Pov. Aileen.
Siento su ardiente respiración en mis labios.
Las alas de murciélago lo impulsan, provocando un huracán que acaba por desnudar la copa de los árboles.
Daemon.
Daemon infortunii et proditionis.
Demonio de la desgracia y la traición.
¿Qué hice?
No tengo espacio en los pulmones, me falta el aire y las piernas me tiemblan. Esto no era lo que tenía que pasar.
Mis muñecas sangran y, aun así, no siento dolor; tengo el cuerpo entumecido por lo que acabo de hacer. Empeoré la situación trayendo a ese demonio al bosque.
El bosque, mis hermanas, los habitantes...
Sin darme cuenta, corro; corro como nunca en mi vida había hecho. Siento que algo me sigue y, al levantar la mirada hacia la luna, encuentro la sombra alada viéndome huir. Intento camuflarme entre los árboles hasta llegar al olivo donde no resisto más.
Me desarmo en llanto, martillando en mi cabeza la idea de que los he condenado a todos.
La presencia de un demonio en estos tiempos de sequía terminará por hacer colapsar el bosque. Mis lágrimas caen en el césped como gotas ácidas que marchitan las flores.
—¿Aileen? —siento su voz como agua fría—. ¿Por qué lloras? ¿Los gnomos te hicieron algo?
Después de estar frente a frente con esos infernales ojos, hubiese preferido que así fuera.
—No, no...
—Ven, vamos a...
—¡No! —la agarré desesperada.
No podemos ir a la aldea; madre terminaría por desaparecer si escucha lo que acabo de hacer. Ninguna de nuestras hermanas puede enterarse.
—¡Salió mal! Lo arruiné todo, Sarah. ¡Lo arruiné!
—¿De qué hablas? —se arrodilla frente a mí.
—¡Lo arruiné! Empeoré todo llamando a nuestra perdición.
—¿De qué hablas? ¿Qué te dijo Gru?
—Dijo que con padre se resolvería nuestro problema, que él nos ayudaría —le extiendo el pergamino.
—¡Estás sangrando! —se aterra al verme bañada en el líquido que lo invocó.
—¡Gru me dijo que llamara a Bastian, pero quien apareció fue un demonio!
—¿Qué?!
—¡Habló en latín, dijo que era el demonio de la desgracia! Lo siento mucho, Sarah. ¡Te juro que yo no quería...!
—¡Ese sucio... gnomo! —se levantó furiosa y, con ella, las raíces del suelo salieron disparadas en todas direcciones.
—¡Te juro que quería ayudar! —lloriqueo.
—¡Después hablamos de eso! —la mirada que me dedica me hace sentir peor, entre enojo y decepción—. Levántate.
Me agarra del brazo, tirándome a la fuerza.
—Madre no se puede enterar —suplico.
—¡Claro que no! eso la terminará por matar —examina las cortadas, posa su mano encima de ellas, envolviendo la herida en hojas y lianas, deteniendo la hemorragia—. Iremos a enfrentar a Gru y exigirle que devuelva a ese demonio al infierno de donde vino.
Sé que intenta no demostrarlo, pero siento su ira.
—¡Te dije que era mala idea, que nos traicionaría!
—¡Lo siento, no era mi intención! —lloro.
—¡Empeoraste la situación invocando al peor de todos!
—¡Solo quería ayudar!
—¡No lo hiciste! ¡Nos condenaste!
—Lo siento.
—Un "lo siento" no lo soluciona.
Otro trueno explota, y esta vez, sobre un árbol que cae lejos.
—Ojalá madre nunca te haya tenido —el corazón se me detiene—. Hay que apurarnos.
Sarah empieza a caminar y yo soy incapaz de moverme. El pecho me arde con sus palabras.
—¡Muévete! —ordena en un grito.
Sigo cabizbaja, intentando seguirle el paso. Entonces siento que me alzan con fuerza entre aleteos abruptos que aumentan mis gritos mientras me alejo del suelo y de mi hermana que no para de gritar mi nombre.
—¡Aileen! —la vi alzar una raíz que no pude alcanzar mientras era secuestrada por el mismo demonio que invoqué.
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Editado: 07.11.2024