Invisible

8 Donde todo empezó

― ¿Dyl?

Intenté alcanzarle con las manos extendidas hacia delante. Dylan había reprimido el grito enseguida, pero no había podido evitar doblarse de dolor. Me agaché a su altura, intuyéndolo por las marcas de sus rodillas en el suelo, pero no sabía qué hacer para ayudarlo.

― ¿Qué ocurre? ¿Qué te duele? ¿Por qué te duele? ¿No se supone que no puedes sentir dolor? ―dije nerviosa. Él dejó escapar una risa divertida cargada de angustia, seguramente por intentar reprimir el dolor.

― ¿Sabías que… cuando quieres saber algo o estás nerviosa sueles hacer muchas… preguntas al mismo tiempo?

Mis manos temblaron levemente sobre su espalda ―o al menos creo que era su espalda―.

― ¿Y eso… qué tiene que ver? ―dije contagiándome de su risa. Dylan volvió a doblarse más sobre sí mismo. Escuché cómo apretaba los dientes. Fuera lo que fuese, tenía que ser horrible―. Mierda… ¿Qué… qué puedo hacer?

Dylan dejó escapar un suspiro irónico.

― No puedes… hacer nada… ―murmuró―. Catrina quiere darme… una lección. Soy una Parca. Según ella… la muerte no pude sentir compasión por la vida. Dice que no tiene sentido. Así que cuando nos pasamos de la raya… nos hace sentir lo que hemos reprimido durante… siglos ―afirmó con apenas voz―. Y créeme, no es agradable…

― Pero… ¿No es la primera vez que…?

― No… Pero… esta es la peor, sin duda ―murmuró―. Me preguntó por qué será… o cuánto durará…

― ¿Cuánto te duró la última vez? ¿Por qué te lo hizo la última vez? ―pregunté asustada.

― Creo… que fueron un par de días… Cometí un pequeño error… Me pasé del tiempo en uno de los cuerpos. Me aferré… a la vida demasiado tiempo ―murmuró.

Contuve el aliento cuando fui consciente de la magnitud de lo ocurrido. Y con ello las consecuencias. Podía lidiar con mi muerte… pero que Dylan sufriera por mi culpa…

― ¡Oh, Dios! ¿Dos días por eso? ¿Cuánto tiempo puede durar si salvas a alguien? ―grité asustada. Dylan posó una mano sobre mí al ver que empezaba a ponerme demasiado nerviosa.

― No te preocupes. Estoy bien. Al fin y al cabo, ya estoy muerto. No pude hacerme nada más que esto. La única que puede morir eres tú ―murmuró. Yo reí con escepticismo.

― ¿Y eso sería tan malo? ―Dylan se dobló de nuevo y ya no pudo retener el grito de dolor. Al parecer, esta vez había sido más fuerte―. ¡Mierda, Dyl! ¡No me pidas que esté quieta sin hacer nada mientras tú te retuerces de dolor! ¿Qué podemos hacer? ¿Tiene que haber algún modo de…?

― No puedes hacer nada… Así que no tienes por qué preocuparte. Estoy… bien… ―murmuró. Yo empezaba a perder los nervios. No soportaba saber que estaba pasándolo mal porque intentaba protegerme.

― ¿Preocupada? ¿Yo? ―dije entre angustiada, enfurecida y nerviosa―. ¿Por qué tendría que estarlo? ¿Porque estoy enamorada de ti?

Abrí los ojos de par en par al descubrir que era precisamente eso lo que me pasaba. Mis manos se apartaron un poco de él. Por suerte no podía verle, porque de lo contrario no habría podido soportarlo. ¿Qué narices había dicho? ¿Por qué mis labios habían pronunciado unas palabras que no habían pasado por mi cerebro? Ni siquiera había tenido tiempo de pensar en esa posibilidad… ¿Por qué lo había dicho? ¿Por qué había dicho aquello con tanta naturalidad? Cuando era pequeña había pensado que de mayor sentiría cómo mi corazón se detenía al ver a mi príncipe azul. Que con sólo una mirada podría saber lo que él sentía, lo que yo misma sentía. Sí, tenía el amor idealizado. Pero era así como lo imaginaba. No obstante, con Dylan no podía parárseme el corazón al verle. Básicamente, porque no podía verle. Así que mi cerebro no había reflexionado. Lo había dicho… pero no lo había pensado. Ni siquiera lo había tenido en cuenta. Dylan… era Dylan… ¿Cómo pensar que podía… que yo podría enamorarme…?

― Ah… ―murmuró entre pequeños gemidos de dolor como si de repente hubiese descubierto la respuesta a un gran enigma―. Así que es por eso…

Mis manos volvieron hacia donde él estaba. Su cuerpo temblaba de dolor y no sabía qué hacer para ayudarlo. Tenía que encontrar una solución. Cualquiera.

― Dyl… ―murmuré―. Tiene que haber un modo… tienes que decirme cómo…

― No puedes… hacer nada… ―afirmó apretando los dientes con fuerza―. No puedes… cambiarlo… Lo hecho, hecho está… ―Pero no estaba dispuesta a aceptarlo. No iba a quedarme allí plantada, sujetando su espalda o dejando que se apoyara en mí sin hacer nada. Algo habría que pudiera hacer, sólo tenía que encontrar el modo de…



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En el texto hay: misterio, prohibido

Editado: 20.02.2018

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