Isabella: La llegada a Dédfer

|Capítulo 26|

Daniel

Espero pacientemente a que Hans aparezca, mientras tanto me acomodo mejor la ropa y los desgastados zapatos. Estoy seguro que al menos mi hermana debió haber notado nuestra ausencia, debemos apresurarnos. Escucho pasos aproximarse, espero que sea Hans, debido a que en estos momentos solo veo y olfateo como un humano no puedo confirmar que sea él. Los pasos se escuchan más cerca y es cuando confirmo que se trata de Hans.

—Me incómoda la ropa — comenta, hace una mueca de desagrado. Asiento con la cabeza, también me incómoda esta ropa—. ¿Puedo entrometerme un poco en su vida? — cuestiona de pronto.

—Depende — murmuro —. ¿Qué quieres saber?

—¿Qué es una maldición?

—¿Por qué quieres saber eso?— inquiero. Hans se mantiene en silencio, se niega a responderme —. Si no me respondes, tampoco lo haré yo.

—Sé lo que es, también he conocido a individuos que pueden maldecir.

—Entonces... ¿Por qué preguntas? — cuestiono —. Ya sabes la respuesta.

Hans se encoge de hombros. Me levanto del suelo para iniciar nuestra caminata a donde se quedaron mi hermana, Maximiliano e Isabella.

—Las maldiciones son deseos malignos para personas que lo merecen — comenta en medio de la caminata —. No parece que seas alguien malévolo merecedor de dicho castigo.

Miro Hans bastante asombrado, me agrada que me considere una persona afable, pero no merezco que me vea de esa manera.

—No me considero buena persona — confieso.

Hans detiene sus pasos para mirarme con expresión incrédula.

—Menciona una vez que hayas hecho algo cruel — solicita, mirándome sereno.

Sonrío y alboroto su cabello con una de mis manos

—Responde — insiste.

—No — niego con un movimiento de cabeza —. Mejor no conozcas los detalles, pero me alegra que me consideres buena persona, espero en un futuro serlo.

Hans continúa mirándome, sereno. Aunque su rostro se muestra bastante intimidante, conmigo no funcionará, siento que podría asustarlo, pero ¿qué estoy pensando? Este niño no sería capaz de asustarse tan fácilmente, creo que es mucho más valiente que yo, sin embargo, no revelaré nada. Escucho a Hans bufar molesto, su expresión intimidante no consiguió que confesara nada.

—Tengo una idea del porqué te han maldecido — revela, eso consigue que me desconcierte —; eres deshonesto, las personas que mienten deben ser castigadas.

—En eso tienes razón, Hans, no soy honesto.

—Sí, mentiste al decir que no eras licántropo ni vampiro cuando apliqué el veneno en tu cuerpo.

Alcé mis cejas, analizando su deducción, me siento descubierto, aunque mi declaración no fue del todo falaz.

—Pero no soy licántropo ni vampiro — aclaro, frunciendo el ceño.

—Tampoco eres humano — expresa, logrando que lo observe estupefacto —. Si lo fueras, no soportarías el ardor que provoca el veneno en cada parte de tu cuerpo, aún seguirías en el suelo retorciéndote y gritando de dolor. No me creí tus quejas, tampoco tus falsas lágrimas.

—Me siento exhibido — murmuro, emitiendo una risa nerviosa —. ¿Aún me consideras alguien bueno?

Para mi asombro, Hans asiente con su cabeza. Se crea un silencio que no sé como desvanecer, tal vez deberíamos reanudar la caminata en dirección a donde están los demás.

—Eh... — balbucea, quizás también le esté empezando a incomodar este silencio —. ¿Qué es eso? — señala una parte de mi rostro.

—¿Qué tengo? —cuestiono a la vez que froto mi mano contra mi rostro.

—Esos puntos.

Lo miro durante unos segundos sin comprender a que se refiere, ¿cuáles puntos? Luego de analizar su pregunta, creo que sé a lo que se refiere.

—Son pecas, también las tiene Daniela, ambos las heredamos de nuestro padre, y Maximiliano también tiene, él las heredó de su madre... A ella no la conocí, pero por lo que me ha contado mi padre a mí y mi primo, era muy hermosa y los pocos retratos que nos han mostrado donde ella aparece lo confirman —explico, mientras Has asiente —. ¿Qué es eso? — señalo una costra que tiene en su quijada.

—Una herida... no la heredé de nadie, fue hecha cuando cazaba con mis compañeros — responde, me rio un poco por las primeras palabras que ha dicho —. Tengo otra pregunta.

Le hago una seña para indicarle que puede preguntar lo que desea.

—¿El vampiro no es malo?

—No, Maximiliano no es malo — respondo —. Creo que... es el más bueno de todos.

Hans me dice que está de acuerdo conmigo.

—Pero a pesar de que sé que no es alguien cruel, no puedo confiar en él.

—¿Por qué?

—¡Daniel Wilson! — escucho que me nombran, Hans y yo volteamos a la vez a mirar la dirección donde proviene la voz. Veo a Daniela parada con sus manos sobre su cintura y expresión molesta.

—Presente…

Mi hermana se aproxima a nosotros, su ceño se frunce más con cada paso que da.

—¿Qué hacen aquí? ¡Estuve buscándote como loca! — refuta —. ¿Sabes lo complicado que es hallar a alguien sin olfatearlo?

—Por supuesto que lo sé.

—Como sea, ¿por qué se separaron del grupo?

—Hans quiso ir al baño — respondí. Mi hermana voltea a mirar a Hans, el pequeño afirma con su cabeza.

Los tres nos dirigimos a reunirnos con Isabella y Maximiliano. Mientras tanto, permanecemos en silencio, eso se termina cuando mi hermana decide hablarme directamente por primera vez en este día.

—Dani, ¿ya no te duele el brazo?

—¿Te refieres al veneno? —inquiero. Daniela asiente —. Un poco, siento hormigueo pero no es nada por lo cual preocuparse…

Escucho a Hans carraspear, él sabe que no estoy siendo honesto, me parece confuso que no delate mi mentira, incluso Daniela duda de mis palabras porque se mantiene seria, observándome. Si en algo nos parecemos mi hermana y yo —además del físico — es que hemos aprendido a ocultar la verdad a los miembros de la familia, excepto a nosotros mismos.

—Nos han negado navegar al sitio donde Isa quiere ir — prosigue, supongo que fingirá creerme.



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En el texto hay: fantasia, romance, licántropo

Editado: 11.06.2021

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