Invisible

Capítulo extra: Memoria

Narrado por Dylan

Pertenece al capítulo 9 (Secuestro)

Memoria

 

Toqué mi cabeza por sexta vez consecutiva en lo que llevaba de día. Era una presión incansable que martilleaba desde dentro queriendo salir. Y eso lograba enfurecerme. No había dejado de dolerme desde que Eris y yo fuimos a ver a mis supuestos padres y me había encontrado de frente con quién creía que era yo. Sabía que había sido muy desagradable con ella desde que salimos de casa de Dylan, pero no había podido evitarlo.

Todavía se me hacía raro decir mi nombre en tercera persona sabiendo que ese no era yo. Por lo que no había parado de preguntarme que, si no era Dylan, ¿entonces quién era? ¿Cuál era mi nombre real? Por desgracia, cada vez que intentaba pensar en ello el dolor de cabeza resurgía con más intensidad.

            Habíamos llegado a la Universidad de Barcelona dos horas más tarde de salir de casa, y yo ya quería regresar. Eris parecía entusiasmada. Lo miraba todo con asombro, no queriéndose perder ningún detalle. No sabía si era consciente de lo hermosa que se ve así. Con esa inocencia y despreocupación inconsciente.

            Le había dicho que entrara como si nada, pero sus gestos eran tan mecánicos que me sorprendió que pudiera hablar con la vieja con normalidad.

La profesora. Esa mujer logró provocarme un dolor de cabeza incluso mayor. Pero no iba a decírselo a Eris, no quería que se preocupara más por mí y sabía que lo haría si se lo contaba. Así que reflejaba mi dolor con frustración y furia.  

            Mientras ella hablaba con la profesora, pensé que las cosas no iban tan mal. Pero Eris había vuelto a meter la pata, como acostumbraba a hacer. Y esta vez no pude contenerme. Tenía que protegerla, había algo dentro de mí que me instaba a mantenerla a salvo, y ella parecía querer exponerse a cada segundo. Sobre todo teniendo la certeza, como la tenía, de que esa profesora era peligrosa. Lo supe en cuanto fijé mi mirada en ella y me la devolvió con un deje de reconocimiento y… repugnancia. Aunque tendría que haberme sorprendido no lo hice tanto como debiera. Y eso logró inquietarme todavía más.

            ― Nunca dejaría que me besaras ―me había dicho mientras la mantenía apartada de miradas curiosas. Y su afirmación fue como si me golpearan. Creo que habría preferido el dolor constante de cabeza que había sentido durante todo el día.

            Eris era una chica extraña. Desde que la vi por primera vez, intentando seguir el hilo de la conversación de su amiga durante el descanso de su trabajo como camarera, que había sentido una especie de… conexión. Por esa razón la seguí hasta el Green Dog. Y aunque no esperaba que pudiera oírme cuando hablaba porque no me veía, me sentí esperanzado al comprobar que sí lo hacía.

            Además, era preciosa. Y como ella no podía verme, había estado contemplándola a placer tanto tiempo como había querido. Y lo mejor era que ella no se enteraría nunca. Una de las ventajas de ser invisible. ¿El inconveniente? Que me habría gustado que ella también pudiera verme a mí.

            Después de descubrir lo de Lucas y hablar con Emma, ambos nos dirigimos a un callejón. Eso había sido idea mía. Necesitaba estar en un lugar apartado para hablar con ella, solo así podía disfrutar de sus múltiples expresiones cuando bromeábamos. Y fue la mejor decisión que he tomado en mi vida.

Creo que debería haber imaginado su reacción al decirle que la profesora podía verme. Debería haber supuesto que haría todo lo posible por ayudarme. Y debería haber previsto también que correría hacia fuera del callejón para impedirme que la detuviese. Por suerte, yo era más rápido que ella. Por desgracia, le caí encima. Me preocupé al instante pensando que le habría hecho daño. Eris estaba enfadada, y frustrada. Pero su rostro estaba sonrojado de un modo muy gracioso, y no pude evitar tomarle el pelo. Ella me gritó y empezó a hablar por los codos. Su sonrojo se había desvanecido. Seguramente habría olvidado lo cerca que estábamos, pero yo sí podía verla a ella. Y era totalmente consciente de cada movimiento de su rostro a escasos centímetros de mí.

            Mientras hablaba, deseaba besarla, abrazarla y no soltarla nunca. Era la única que había despertado en mí ese anhelo. Aunque no recuerdo si pudo haber más porque mi memoria había decidido irse de vacaciones. 

            Recuerdo que empezó a hablar por los codos diciendo no sé qué de jugar al parchís. No podía dejar de reír. O al menos hasta que ella dijo que la posición le parecía aburrida, porque en ese instante fui totalmente consciente de lo cerca que estaba. Aunque ella no podía verme, en esos momentos tenía mis labios prácticamente encima de los suyos, así que cuando dije; ¿aburrida? la palabra vibró sobre sus labios haciéndola callar.



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En el texto hay: misterio, prohibido

Editado: 20.02.2018

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