Isabella
Mi primera experiencia de viaje en barco hubiera sido apacible de no ser por el susto que me provocaron los tiburones. Creo que la mejor parte para todos fue cuando el barco ancló en el muelle de este nuevo reino desconocido para nosotros. Estar en tierra firme se siente deleitoso, escuchar y sentir las ráfagas del viento, el sabor salado del océano, los graznidos de las gaviotas que vuelan cerca del mar intentando cazar algún pez.
Esas aves se ven bastantes normales, observo una de ellas que se sumerge en el mar, seguramente para atrapar un pez que ha visto. Pasan cinco, diez, quince segundos y el ave sigue dentro del agua. ¿Y si fue el pez quien cazó al ave? No me sorprendería que así fuera. Entonces el pájaro sale del agua con su presa en el pico, demostrándome que ella ha obtenido la victoria. Para aumentar mi asombro, el pez es mucho más grande que su depredador, ¿cómo puede ser eso posible? Si bien, no todo es agradable para los cinco. El vampiro está bastante pálido y débil, se apoya sosteniéndose de su primo.
—Necesito comer algo — balbucea.
—¿No comiste lo suficiente en el barco? —pregunto, desconcertada.
—Me refiero a otro tipo de alimento — explica —, también necesito sangre…
Daniel coloca el brazo de Max sobre su hombro para sujetarlo mejor.
—Ustedes vayan con Isabella, ayudaré a Maximiliano a cazar un ratón. Te gustan los ratones, ¿verdad? — dice Daniel, burlándose del vampiro.
—Son mis favoritos.
—Pero ¿y si se pierden? — cuestiono.
Daniel fija su atención en un sitio detrás de mí, giro mi cuerpo para ver aquel lugar, descubro que desde aquí se aprecian las torres del palacio que está con mejores condiciones que del anterior reino.
—Dudo que nos extraviemos, pero si ocurre pedimos indicaciones — responde, ofreciendo una solución rápida.
Mientras ellos se alejan, los tres hermanos restantes nos ocupamos de esperar al capitán que nos llevará con el monarca.
—Isa, nuestro hermano menor se va — murmura Daniela.
Busco a Hans y lo veo caminando en la dirección donde se fueron Daniel y Max.
—¡Hans! — grito, cuando me escucha se gira para mirarme de frente —. ¿A dónde vas?
—Quiero ir con ellos — anuncia, no espera que responda porque se apresura a correr detrás de Daniel y Max.
«¿Está bien que los acompañe? Quizá debería ir por él»
—Momento de irnos señoritas — anuncia el capitán —. ¿Dónde están sus hermanos?
—Fueron al baño.
El hombre y Daniela voltean a verme desconcertados. Fue la prime excusa que pensé.
❤🐺❤
Hay mucho movimiento fuera del palacio, varios jóvenes con armaduras se pasean por el verde césped que hay alrededor. ¿Cómo es que pueden mantener limpio y vivo este jardín? ¿Cuántos jardineros se necesitan?
Dentro hay igual de movimiento, muchas jóvenes y personas mayores pasando de un lado a otro, algunas están en un sitio con un pedazo de tela limpiando los muebles, otras sacudiendo el polvo, me imagino que debe ser la servidumbre. Daniela y yo seguimos de cerca al hombre, este nos guía hasta un salón donde nos pide que esperemos a que él regrese con el permiso del monarca para que pueda presentarme ante él.
—Isa, ¿y si el rey tampoco nos quiere? —inquiere, angustiada.
—No pasará nada malo — respondo para cesar su angustia —. Además, no vamos a estar mucho tiempo, solo busco a la sirena y averiguo por qué no me permite irme a casa.
Mi amiga asiente, confiando de mis palabras. El hombre regresa a los pocos minutos, intento descubrir cómo le ha ido conversando con el rey, sin embargo, su semblante serio no me permite descifrar nada.
—El rey quiere conversar contigo — anuncia. Me dispongo a caminar en dirección a la puerta donde anteriormente ingresó él —. Solo contigo — aclara cuando Daniela comenzó a avanzar conmigo.
Mi amiga se queda con el capitán mientras yo ingreso al cuarto desconocido. Descubro que es un espacio bastante inmenso, es adornado por ventanas de cristal que han sido decoradas con cortinas de tela azul, estas brindan iluminación al sitio. Presiento que alguien me está mirando, fijo mi atención en un lugar del salón, hallo lo que deduzco son los respectivos tronos, son tres y están decorados por oro y plata.
Una figura masculina llama mi atención, está sentada en el trono de en medio, viste con un traje muy elegante y llamativo, en su cabeza reposa una corona brillante e imponente. Mientras yo admiraba el interior, el rey me estaba observando. ¡Qué vergüenza!
«¿Qué hago? ¿Me disculpo? ¿Por qué voy a disculparme? No estaba haciendo nada malo, solo admiraba la decoración», pienso, aún permanezco inerte en mi sitio, mientras debato conmigo mismo, el monarca carraspea.
—¡Majestad! — hago una reverencia, tal y como lo he visto en alguna películas. Espero que lo esté haciendo bien.
—¿Cuál es tu nombre? — interroga desde su trono.
—Isabella, majestad.
—¿Edad?
—Dieciocho, majestad.
—¿A cuál reino perteneces?
—A ninguno, majestad.
—¿A cuál reino perteneces? — vuelve a preguntar, con tono severo y frunciendo su entrecejo.
—A… N-No lo sé, majestad— tartamudeo.
«¡Deja de decir majestad! Pero es un rey, dudo que le moleste que lo llame de esa manera».
El monarca me mira durante varios segundos, yo no sé si mantener la mirada o agacharla de lo nerviosa que estoy.
—Me informaron que tienes el don de comunicarte con los animales —comenta, inexpresivo, lo único que hago es asentir con la cabeza —, que tienes cuatro hermanos y me revelaron la hazaña que hiciste en el océano, pero responde esta duda, ¿Por qué tus hermanos no poseen el mismo don que tú?
«Porque no somos hermanos».
No podía confesarle la verdad, nos permitieron venir a los cinco juntos porque mentimos al decir que éramos familia, además, desconozco lo que este monarca es capaz de hacernos por haber mentido. Tal vez nos mande a la horca o nos suba a un barco y en medio del mar nos obligue a caminar por la plancha como en las películas.
Editado: 11.06.2021