menos ―murmuró con el asomo de una risa―. Conduce.

El resto del viaje transcurrió sin incidentes. Dylan me explicó lo que tenía que hacer y hacia donde tenía que ir. Él era mi mapa. Había pasado una semana y pocos días desde que le dije a mi hermano que me marchaba. Lo había llamado en cuanto llegué a un lugar seguro, pero nunca le dije cuándo regresaría o si lo haría. Me hubiese gustado poder llamarlo una última vez, pero si lo hacía era posible que no encontrara el valor para seguir adelante. Además, no podía arriesgarme a que las Parcas me localizaran justo ahora. Incluso utilizando la tarjeta de crédito podrían hacerlo. Así que primero tenía que encontrar un cajero apartado para sacar todo el dinero necesario para poder pagar el billete de avión que me llevara a México lo antes posible. Por no hablar del cambio de moneda… Las últimas veces había utilizado la tarjeta que mi hermano me había dado junto con su cartera, pero para marcharme del país no podía utilizar su tarjeta. Y por supuesto, tampoco la mía.  

No os aburriré contándoos los problemas que tuve para conseguir el dinero y mi pasaporte ―el cual estaba en mi casa―.Fue un pequeño viaje tedioso y asfixiante. Sobre todo cuando un hijo de… intentó robarme todo el dinero que había sacado del cajero automático. Por suerte, tenía un ángel de la guarda que me protegía. Por no decir; una Parca que intentaba salvarme la vida… El pasaporte fue mucho más sencillo de conseguir. Dylan decidió aguantar un pequeño dolor de cabeza para robarlo de mi casa mientras yo vigilaba que nadie pasara por la calle. Pues sería un poco raro ver una libretita pequeña volando a sus anchas.  

Con el dinero bien protegido en el pantalón ―pues a veces el sitio más sencillo es el más seguro― y el pasaporte en uno de los bolsillos de mi chaqueta, nos dirigimos al aeropuerto y pregunté por el siguiente vuelo hacia México. Reus era el más cercano, pero por desgracia no había vuelos. Así que tuvimos que ir hasta Barcelona. No tenía claro si lograría encontrar uno antes de que terminara la semana…

Para variar tuve suerte. Salía uno en cinco horas, a las ocho de la tarde. Como era un único billete ―pues no podía coger uno para mi Parca― no hubo muchos problemas para colarme en un sitio libre. Y aunque tuve un poco de miedo al dar mi pasaporte por si mis padres habían denunciado mi desaparición a la policía, descubrí que mi hermano había hecho un buen trabajo y seguramente habría conseguido tranquilizarlos. Mientras me entregaban el billete de avión no pude evitar preguntarme dónde iría sentado Dylan. O si iría sentado…   

            ― Oye, Dyl… ―murmuré―. Si se supone que estoy destinada a morir… ¿No es tentar mucho la suerte subirme en un avión? ―pregunté en cambio. Me pareció que la pregunta que tenía en mente antes que esta era algo superflua.



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En el texto hay: misterio, prohibido

Editado: 20.02.2018

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